Megalitismo conectado
Una de las estructuras básicas de toda cultura megalítica es el dolmen, definido este como mesa grande de piedra. En cualquier versión, los dólmenes son habituales en muchos puntos de Eurasia y África, aunque en América también están presentes en sitios como San Agustín. Dependiendo de la región tienen distintas antigüedades, abundando en Europa hace unos 5.000 ó 6.000 años. En su versión más sencilla están formados por dos megalitos sosteniendo otro horizontal, aunque hay variantes mucho más complejas. Muchos, por ejemplo, eran cubiertos de tierra o piedras formando un túmulo. Además, estos podían tener distintos planos con varias cámaras, columnas de apoyo, falsas bóvedas, etc. Entre los dólmenes más complejos y grandes se encuentran los de Antequera, al sur de la península ibérica. Aquí, pueblos neolíticos trabajaron los sorprendentes dólmenes de Menga, Viera y El Romeral para fines rituales. Además, se considera que tenían conexiones simbólicas con los elementos naturales de su alrededor como la peña de los Enamorados.
Según las últimas investigaciones, los dólmenes de Antequera datan del cuarto milenio a.C. Un poco antes, en torno al 5500 a.C., se considera que el Neolítico arranca en lo que hoy llamamos Andalucía. Esta época abarca desde los poblados primigenios sobre colinas almerienses como Los Millares hasta la Edad de Bronce, que enlaza con la cultura tartéssica tras el contacto con pueblos mediterráneos. Ateniéndonos a monumentos funerarios, la zona alrededor del pueblo de Antequera fue muy activa. Aquí no hay asentamientos, pero en la cercana zona kárstica del Torcal, de bellas formaciones geológicas, se encuentra la cueva de El Toro, en la que se ha datado ocupación desde el 4000 a.C., coincidiendo con los dólmenes. En esta cueva, trabajada por arqueólogos desde los años 70, se han encontrado artefactos como la venus del Torcal. Este pueblo prehistórico se considera el creador de los dólmenes, datados en el siguiente milenio. Menga fue el primero en ser descubierto en el siglo XVI, lo que le ha llevado a ser el más investigado. A comienzos del siglo XX, los hermanos Viera, de humilde origen y nula preparación arqueológica, descubrieron los otros dos.
Viera es un túmulo de cincuenta metros de diámetro y cuatro de altura seccionado por una estrecha galería de 21 metros dividida en tres partes separadas por puertas. La segunda da a la cámara mortuoria, ligeramente más ancha. Aquí se encontraron restos de pintura y bajorrelieves inéditos en el resto de la península ibérica. Pese al nombre de la cámara, la función de Viera parece similar a la de Menga, más de corte ritual. Unos kilómetros al noreste se encuentra el dolmen del Romeral, aunque siendo rigurosos hablamos de un tholos. La diferencia fundamental es que aquí las cámaras no son poligonales, sino circulares, y que el cierre superior no se realiza con una piedra horizontal como en los dólmenes, sino con una falsa bóveda formada por lajas de piedra. Por lo demás, el diseño es similar, con un largo pasillo que lleva a dos cámaras circulares, siendo la primera bastante más grande con cinco metros de diámetro y cuatro de altura. En la cámara pequeña hay una losa incrustada a modo de altar que cubría el ajuar.
En sus secciones rectilíneas, los tres dólmenes están compuestos de ortostatos, grandes losas verticales alineadas. En el caso de Menga, cumbre del megalistismo de Antequera, son enormes. El peso combinado de sus 25 ortostatos, cinco losas del techo y tres pilares es de 835 toneladas, con una losa que alcanza 180. Menga está inserto en un túmulo similar a Viera, pero con más desahogo por las dimensiones. También tiene restos de pinturas rupestres, pero en Menga destacan más dos detalles. Interiormente lo hace un pozo de veinte metros pasado el último pilar. Exteriormente, la anómala orientación hacia la cueva Matacabras, en la Peña de los Enamorados, en la que se han encontrado evidencias de rituales contemporáneos a los dólmenes. La peña es muy simbólica y se la denomina faro natural por su caprichosa forma, que recuerda a un rostro mirando al cielo.
Antequera se encuentra a menos de una hora de Málaga, aunque también es factible visitarla en excursión de un día desde Granada. El conjunto de los dólmenes está a las afueras y tiene párking gratuito. Aquí están Menga y Viera, con amplios horarios y gratuitos. En el centro de visitantes podemos ver un vídeo y unirnos a un grupo guiado. Es mejor evitar fines de semana por la afluencia. Si queremos tranquilidad, no obstante, lo mejor es ir al tholos del Romeral, mucho menos visitado al estar algo más lejos, aunque también es gratuito. Merece mucho la pena la visita al área natural geológica del Torcal, un paisaje fascinante. Tiene también centro de visitantes y dos recorridos propuestos según nivel. Podemos acabar el día tomando una porra antequerana en el pueblo, una sopa fría parecida al salmorejo.
Fotos: Ángel M. Felicísimo / Ángel M. Felicísimo
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