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Feria Internacional Rachid Karami de Trípoli

Feria Internacional Rachid Karami de Trípoli

Líbano Norte (Líbano)

Renacer interrumpido


La guerra civil que asoló el Líbano entre 1975 y 1990 fue un largo y cambiante conflicto que puso en liza diversos ingredientes como la diversidad cultural, religiosa e ideológica de este pequeño, pero complejo país. Nació con el desequilibrio del peso demográfico y político entre cristianismo e Islam, pero terminó involucrando a países vecinos. Para Trípoli, segunda ciudad más poblada, la crisis venía de antes. La reafirmación del Líbano como estado soberano y la ruptura de los acuerdos fronterizos con Siria supuso que este puerto mediterráneo perdiera su relevancia. Consciente de este daño, el gobierno libanés quiso hacer de Trípoli una referencia creando una feria internacional cuyo diseño se encargó al afamado arquitecto brasileño Oscar Niemeyer. El problema es que en plena ejecución del proyecto estalló la guerra civil y la Feria Rachid Karami quedó a medias. La puesta en marcha de esta y el renacer económico de Trípoli siguen en la carpeta libanesa de asuntos pendientes.

Vista del pabellón líbanes en la Feria Internacional Rachid Karami de Trípoli

Lebanese pavilion

El primer milenio a.C. vio el impulso de Trípoli bajo los fenicios y vivió en relativa paz los cambios políticos hasta que los mamelucos la recuperaron de los cruzados en 1289 y destruyeron en la contienda su antiguo puerto. La ciudad se renovó y esta era marca el centro histórico alrededor de la ciudadela. El esplendor mameluco se prolongó bajo el dominio otomano, finalizado tras la I Guerra Mundial. Este último siglo se encuentra entre los peores de Trípoli. Empezó con favoritismo hacia Beirut y la guerra arrasó con su economía, incluido el abandono del enlace ferroviario. La cercanía a Siria implicó su ocupación por el ejército de este país hasta 2005 y la situación hoy no es mejor: emigración, pobreza y abandono institucional son la norma. Muy lejos de los planes que tenían para ella los políticos libaneses como Rachid Karami, natural de la ciudad y ocho veces primer ministro del país. También asesinado en los últimos años de la guerra civil, el velatorio a su figura tuvo lugar en la inconclusa Feria Internacional. 

En 1962, con Karami como primer ministro, Oscar Niemeyer aterrizó en Trípoli para conocer sobre el terreno la localización de su Feria Internacional. Las ambiciones del brasileño, que venía de inaugurar Brasilia, eran muy elevadas. Niemeyer planteó un rediseño urbano en torno a la Feria Internacional, pero sus ideas solo fueron parcialmente aceptadas. El proyecto definitivo fue mucho más modesto y se centró en la Feria, un espacio ovoidal que se situaría entre el centro histórico y la costa. De nuevo con Karami, las obras arrancaron en 1967 e iban por buen camino cuando estalló la guerra. Con buena parte de las estructuras levantadas, pero mayormente desnudas, las obras se detuvieron. La Feria Internacional se convirtió en una base militar, pero peor fue el abandono posterior. Es cierto que hubo algunas labores de reconstrucción, pero desde la transformación de la parte norte del complejo en un hotel en el año 2000 solo ha habido propuestas. La más prometedora de todas se fue al traste por la crisis económica nacional.

Panorámica de la Feria Internacional Rachid Karami de TrípoliLa resistencia del hormigón reforzado ha mantenido en pie las estructuras proyectadas por Niemeyer. El esquema de la Feria se divide en dos. Al oeste queda una inmensa cubierta en curva de 70×640 metros. Dos filas de columnas soportan la estructura que estaba destinada a alojar los pabellones nacionales y ser el corazón del complejo. Al este quedan edificios auxiliares destinados a distintas funciones, mientras que al sur está la entrada principal con su atrio abierto. Entre los edificios auxiliares de hormigón destacan el pabellón libanés, el museo del espacio, la torre del agua y los dos teatros, conectados todos e integrados en un paisaje de estanques. El pabellón libanés, con sus arcos apuntados, tiene ecos de la arquitectura tradicional libanesa, mientras que el resto de estructuras presentan las líneas curvas que tanto gustaban a Niemeyer. Esto incluye el Gran Arco que enmarca la pasarela que llevaba al Teatro al aire libre, situado al final del complejo.

Trípoli no está entre los lugares más visitados del Líbano, pero a solo hora y media de la capital tampoco es un lugar ajeno al turismo. El área metropolitana fusiona Trípoli y El Mina, donde se encuentra el hoy modesto puerto local. El principal atractivo de Trípoli es su abundante arquitectura mameluca, pero entre ambos centros históricos es interesante hacer una rápida visita a la Feria Internacional. Podemos acceder al recinto libremente, pues de momento el sitio no tiene función específica y no se cobra entrada. Tampoco hay mucha vigilancia, así que no será problema entrar en las estructuras. Si pasamos más de un día merece la pena acercarse en barco a la Reserva Natural de las islas Palma, donde se protegen aves, tortugas y focas monje. Trípoli es famosa por dos tradiciones: su carnaval zambo, de inciertos orígenes, y su repostería, que podremos disfrutar en los establecimientos denominados Hallab.

Fotos: Wassim Naghi / RomanDeckert

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