Ambición ferroviaria
La provincia romana de Recia cubría territorios hoy ocupados por varios países alpinos. Con el tiempo se dividió en dos Recias, de las cuales la denominada prima o curiensis quedó completamente bajo territorio montañoso, aproximadamente el que hoy corresponde con el cantón suizo de Grisones. Recia recibió el nombre de sus habitantes, los recios, cuya vida no cambió ni con los romanos, ni posteriormente. Quitando ciudades como Chur, aquí dominó siempre una economía autosuficiente basada en el pastoreo y otras actividades extractivas que proporcionaban madera o miel. Cada valle era su propio mundo por las dificultades del terreno. Solventar esta complejidad fue el propósito del holandés Willem Jan Holsboer, establecido en Davos a finales del siglo XIX. Fue el impulsor del desarrollo del Ferrocarril rético, una de las mayores proezas de la ingeniería civil entonces. En sus tramos más espectaculares de Albula y Bernina se acumulan 55 túneles y casi 200 viaductos.
Durante la Edad Media, los pasos alpinos de Grisones generaban ingresos por el cobro de los impuestos. Albula y Bernina fueron dos de ellos, aunque se tendieron en el siglo XVI. Ambos disfrutaron de una modernización del firme en el XIX, pero los desplazamientos seguían siendo trabajosos. Afectaba a localidades como Saint-Moritz, que por entonces empezaba a explotar el turismo. A finales del siglo XIX se conectaron las primeras localidades mediante el Ferrocarril rético, empezando por las secciones más sencillas, tendidas a lo largo de los valles alpinos entre Landquart, Davos, Chur y Thusis. Para llegar a Saint-Moritz había que partir de Thusis atravesando el paso de Albula, tarea que se acometió desde 1898 con la misma tecnología que el resto del Ferrocarril rético: trenes de vía estrecha de un solo sentido y tracción a vapor con la tecnología de Anatole Mallet, capaz de vencer pendientes pronunciadas. En solo seis años se consiguió cubrir el trayecto de 67 kilómetros y Saint-Moritz quedó unido a las principales ciudades de Grisones.
Además de tecnología ferroviaria, el trayecto se suavizó usando túneles y viaductos. En Landwasser, uno de los puntos más icónicos de Albula, ambos recursos están unidos. Especialmente espectacular es su viaducto, que cubre un estrecho, pero alto cañón alcanzando 65 metros de altura. El principal túnel cruza el paso de Albula bajo tierra. Es uno de los túneles a mayor altitud de los Alpes y tiene una longitud de casi seis kilómetros. Otro tramo en el que se innovó fueron los cinco kilómetros entre Bergün y Preda. El desnivel entre ambas localidades es de 400 metros, lo que forzaba a un gradiente impropio para un tren que no sea de cremallera. La solución del Ferrocarril rético fue ampliar la distancia recorrida mediante sucesivos túneles en espiral, técnica en la que el tren gira 360 grados ganando altura. El tramo de Albula sigue tan operativo como en su fundación, con el único cambio de la tecnología motora utilizada. Desde 1919 es la electricidad en vez del vapor.
La electricidad fue parte del primer diseño de los 62 kilómetros de Bernina. Fue acometido por otra empresa con un planteamiento que obligaba a cambiar de tren en Saint-Moritz, algo hoy solventado. Bernina sigue un camino histórico, lo que implicó mayores gradientes y curvas más cerradas. A cambio, la necesidad de túneles y viaductos fue menor. Medido en kilómetros hay cuatro veces menos. De este modo, la línea de Bernina alcanza mayor altitud poniendo el techo del todos los ferrocarriles estándar europeos en los 2.253 metros del Lago Bianco. Desde aquí hasta la estación italiana de Tirano, a solo 430 metros, el ferrocarril desciende a base de multitud de curvas en herradura y varios túneles en espiral. Entre estos está el más famoso de toda la línea: el viaducto de Brusio. Tras la I Guerra Mundial, el Ferrocarril rético impulsó el turismo y ayudó a que Saint-Moritz albergara los Juegos Olímpicos de invierno de 1928 y 1948.
La mejor manera de disfrutar el Ferrocarril rético es, obviamente, reservar plaza en una línea que cubra uno o ambos tramos. Para llegar a los puntos de partida, Thusis y Tirano, la mejor opción es igualmente el tren por las conexiones con otras ciudades. En el tramo Albula/Bernina es buena idea hacer una larga parada en Saint Moritz, localidad turística de referencia en los Alpes. Además de algunos monumentos famosos como la torre inclinada, el turismo aquí está enteramente dedicado al lujo y los deportes de invierno. Para lo primero hay espectaculares hoteles y calles como Serlas, mientras que lo segundo incluye circuitos de trineo como el Cresta Run y más de 350 kilómetros de pistas. Para disfrutar de ellos tenemos que venir en invierno, cuando los viajes en ferrocarril son no obstante menos frecuentes. En verano nos garantizaremos más plazas y hay otras opciones deportivas como el senderismo y el mountain bike.
Fotos: Kabelleger / Kabelleger
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