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Fortaleza de Wartburgo

Fortaleza de Wartburgo

Turingia (Alemania)

Romántico románico


Cuenta la leyenda, algunos afirman historia real, que en 1207 se celebró un concurso de trovadores alemanes, los conocidos como Minnesänger. Se conoció como Sängerkrieg y su crónica fue relatada en el siglo XIII. El escenario donde transcurrió este supuesto duelo de ingenio fue el castillo de Wartburgo. Como muchos otros, la ola romántica de Alemania en el siglo XIX lo recuperó junto con el Sängerkrieg. Primero fue el uso del Sängerkrieg por parte de Wagner en una de sus óperas más famosas, Tannhäuser. En 1858, la traducción al alemán moderno de la crónica medieval encumbró definitivamente su popularidad, así como la de Wartburgo. Renacía uno de los castillos medievales más prototípicos de Alemania, tanto que fue la inspiración de Ludwig II para la construcción de Neuschwanstein. El de Wartburgo pasó una reforma romántica, pero la base del conjunto monumental es medieval. Además de los románticos, los reformistas también tienen en Wartburgo un símbolo: aquí tradujo Lutero la Biblia al alemán, uno de los puntos culminantes de la Reforma.

Vista del castillo de Wartburgo

Sobre un precipicio de 410 metros a un lado y al otro un asentamiento, que luego sería la ciudad de Eisenach, la construcción del castillo se inició en el 1067. Se concibió como parte de la estrategia defensiva de Louis, conde de Schauenburg. Esta casa era por entonces enemiga de la casa real, pero el cambio dinástico les vino muy bien en el siglo siguiente. Fueron elevados a landgraves, una figura nobiliaria alemana, y el siglo XII elevó la fama del castillo. Alojó a literatos como Walther von der Vogelweide y Wolfram von Eschenbach antes de ser el hogar de Isabel de Hungría, una caritativa cristiana que fue elevada a santa. Hogar de landgraves y margraves durante el siglo XV, en el XVI alojó a su huésped más famoso. Perseguido por las autoridades eclesiásticas tras su excomunión, Lutero se ocultó en el castillo por consejo de su fiel amigo y protector, el emperador Federico III de Sajonia. En tiempo récord, Lutero tradujo la Biblia que luego se vendió por miles gracias a la imprenta.

Posteriormente, el castillo quedó en desuso y los daños de la Guerra de los Treinta Años no fueron remendados. Así, hasta que el literato Goethe, uno de los padres del romanticismo, lo visitó. Fue el punto de partida para la vuelta al estrellato de Wartburgo. Otro punto culminante fue el festival que se celebró aquí en 1817. En él se celebró la victoria sobre Napoleón, se pidió la unidad alemana y se quemaron libros reaccionarios. A todo esto, el castillo seguía en un estado precario que Carlos Alejandro, duque de Sajonia-Weimar-Eisenach, procuró arreglar. En 1838 se inició una reforma romántica que duró hasta 1890. Al finalizar la I Guerra Mundial se eliminó el ducado y se creó una fundación para mantener el castillo y el museo de arte que alojaba. Parte de este museo, la armería, fue esquilmada por comunistas rusos a la vuelta de la II Guerra Mundial, cuando el territorio pasó a ser Alemania del Este.

Palas del castillo de Wartburgo

El entorno del castillo ya invita al romanticismo: el tupido bosque turingio, habitualmente nevado en invierno, rodea el precipicio sobre el que se asienta Wartburgo. Al recinto se entra por una barbacana y puente medievales que dan acceso a un patio con edificios de madera entramada de los siglos XIV y XV. El edificio principal es el palas, que fue restaurado por el gobierno comunista para devolverle parte de su origen románico. No en vano, se trata de uno de los edificios no religiosos románicos más importantes del país. Las habitaciones, sin embargo, conservan el legado romántico. Todos los mosaicos y frescos que veamos aquí relatando las historias de Isabel o el Sängerkrieg son del XIX. Ya fuera del palas, la torre sur vuelve a ser puramente medieval y aloja una mazmorra. El Lutherstube, el lugar donde se alojó Lutero, tiene pinturas de Lucas Cranach.

Junto a Weimar, el castillo de Wartburgo es una de las grandes atracciones de Turingia. A su lado hay un hotel levantado en el siglo XIX, aunque la mayor parte de la gente se aloja en Eisenach, que además merece un paseo. A esta localidad se llega en tren desde Frankfurt, aunque si vamos en coche podremos enlazar esta visita con Eisleben y Wittenberg para completar la ruta sobre la vida de Lutero. Al castillo se sube en una media hora por una rampa que sale de Eisenach. Este paseo se puede evitar con un autobús o en burro, según los gustos. Mejor aún es llegar al castillo dando un rodeo por el bosque protegido turingio: el Höhe Sonne. En el interior, el museo tiene acceso libre, pero para visitar el palas hay que ir en grupo guiado. La sala principal del palas también se utiliza para conciertos, eventos y por supuesto para representaciones de la ópera Tannhäuser.

Fotos: Tjflex2Fr Lawrence Lew, O.P.

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