Monjes alamanes
El lago Constanza es el tercero en extensión de Europa y primero en gestión internacional, pues seis regiones de tres estados lo comparten. Fue formado en la última glaciación y no es más que un ensanchamiento del Rin, que nace unos kilómetros al sur. Un glaciar presionó el terreno y al derretirse surgió el lago. El Constanza se divide en dos lagos muy desiguales unidos por un estrecho tramo denominado Seerhein. El lago Alto es mucho más extenso que el Bajo. Aun así, este tiene el honor de contar con la isla más grande: Reichenau. En el centro de esta, en Mittelzell, Pirminius levantó uno de los muchos monasterios que fundó o reformó. Era el 724, una era de expansión del cristianismo en las tribus dominadas por los alamanes que no habían sucumbido a los romanos. Pirminius no estuvo mucho tiempo, pero fundó el que sería uno de los monasterios más antiguos y relevantes de Alemania. En él se unen las tradiciones carolingia, otoniana y sálica.
Pirminius consiguió el patrocinio del franco Carlos Martel y el alamán Hnabi. Levantó las primeras estructuras de madera, pero el primer impulso llegó de la mano de Haito al arrancar el siglo IX. Este influyente abad y obispo se ganó la confianza de Carlomagno y reformó Reichenau en el 816 reflejando el estilo bizantino que estudió en sus viajes. Su planta cruciforme basilical fue luego replicada en la cercana abadía de Saint Gall. Este siglo fue clave para Reichenau e inició el idilio con los gobernantes que se extendió el siguiente con la dinastía otoniana. A Reichenau se le adjudicaron tierras y se aprovechó de una productiva agricultura gracias a su microclima. Además, los monasterios se beneficiaron de estar en el camino de Alemania a Italia y se formó uno de los scriptorium más famosos de la Edad Media. Entre otros desarrolló aquí su obra el abad Walafrido Strabo. En el siglo IX también se construyó una segunda iglesia y los añadidos y reformas no cesaron durante un tiempo. Solo el ascenso de la abadía de Saint Gall le restó protagonismo.
Cuando en el siglo XVI el obispado de Constanza, rival histórico de Reichenau, tomó el control de la isla, la crisis aumentó. Por entonces se contaban hasta 25 iglesias, conventos y abadías en Reichenau. La mayoría fueron derruidas cuando la isla se secularizó en 1803 y tras la llegada de Napoleón, cuando huyeron muchos religiosos. Hoy la mayoría no son más que sitios arqueológicos entre unos campos de cultivo también secularizados. Afortunadamente, la mayor joya de Reichenau, sus manuscritos medievales, fueron puestos a salvo en Karlsruhe, Heidelberg y Múnich. En este siglo también se unió la isla al continente con una calzada. Las otras dos iglesias que sobrevivieron en Reichenau fueron las contemporáneas con Mittelzell: San Pedro y San Pablo en el noroeste y San Jorge en el este. La primera procede del 799, pero el edificio actual es principalmente del siglo XII. San Jorge se construyó para custodiar una reliquia del santo en el 896.
La isla continúa estando dedicada a la agricultura y sus localidades son pequeñas. La basílica de Santa María y San Marcos de Mittelzell destaca por su arquitectura, pues su original planta combina las dos construcciones consecutivas que tuvo: la iglesia de la Virgen y la de San Marcos. Ambas comparten nave, pero tienen su propio transepto. La parte este fue la primera y destacan sus rasgos carolingios en crucero, transepto y presbiterio. La oeste destaca en ábside y transepto. La iglesia románica de San Pedro y San Pablo está flanqueada por dos grandes torres y destaca por sus frescos. Su pantocrátor del siglo XII es uno de los más antiguos al norte de los Alpes. Aunque San Jorge es posterior, no ha tenido reformas agresivas y su aspecto es básicamente carolingio, salvo algún añadido románico. Sus frescos son todavía más antiguos y se han preservado desde el siglo X excelentemente.
Constanza, justo en el punto en el que el lago se estrecha, es la principal ciudad cerca de Reichenau. El aeropuerto más cercano es Friedrichshafen y hay una estación de tren denominada Reichenau, pero está en la costa. A la isla se accede en autobús, vehículo propio o bicicleta, un medio ideal para visitarla. También se puede pasear toda la isla, pues no es muy extensa. Además de las tres iglesias se puede visitar el Museo Reichenau, aunque es más interpretativo que expositivo y todo está en alemán. En verano la isla está más animada gracias al lago y deportes acuáticos como windsurf o vela. En invierno el clima es duro y el lago se llega a helar. Hay que aprovechar la estancia en la isla para probar sus verduras y vinos. A una hora de Reichenau se encuentran dos puntos turísticos: la bella localidad Stein am Rhein y las cataratas del Rin.
Fotos: Allan Harris / Claudia Schillinger
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