Conos de piedra seca
La arquitectura en piedra seca consiste básicamente en la ausencia de argamasa al edificar, de modo que la unión entre piedras confía exclusivamente en la fuerza de la gravedad y la habilidad del constructor para dirigir la carga. Está presente en muchas culturas y lugares del mundo, pero en algunos adquiere una originalidad inusitada. Es el caso de los denominados trulli en la región italiana de Apulia. También llamadas casedda en el pasado, la denominación actual procede del dialecto de la península salentina, justo el tacón de la bota de la península italiana. La clave aquí es la llanura de caliza de Murgia, la misma piedra que se horadó en la ciudad de Matera. Esta piedra es fácilmente fracturable, por lo que la arquitectura de piedra seca se facilita. Lo que ya no tiene tanta explicación es la sorprendente forma de los trulli, de planta cuadrangular y tejado cónico. Además, el contraste entre las paredes enlucidas en blanco y la piedra sin tratar del tejado, más las agrupaciones de trulli en lugares como Alberobello, conforman una de las arquitecturas vernáculas más visuales del Mediterráneo.
El valle de Itria es una sección de la Murgia Baja, aunque no es exactamente un valle, sino una depresión kárstica. Es una zona rural sin grandes ciudades e intensamente dedicada a cultivos como el olivo y la vid. Es así desde no hace mucho, pues durante la Edad Media la mayor parte de Itria estaba cubierta de bosques. En el propio nombre del principal asentamiento de trulli, Alberobello, adivinamos este antiguo paisaje: árboles bellos. El conde de Acquaviva inició en el siglo XVI la conversión a zona agrícola y llegaron los campesinos. Aquí se enlazan las leyendas o explicaciones sobre la original construcción de los trulli, casi todas con un factor común. Cuentan que construir en piedra seca permitía deshacer fácilmente un edificio cuando el recaudador de impuestos del Reino de Nápoles llegaba, ahorrando dinero al feudo por los impuestos exigidos en la Prammatica De Baronibus. Seguramente no fue la causa, sino un recurso. En 1797, Alberobello fue ascendida a ciudad y salió del control feudal.
Pese a ello, los trulli siguieron siendo populares porque se habían convertido en seña local. En el siglo XX, pese a las nuevas construcciones, las medidas de protección aseguraron una conservación que, por lo demás, requiere de poco. La definición de un trullo admite variaciones, pero generalmente empieza por su ubicación en un suelo de caliza en el que se horadan pequeñas cisternas familiares. La roca extraída se utilizaba para levantar las paredes, formadas por un doble núcleo de un grosor que alcanza 2,7 metros en el Trullo Sovrano. En los recovecos o huecos se insertan ventanas y chimeneas con remates en madera. Las paredes transitan en el tejado a una estructura cónica en dos capas: una interior de dovelas formando la cúpula y una exterior con pequeñas piedras horizontales, las chianche, que sobresalen para que la lluvia fluya. La mayoría coronan el tejado con un pináculo que además de decoración recoge la lluvia. Muchos tejados muestran un símbolo pintado de blanco de origen religioso o mitológico.
Un mapa de 1808 muestra el bosque de Itria con algunos asentamientos y trulli dispersos. Originalmente, este patrón de dispersión en el que un trullo, en ocasiones con varias habitaciones, ocupaba una gran parcela, era la norma. A comienzos del siglo XX, la densificación empezó a agrupar los trulli en barrios, especialmente en Alberobello. Aquí hay dos barrios que aglutinan la práctica totalidad de los trulli, aunque hay alguno relevante fuera de ellos, como la Casa d’Amore, a medio camino entre trullo y construcción estándar, o el Trullo Sovrano, el más grande de todos. El barrio Monti, sobre una colina, alberga 1.030 trulli entre calles en cuesta. En la cima se encuentra la iglesia de San Antonio, construida en el siglo XX en forma de trullo pese a alzarse 21 metros. El otro barrio es Aja Piccola, con 590 trulli en un contexto menos homogéneo, pero más auténtico, pues el turismo se concentra en Monti.
Este turismo ha hecho perder cierta esencia a Alberobello, pues los trulli son mayoritariamente propiedades privadas y sus dueños han visto un filón en convertirlos en hoteles, museos, restaurantes o tiendas en las que la madera de olivo es el atractivo. Alberobello, a una hora de Bari, es fácilmente visitable en tren. De camino desde la estación tendremos la principal panorámica de Monti antes de callejearlo. Es buena idea entrar en algún trullo. Los más grandes, como Trullo Sovrano o Casa Pezzolla, albergan museos. Aunque no sea trullo, la iglesia Cosma E Damiano también merece la pena. En la zona hay buena gastronomía: denominaciones de vino como Locorotondo y Martina Franca, aceite de oliva y dulces como pettole, cartellate y los amaretti. En verano varios festivales animan Alberobello.
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