La joven religión que quiere ser global
Cuando Mirza Hussein-‘Alí nació en Persia en 1817, nada hacía sospechar que se convertiría en el principal profeta de unas de las religiones recientes más seguidas, si no la que más. Unos años después se había convertido en Baha’ullah, la gloria a dios, y fundó el bahaísmo. La principal enseñanza del bahaísmo es que todos debemos unirnos en una única humanidad: un único dios, aunque tenga muchos profetas, una única religión monoteísta dirigiendo nuestras vidas espirituales y una única naturaleza humana, pues todos somos creados por igual. No deja de ser curioso que Baha’ullah predijera en cierto modo la globalización a la que hemos tendido, aunque haya llegado en muchos aspectos salvo el religioso. El caso es que, en menos de 200 años, el bahaísmo ha logrado convencer a unos 7,5 millones de fieles con una característica muy especial: la diversidad étnica. Muchas religiones pueden reclamar tener más fieles, pero los bahaíes se congratulan de tener miembros de más de 2.100 grupos étnicos repartidos por todo el mundo. Treinta edificios en el entorno de Haifa y Acre son el centro espiritual de todos ellos.
Mirza nació en una familia rica, pero rechazó su esperada carrera ministerial para dedicarse a la beneficiencia. Es en ese momento cuando se une al babismo, una nueva religión fundada en Persia a partir del chiísmo. Su creador, Báb, fue perseguido por las autoridades persas por hereje y finalmente sentenciado a muerte por urdir una trama para acabar con el sha. Mirza se unió a una rebelión que clamaba venganza, pero fue apresado. Este es el segundo momento clave en su vida, pues es cuando tiene su revelación y pasa a ser Baha’ullah. Exiliado al imperio otomano, pasó por Bagdad y el Kurdistán antes de llegar a Estambul. Comunicó a sus seguidores en 1863 la revelación que había tenido: el babismo dejaba paso al bahaísmo. Aprovechando la permisividad de los otomanos intentó tomar el mando y escribió cartas a los principales líderes del mundo para que se unieran a su causa. Lo que se ganó fue una nueva reclusión en Acre. Ahí pasó sus últimos 24 años, primero en una cárcel y, cuando los otomanos se ablandaron, en la ciudad.
La vida de Baha’ullah fue mejorando y compró la mansión de Bahjí a las afueras de Acre. Esta mansión ya era conocida por sus jardines otomanos de gran belleza. Cuando Baha’ullah murió, sus fieles bahaíes le enterraron en una capilla junto a su mansión. Este punto se ha convertido en el más sagrado para sus seguidores y el lugar al que dirigen su rezo, al modo de la Meca para los musulmanes. Los jardines que rodean la mansión han sido embellecidos por sus seguidores a lo largo de las décadas y le dan un estilo paradisíaco persa. Destaca un círculo que rodea totalmente la mansión y que los peregrinos recorren durante sus reflexiones. A la capilla se le cambió el techo por uno de cristal y se ha ampliado para añadir habitaciones, dado el creciente número de peregrinos que llegan.
El segundo edificio más sagrado para los bahaíes está en Haifa y se trata de la capilla del Báb. Aquí están los restos del profeta del babismo, que como precursor de su religión nunca ha dejado de ser una referencia para los bahaíes. El diseño y localización, en la falda norte del monte Carmelo, fueron ya indicados por Baha’ullah, que encargó a su hijo la construcción. Esta se llevó a cabo un tiempo después, en 1953, cuando otro descendiente, Shoghi Effendi, terminó de reunir fondos entre los fieles. Un bahaísta canadiense, William Sutherland Maxwell, fue el responsable del edificio. Le dio un estilo ecléctico intentando fusionar corrientes occidentales y orientales. Tiene una gran cúpula sobre una arcada, desde la que se extienden 19 espectaculares jardines en terraza. Effendi, además de erigir la capilla, es también el responsable de la modernización del bahaísmo, ahora dotado de estructuras organizativas. Sus edificios están al lado de los jardines, en la zona conocida como el Arco.
Acre y Haifa distan entre sí apenas unos kilómetros y están conectadas por tren, aunque el aeropuerto está en la segunda. La mayor parte de los edificios bahaíes están en algún lugar de ambas ciudades, aunque para llegar a la mansión Bahjí hay que tomar un taxi o bus. En Haifa, la capilla del Báb se ha convertido en el principal monumento para los turistas, que comparten espacio con los peregrinos. Los bahaíes están encantados de recibir visitas y ofrecen visitas guiadas por los jardines y la capilla, contando en el proceso los preceptos de su religión con la esperanza de aumentar su base de fieles. Los jardines de Bahjí atraen también a muchos turistas y se pueden contratar con un tour conjunto con los edificios de Haifa.
Fotos: Zvi Roger / Natascha M
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