Marruecos andalusí
En el sur de la península ibérica, sobre todo en las provincias andaluzas de Cádiz y Málaga, abundan los conocidos como Pueblos Blancos. Son localidades encaramadas en colinas cuyas casas están uniformemente encaladas en blanco. Muchos de estos pueblos fueron fundados en la época en la que esta parte de Europa estuvo dominada por los musulmanes. Hoy día, cuando saltamos el pequeño estrecho que separa España de Marruecos, es fácil ver la conexión. Más allá del tamaño, medinas como la de Tetuán podrían pasar por un Pueblo Blanco más. La relación de esta ciudad, uno de los principales puertos del norte de Marruecos, con España, ha sido y es fuerte. Además de ser uno de los principales nexos con Al-Andalus tras la conquista musulmana, tras la expulsión de estos de la península ibérica muchos poblaron Tetuán. Se les conoció como andalusíes y con ellos trajeron su cultura, incluidas las costumbres arquitectónicas. Esto es lo que hace más especial a una medina de marcado carácter andalusí que además se ha conservado excepcionalmente.
Tetuán se asienta en el extremo final de las montañas del Rif, en concreto en la loma del Jabal Dersa. La ciudad mira al Mediterráneo desde el valle de Martil, cuyo río desemboca en el considerado puerto de la ciudad, aunque formalmente Martil es una ciudad aparte. Los primeros asentamientos en este fértil valle fueron conquistados por fenicios y romanos, que fundaron la ciudad de Tamuda. La antigua Titawin nace no obstante en la era de dominación musulmana de la península ibérica. Sobre el siglo VIII-IX es cuando empieza a ser nombrada como puerto de paso a Al-Andalus. A estas alturas no deja de ser secundaria comparada con Ceuta. Con la dinastía benimerín, Ceuta se rebeló y Tetuán la sustituyó como puerto preferente. Esto ocurrió en el siglo XIV, pero unos años después Castilla acabó con Tetuán, que pasó a ser un amasijo de ruinas. Una segunda juventud llega con los andalusíes, cuando Granada cae a finales del siglo XV. Muchos musulmanes cruzan el estrecho buscando refugio. Van acompañados de muchos judíos que huyen por razones similares y juntos levantan de nuevo la medina de Tetuán.
La convivencia de los andalusíes con otros bereberes no fue fácil. Tampoco con los cristianos: con Ceuta en manos españolas o portuguesas, las trifulcas fueron habituales y los españoles acabaron con el puerto en 1565. Con las dinastías marroquíes la cuestión era más de poder: Tetuán mantuvo su independencia frente a los sultanes del sur contra viento y marea. La ciudad, formada entonces por el barrio viejo Al-Balad y una kasbah para sus gobernantes, no es precisamente grande. Aumenta su tamaño con una nueva ola de inmigración desde España: la expulsión de los moriscos en 1609. Poco después, el implacable Mulay Ismail acaba con la independencia de Tetuán, aunque la situación no se normalizó hasta que el gobernador de Tánger Ahmad al-Riffi pacificó la situación y levantó nuevos edificios como la mezquita Basha y el palacio de Meshwar. En el siglo XIX, las cosas se volvieron a complicar: Tetuán vivió una fase de dominio español que solo acabó con la anexión marroquí de 1956.
El principal valor de la medina es que conserva su homogéneo diseño y materiales originales como ninguna otra del norte del país. El diseño definitivo procede del siglo XVIII. Es muy original, pues está formado por dos cuadriláteros que casi forman un 8 orientado desde el noroeste en la montaña hacia el sureste. Está dividida en los barrios andalusí, bereber y judío, aunque apenas notaremos diferencias. Toda la medina está rodeada por cinco kilómetros de murallas de unos seis metros de altura intercalada por bastiones, uno en forma de estrella, y siete puertas. Estas están conectadas en el interior por anchas calles que dan un respiro entre los múltiples callejones, algunos de ellos cubiertos como los sbat. Al-Balad concentra las mansiones más antiguas, varias de estilo andalusí, y gremios históricos al estilo de Fez: textiles, joyas, pieles, etc.
Tetuán está a unos sesenta kilómetros de Tánger, principal puerta de entrada por mar desde Europa, aunque también cuenta con un pequeño aeropuerto. Una vez entremos en la medina es interesante llevar un guía para no perdernos en el laberinto de callejones y zocos. No obstante, si queremos disfrutar del encanto de perdernos, siempre podemos retornar a las calles principales fijándonos en los adoquines. Es aconsejable subir a alguna azotea para ver las vistas. Una vez fuera, podemos relajarnos en la animada avenida Mohammed V. Tetuán está rodeada de huertos frutales de naranjos, almendros o granadas. Una de las bebidas más famosas es el zaazaa, un batido de frutas. Tetuán tiene un agradable clima todo el año. Si vamos en verano podemos disfrutar de playas cercanas como la de Cabo Negro.
Fotos: Yassine Abbadi / Luis Gosalbez
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