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Monasterio de Alcobaça

Monasterio de Alcobaça

Centro (Portugal)

Amor labrado en gótico


En el siglo XIV, Alfonso IV de Portugal y Beatriz de Castilla protagonizaron el primer enlace entre estas dos Coronas ibéricas. Lógicamente quisieron prolongar el proyecto. Para ello empezaron por unir a su hija con Alfonso XI de Castilla. Sin embargo, este despreció a su esposa provocando una guerra. Buscando un cambio de dirección, los portugueses cerraron un nuevo matrimonio entre su primogénito Pedro y la castellana Constanza, hija de un rival de Alfonso XI. Todo parecía tener sentido hasta que Pedro se enamoró de una cortesana de Constanza llamada Inés de Castro. Que un rey tuviera amantes estaba a la orden del día, pero Pedro se dedicó a airear su amor, reconocer sus hijos ilegítimos y, una vez muerta Constanza, casarse con Inés a espaldas de su padre. Alfonso, harto del tema, mandó asesinar a Inés en 1355. La discusión familiar casi deriva en guerra civil, pero Pedro no olvidó. Cuando se convirtió en Pedro I de Portugal hizo exhumar el cadáver de su esposa, coronarlo y hacer que la corte le besara su podrida mano. Este último capítulo es la parte legendaria de una de las historias de amor más conocidas de Portugal. Sí es cierto que Pedro trasladó el cadáver para que descansara a su lado en el principal monasterio portugués de la época: Alcobaça.

Lado izquierdo de la tumba de Inés en Alcobaça

Un pequeño asentamiento entre los ríos Alcoa y Baça fue el punto elegido por otro rey anterior, Alfonso I, para celebrar la victoria cristiana sobre los musulmanes en la batalla de Santarém. Era 1147 y desde el comienzo tuvo claro que el proyecto se otorgaría a la orden cisterciense, de reciente creación en Francia. Las obras se iniciaron en 1178 y finalizaron en 1252 con la consagración. Esto en cuanto a la iglesia, porque solo entonces se empezó con el claustro, encargado por el rey Dionisio I. El monasterio destacó por su unión con la Corona y su scriptorium. Ambos factores se unieron en una serie de manuscritos sobre la historia de Portugal que desgraciadamente se perdieron en el siglo XIX. Fue un siglo fatal, con saqueos por parte de tropas francesas y dejadez tras la disolución de las órdenes religiosas en el país. Solo el tiempo recuperó la importancia patrimonial de Alcobaça.

Esta reside en dos hechos: Alcobaça fue el primer templo gótico del país y aún es el más grande de todos. Aunque la estructura básica medieval no se haya tocado, sí que hay añadidos posteriores como las dos torres del XVIII. Siguiendo al Císter, Alcobaça tiene líneas sobrias con la decoración justa para no avasallar y apuesta por la luz gracias a ventanales y rosetones. Esto se pierde en el segundo piso del claustro o la sacristía, mandadas levantar por Manuel I en el siglo XVI en un estilo diametralmente opuesto. El interior de la iglesia es inmenso, con tres naves y una marcadísima verticalidad. El claustro, conocido como del Silencio, es uno de los claustros cistercienses más grandes de Europa. Abundan los motivos vegetales y animales, con detalles renacentistas como la fuente del piso inferior. Alrededor del claustro están las habituales estancias monásticas: el refectorio con un fantástico púlpito, la interesante cocina con su descomunal chimenea cubierta de azulejos del XVIII, la sala capitular, etc.

Claustro del monasterio de Alcobaça

Que Alcobaça fue relevante para la realeza lo demuestra su panteón real, con varias tumbas de los siglos XIII y XIV. Por encima del resto destacan las tumbas de Pedro e Inés, localizadas en el transepto de la iglesia. No tienen autor conocido, pero las esculturas y relieves góticos de ambas tumbas se encuentran entre las mejores del país. Están llenas de detalles: empiezan estando soportadas por leones o bestias, terminan con ángeles rodeando los cuerpos tallados y tienen entre medias varios paneles de gran valía. En el caso de Inés, estos paneles muestran imágenes religiosas, pero Pedro no se resistió e incluyó escenas de su historia con Inés. El panteón como tal se levantó en el siglo XVIII y en él se reunieron las tumbas de Alfonso II y III, Beatriz de Castilla y Urraca. Incorporan también estilos mudéjar y románico.

Alcobaça es un pequeño pueblo de unos 15.000 habitantes que ha vivido siempre en función de su gran monasterio. La ciudad no tiene mucho más, pero es aconsejable un paseo por el centro. Es accesible en tren, pero si vamos en coche podemos aprovechar y acercarnos en el día a visitar el monasterio de Batalha o el Convento de Cristo de Tomar, que junto a Alcobaça forman un completo triángulo patrimonial. Los tres comparten una entrada conjunta que merece la pena. En Alcobaça, esta entrada da acceso al claustro, pues la iglesia en sí, tumbas incluidas, es gratuita. La historia de Pedro e Inés ha inspirado multitud de obras literarias portuguesas, lo que incluye al genio nacional Luís de Camões.

Fotos: Concierge.2CConcierge.2C

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