Suaves lienzos
En África, un kopje se refiere a una pequeña colina rocosa de granito o gneiss en medio de una llanura. Aunque suelen ser formaciones que han resistido aisladas la erosión, en algunos lugares se agrupan. En el caso de los montes Matobo del sur de Zimbabue, la extensión de kopjes graníticos es tan amplia que forman un batolito, esto es, una superficie granítica de muchos kilómetros cuadrados. Los kopjes de Matobo son tan antiguos que la erosión ha ido provocando formas casi milagrosas. Llamados cabezas calvas por las etnias locales, en Matobo abundan los refugios naturales, lo que ha favorecido su ocupación desde hace 100.000 años, más si sumamos otros homínidos anteriores al Sapiens. Nuestra especie es la responsable del numeroso arte acumulado en Matobo, que se estima se remonta a 13.000 años. En tan largo tiempo, comunidades de cazadores-recolectores fueron desplazadas por sociedades más complejas que vieron en Matobo monumentos sagrados cuya vigencia sigue presente.
Los montes Matobo ocupan un área de más de 2.000 kilómetros cuadrados. Rodeados de sabana, el paisaje aquí asemeja un mar de kopjes y formaciones similares que tienen en común la suavidad y redondez. Es el producto de un larguísimo proceso que comenzó hace más de 2.000 millones de años, cuando una capa de granito emergió a la superficie. Esta dura roca necesita tiempo para ser erosionada, pero tiempo es lo que han tenido los montes Matobo. Distintas erosiones han ido generando las actuales formaciones. En algunos casos, la erosión es caprichosa y consigue ejemplos tan inverosímiles como las rocas en balanceo de la Madre y el Hijo. Entre los kopjes discurren varios ríos que forman valles cenagosos por los sedimentos que arrastran. Esta hidrología y su contraste con la sabana conforman un paisaje de flora muy diferente por la diversidad botánica y densidad boscosa. A su vez, esto atrae fauna que incluye más de 300 especies de aves, los reintroducidos rinocerontes blancos y especialmente los leopardos, que tienen aquí un santuario.
Los valores naturales llevaron en 1926 a Cecil Rhodes a la creación del área de conservación. Se protegieron así también los valores históricos y artísticos de una de las regiones de ocupación más prolongada en África. Por entonces habitaba Matobo la etnia ndebele, que se resistió a la colonización utilizando los montes como fortín. Según los misioneros y exploradores, esta etnia no había llegado mucho antes a Matobo e incluso se conserva la tumba del líder que les llevó aquí, Mzilikazi. Los ndebele han prolongado el culto ancestral que algunos estiman está presente desde la Edad de Hierro. Según este, el lugar es hogar del dios Mwali, lo que ha garantizado la conservación del lugar y presencia de sitios de culto como Njelei y Dulu que atraen a muchos peregrinos. Los primeros habitantes, pertenecientes a la Edad de Piedra, eran cazadores-recolectores. Restos arqueológicos suyos como cerámica prehistórica se han encontrado en cuevas como Bambata, una de las más investigadas del sur de África.
Bambata es uno de los cientos de sitios de arte rupestre que hacen de Matobo uno de los más densos en África. La suavidad del relieve y cuevas han proporcionado excelentes lienzos para los habitantes de Matobo. La mayoría se enclavan en la Edad de Piedra tardía, con algunos ejemplares de los agricultores de la Edad de Hierro. Además de los motivos, el pigmento utilizado difiere, siendo las más antiguas de un intenso rojo. El estilo es naturalista, pero no totalmente realista, con mucha presencia de hombres, animales y árboles. Aunque la antigüedad máxima se ha datado en 13.000 años, la mayoría fueron realizadas por la etnia san hace unos 1.500 años. Las cuevas más relevantes se identifican según su animal protagonista: elefantes en Bambata, jirafas en Nswatugi o rinocerontes en el Refugio del Rinoceronte Blanco. Otras como Inanke, la más nutrida, incorporan pinturas de la Edad de Hierro.
Los montes Matobo ocupan el segundo lugar en el turismo nacional tras las cataratas Victoria. Bulawayo, al norte, es la puerta de entrada gracias a sus conexiones con el resto del país en tren, autobús o avión. A solo treinta kilómetros aparecen los primeros kopje, por lo que podemos optar por una excursión de día o dormir en alguno de los lodge o campings. Hay varios en el campamento Maleme, donde están las oficinas centrales. Hasta aquí llega la carretera asfaltada, pero el resto de caminos están en bastante buen estado. Las actividades principales son el avistamiento de fauna, senderismo y excursiones a caballo. En algunos de los itinerarios podremos ver algunas de las principales cuevas pintadas, siendo Nswatugi e Inanke las más accesibles. Uno de los puntos más visitados es el World’s View, donde además de la vista está la tumba de Cecil Rhodes. Es mejor evitar la estación lluviosa que va de diciembre a febrero.
Fotos: Lars Lundqvist / Mike
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