Mirando al infinito
En ocasiones, no restaurar apenas un lugar es la opción adecuada. Hay algo de inquietante y romántico en las colosales cabezas sin cuerpo esparcidas en la falda de Nemrut Dağ, muchas desnarigadas y erosionadas. Instaladas sobre dos terrazas a los lados de un enorme túmulo de cincuenta metros de altura y 150 de ancho, miran impasiblemente al horizonte con sus cuerpos decapitados tras de sí. El rostro de las figuras nos recuerda a la Grecia Clásica, pero los ropajes son armenios. El halo de misterio se desvanece a leer las inscripciones del lugar: las estatuas protegen un mausoleo de una corta civilización perdida que combinó sus orígenes persa y griego. Asentado en las montañas Taurus y el valle del Éufrates, con su capital en Samosata, Comagene tenía como vecinos cercanos a los reinos de Siria, Partia, Armenia y Roma. Cuatro potencias que influyeron en este pequeño reino que durante más de 200 años funcionó como colchón para atemperar los ánimos entre Occidente y Oriente. Cuando se desvanecieron, dejaron tras de sí mausoleos tan impresionantes como Nemrut Dağ.
La zona de Comagene fue un reino hitito-sirio que luego se integró en los imperios asirio y persa. Alejandro Magno conquistó la zona y, tras su muerte, nacieron varios estados helenísticos como el seléucida, nuevamente bajo la órbita persa. En el año 163 a.C., en un momento de debilidad de estos, Ptolomeo de Comagene se declaró independiente y se acercó a los partos, rivales de los seléucidas. Sus descendientes se alejaron de los persas para abrazar sus raíces helenísticas, unirse en matrimonio con los sirios y aceptar el vasallaje a Armenia. Cuando los estados helenizados empezaron a romanizarse, a Comagene le tocó su turno y cerró el círculo. En pocos años podía presumir de tener relaciones con medio mundo. Sin embargo, si tus socios se pelean llega el momento de tomar parte. Antíoco I Theos se alió con Roma en el siglo I a.C. Este movimiento finalmente derivó en la anexión al imperio en el año 72.
Quizá Antíoco retrasó lo inevitable, pero es posible que hubiera cambiado su postura de saber lo que ocurriría. No solo diluyó su estado hasta hacerlo desaparecer, sino que los romanos abandonaron y saquearon en lo posible lugares como Nemrut Dağ, precisamente su mausoleo. Había ordenado su construcción pocos años después de ascender al poder en el 70 a.C. Dejó muchas indicaciones de cómo tenía que ser enterrado y adorado en otra vida. Esto nos describe la evolución de Comagene, una mezcolanza de religiones persa zoroastriana, griega y armenia, un complejo sincretismo que se fue perdiendo. Nemrut Dağ fue utilizado por sus sucesores, pero pasó al olvido al desaparecer Comagene. Los árabes lo descubrieron y le dieron su nombre actual al relacionarlo con el bíblico Nemrod, constructor de la Torre de Babel. Posiblemente su iconoclastia fue la que destruyó parcialmente las estatuas. También ayudó la erosión natural por el frío y la arena, que fue limando la caliza. Karl Sester, un ingeniero alemán, descubrió las ruinas en 1881, aunque el sitio se investigó en los años 50.
Lo que nunca se ha encontrado es la tumba en sí. El túmulo, que corona los 2.134 metros del monte Nemrut, tiene probablemente la culpa: la tumba estaría debajo, pero esto no es una pirámide, sino un túmulo de piedras sueltas que dificulta su exploración. Lo que sí vemos son las dos terrazas monumentales en el este y oeste excavadas en la misma roca. La del este tiene una estructura formada por cinco estatuas sedentes flanqueadas en cada lado por un águila y un león. Los dioses identificados demuestran la mezcla sincrética de Antíoco, que no resistió colocarse entre ellos. Frente al conjunto hay un altar y losas verticales con relieves e inscripciones identificando el lugar. La terraza del oeste comparte casi completamente diseño. No tiene altar, pero los excepcionales relieves son muy interesantes: se puede ver a Antíoco dando la mano a varios dioses y la fecha de su alianza con Roma. En el norte hay una pared, parte de un camino procesional.
La pujante ciudad de Adıyaman, con vuelos a las principales ciudades turcas, es la puerta de entrada. En su museo están los restos de esta civilización. Es buena idea hacer noche en Kahta: nos ahorrará camino, pues la idea es madrugar para ver el impresionante amanecer. El atardecer es otra opción, porque cada terraza da a un lado. Hay que ir con ganas de andar y ropa de abrigo, pues estaremos muy arriba. Por lo mismo se suele venir de abril a octubre, aunque Nemrut Dağ con nieve es una experiencia. Es habitual contratar un tour de un día que luego nos lleve a otros puntos del Parque Nacional Nemrut Dağ como el túmulo Karakuş, el castillo Kahta y el puente Cendere. También se puede hacer por libre, pero hay que tener cuidado con la carretera.
Fotos: Yodod / Bjørn Christian Tørrissen
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