Paisaje de expatriados
Aunque el término diáspora se suele referir a las comunidades judías, en realidad aplica a cualquier grupo humano que emigra por distintas razones. Una de las más influyentes, antiguas y amplias ha sido la griega, que se puede trazar desde tiempos de la Grecia Clásica. Muchas colonias griegas se fundaban no por placer aventurero, sino por presiones demográficas o consecuencias políticas. Esta tónica se intensificó tras la conquista otomana. En esta era, previa a la diáspora económica del siglo XX, los griegos intentaban mantener su autonomía pese al control musulmán, pero la realidad forzaba un goteo migratorio. Incluso en sitios más recónditos como Zagori. Aquí, no obstante, durante varios siglos repitieron un patrón particular: vivían su infancia entre las montañas, se iban en su etapa adulta para mejorar su posición económica y retornaban en la vejez. Mientras estaban fuera garantizaban su futuro en los orígenes nutriendo la región con unos fondos que transformaron este paisaje cultural.
Zagori forma parte del Pindo, una cordillera de los Alpes dináricos que recorre unos 160 kilómetros principalmente en Grecia. Como otras zonas balcánicas, Pindo está modelada por su origen kárstico y la última etapa de glaciación, dando lugar en Zagori a postales tan famosas como el pico Tymfi de 2.497 metros de altura y la espectacular garganta Vikos. De unos 32 kilómetros de longitud, está considerada una de las gargantas más profundas en relación a su anchura, pues en algunos puntos apenas se abre unos metros. Recoge las aguas de distintos ríos estacionales para en su parte final formar el río Voidomatis, uno de los que presume de tener las aguas más cristalinas en Europa. El río vertebra el paisaje cultural Zagori, región que pese a su actividad histórica ha logrado conservar grandes áreas de bosque primario. Hoy parte de un Parque Nacional, Pindos también alberga buena muestra de la fauna mediterránea como osos pardos, lobos, nutrias europeas o halcones peregrinos.
Las montañas han visto actividad humana desde hace 20.000 años, por lo que estamos en una zona tan natural como cultural. Grupos eslavos se instalaron sobre el siglo VI, aunque tenemos que esperar al XIV para que Zagori aparezca en distintos textos. Se construyeron los primeros monasterios, actividad que no cesó con el dominio otomano. Zagori, fuera de las regiones más urbanas, mantuvo una alta autonomía y la vida fue inicialmente la misma. Estableció su carácter agropastoral en el que empezó a dominar un patrón de nomadismo estacional con la trashumancia. En ello tuvieron que ver nuevos grupos humanos que dieron variedad a la región y la terminaron de impulsar con nuevas infraestructuras como puentes, calzadas y escaleras. No obstante, la vida era dura y muchos habitantes emigraban temporalmente para proveer de fondos a la región, patrón que se intensificó en los siglos XIX, cuando los otomanos elevaron los impuestos, y sobre todo en el XX. Además, en el contexto de la II Guerra Mundial varias aldeas fueron destruidas, lo que agravó la situación de Zagori.
Con el tiempo, la zona ha sido reconstruida y se ha orientado al turismo. El patrón de las veinte principales aldeas Zagori, orientadas al oeste y denominadas conjuntamente Zagorochoria, parte de una adaptación al contexto montañoso. La vida gira en torno a la plaza central o mesochori, dominada en muchas ocasiones por imponentes árboles antiguos como los de aldeas famosas como Áno Pediná, Kipoi o Monodéndri. Podemos encontrar infraestructuras comunes como bancadas, fuentes, iglesias, hospederías, colegios y monasterios. Las viviendas más tradicionales utilizan piedra exteriormente, madera en los techos, a veces pintados, y pizarra para las tejas. Las calles de las aldeas suelen estar adoquinadas, material que también conecta las aldeas haciendo uso además de decenas de puentes como el de triple arco de Kaloutas y escaleras. Además, en los exteriores se mantienen todavía varios bosques de carácter sagrado que escaparon de las talas y que además previenen los corrimientos de tierra.
Zagori se ha convertido en uno de los focos del turismo griego fuera de las rutas más frecuentadas y está entre los mejores destinos de montaña. La puerta de entrada se encuentra en Ioánina, a una hora del mar Jónico y unas dos desde Meteora. Aunque podemos utilizarla como base, merece la pena alojarse en las aldeas Zagori, que se expanden hacia el norte. Moviéndonos en coche tendremos libertad para acercarnos a todas las posibilidades que ofrece la región: multitud de rutas por caminos antiguos como las escaleras de Vradéto, actividades de montaña como rafting en la garganta Vikos o alpinismo a lagos glaciares como Drakolimni y actividades más relajadas como bañarse en la cascada Iliohori. La gastronomía es también un fuerte de Zagori, con protagonismo de queso y carne en sus distintas versiones de pitas, una especie de tarta salada. Si vamos en verano, además, es seguro que coincidiremos con alguna fiesta local.
Fotos: Costas Zissis / Erik1980
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