Huyendo de la barbarie
Tras la II Guerra Mundial se popularizó un término para identificar una terrible práctica en la historia de la humanidad, el genocidio. Es posible trazar la existencia de genocidios desde la Antigüedad, aunque en la época colonial aumentaron, especialmente cuando algunas propuestas supuestamente científicas del siglo XIX propugnaban la superioridad de las etnias europeas. Nombrado por muchos como el primer gran genocidio del siglo de los genocidios y posible inspiración para Hitler, entre 1904 y 1908 el imperio alemán acabó con decenas de miles de nativos de las etnias herero y nama. Hartos de su opresión, estos grupos se sublevaron frente a los colonos. Tras ser vencidos en sucesivas guerras, Alemania, que aceptó los hechos en 2004, masacró sus poblaciones bajo las órdenes del general Trotha confinándoles en zonas desérticas o campos de concentración. Pese a ello, los nama son hoy el grupo más numeroso de la etnia khoikhoi. Distribuidos entre Botsuana, Namibia y Sudáfrica, en la última disfrutan de un amplio territorio, Richtersveld, en el que desarrollan su tradicional ganadería trashumante.
Esta tiene lugar en un contexto muy complicado, pues Richtersveld es parte de la árida región de la desembocadura del río Orange que marca la frontera entre Namibia y Sudáfrica. Este clima extremo no es óbice, sin embargo, para que Richtersveld sea un punto caliente de biodiversidad por su densidad de especies. Destaca especialmente su vegetación de tipo matorral suculento o aloes, capaces de conservar humedad en su interior. Las especies varían según la distancia a la costa y altitud. Richtersveld es un paisaje mayormente rugoso, con profundos cañones, aquí denominados kloofs. El patrimonio natural de la región está protegido por un Parque transfronterizo compartido con Namibia, con la zona cultural adyacente por el sur. Aunque se pueden encontrar pastores nama en el norte, la zona donde son dueños y señores del territorio es Richtersveld. Aquí practican su pastoreo y nomadismo, que por otro lado son perfectamente compatibles con la sostenibilidad del acervo botánico.
La mejor prueba es la coexistencia histórica de los nama en Sudáfrica y Namibia, a la que es difícil poner fechas por la ausencia de registro escrito hasta la llegada de los europeos. Parece que grupos nama alrededor del Cabo fueron empujados en el siglo XVIII al norte por los colonos hasta llegar al río Orange. Tampoco disfrutaron de mucha paz con la constante presencia de bandoleros y misioneros. Tras el genocidio practicado por los alemanes, los nama se recluyeron en Richtersveld, donde mantuvieron sus tradiciones. En la era sudafricana del apartheid tuvieron que asumir la llegada de otra etnia desplazada, los Boslius Basters. Inicialmente, ambos grupos entraron en disputas, pero con el tiempo aprendieron a convivir hasta el punto de haberse difuminado las diferencias entre ambos tras entremezclarse entre ellos. Con el fin del apartheid, los nama lucharon por legalizar su presencia en las 160.000 hectáreas de Richtersveld hasta conseguir la plena autonomía en el 2002.
Richtersveld se convirtió así en el único punto donde los nama han mantenido su forma de vida tradicional basada en la trashumancia de ovejas y cabras. En los alrededores de Richtersveld también se han establecido en aldeas como Kuboes, Lekkersing y Eksteenfontein. La tendencia actual entre los jóvenes nama es a migrar a estas aldeas e incluso otras partes del país. El sistema tradicional de trashumancia está basado en patrones estacionales de migración determinados por caminos y campamentos. Hay cuarenta de estas agrupaciones de chozas diferentes que los pastores utilizan temporalmente. Su gestión es familiar y comunal, igual que el uso de determinados pastos. Los campamentos cuentan con kraals, zonas valladas para el ganado, y las casas tradicionales nama. Denominadas por ellos como |haru oms y conocidas también como matjieshut, son la forma arquitectónica por excelencia de los nama. Lo más característico es su forma semiesférica definida por un armazón de madera y una o dos capas de tapetes tradicionalmente tejidos por las mujeres. Los |haru oms están diseñados para ser desarmados y transportados fácilmente, aunque algunos son fijos.
Con el declive de la trashumancia, una vía para mantener vivo el paisaje cultural de Richtersveld es el turismo etnográfico y deportivo. El acceso a la zona es conveniente realizarlo en 4×4. Es un largo camino desde Ciudad del Cabo, unas ocho horas al sur. Para alojarnos podemos elegir las aldeas alrededor de Richtersveld o varios campamentos en su interior Es habitual alojarse en |haru oms, más o menos modernizados, y disfrutar de la comida típica en otro tipo de choza, las kookskerm. Además de estas experiencias hay distintos itinerarios de senderismo en el interior, para lo cual es conveniente contratar a algún guía en las aldeas. Para complementar podemos acercarnos al museo de Eksteenfontein y a los humedales de la desembocadura del Orange.
Fotos: Andrew Hall / Appalachian Dreamer
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