La última Persia
Hace unos 200 años que Teherán es la capital de Irán. No es un tiempo tan corto si tenemos en cuenta que este país ha tenido más de treinta capitales diferentes. De hecho, ahora se están planteando mover la capital de ciudad por la alta polución de Teherán. El responsable de traer en 1796 la capital al pie de las montañas Alborz fue Aga Muhammad Khan. Dos fueron las razones: la primera fue la de subyugar sus territorios del Cáucaso, que llevaban décadas siendo independientes de facto y estaban bajo la amenaza de ser invadidos por Rusia. La segunda, distanciarse de sus rivales, pues Aga fue el fundador de la nueva dinastía Qajar. A pesar de su corto gobierno, Aga consiguió ambos objetivos, aunque bien es cierto que el Cáucaso pasó a manos rusas no mucho después. Sí permaneció durante más tiempo la dinastía Qajar, cuyo principal símbolo en la nueva capital es el palacio de Golestán. En este palacio, los Qajar lograron unir las influencias de la artesanía y arquitectura persa con las nuevas formas occidentales, especialmente en las nuevas técnicas de construcción.
Teherán cuenta con una larga historia, aunque la relevancia le ha llegado hace bien poco. Durante mucho tiempo fue un simple suburbio o ciudad vecina de una gran urbe, la ciudad meda de Rhaga o Rey. Hoy es al revés, siendo Rey un suburbio más de Teherán. En el 641, Rey resistió con fuerza los nuevos aires islámicos que traían los árabes, lo que le valió su destrucción. Se supo reponer, algo que fue imposible tras el paso de los mongoles en el siglo XIII. Es entonces cuando los supervivientes se mudan a la pequeña Teherán. La vida siguió más o menos igual hasta el XVIII. Primero fue la dinastía Zand, por medio de Karim Khan, la que levantó un palacio. Es posible que Karim se planteara situar su capital aquí, pero terminó eligiendo Shiraz. Desde los Qajar, Teherán ha vivido su edad dorada: se construyó la ciudadela Arg, un gran bazar cubierto y la ciudad despegó. Ha vivido varios rediseños muy radicales, especialmente el de comienzos del siglo XX ejecutado por el modernista de Reza Shah, refundador del Irán como lo fue Ataturk de Turquía.
Golestán fue uno de los lugares señalados por Reza Shah para ser derribado en pos de la modernidad, aunque logró sobrevivir. El palacio fue el centro de la ciudadela levantada inicialmente en el siglo XVI y rediseñada por los Qajar. Arquitectónicamente, Golestán fue creciendo durante todo el siglo XIX, especialmente en la segunda mitad de la mano de Naser ed-Din Shah. De su época son las principales estructuras y la muralla que protege el recinto. Sus edificios inspiraron a arquitectos y artistas persas desde su construcción: Golestán no fue solo un recinto real, también fue un centro cultural. Tras el ascenso de los Pahlavi con Reza Shah, buena parte de las dependencias fueron eliminadas, incluido un fantástico teatro, para dejar hueco a edificios gubernamentales y comerciales levantados en los 50. Golestán también dejó de ser la residencia real por el traslado de esta al palacio de Niavaran. Funcionó desde entonces para recepciones reales y coronaciones.
Lo que queda en Golestán no es poco: el complejo incluye ocho recintos palaciegos levantados en los 150 años de dinastía Qajar. Desde el comienzo, Golestán fue levantado en torno a un complejo de jardines y piscinas típicamente persas. La más antigua de todas las estructuras es el trono de mármol o Takht e Marmar. Se trata de un edificio en el que deslumbra una terraza esculpida por la dinastía Zand, aunque muy renovada por los Qajar. Contiene 65 piezas de mármol representando personas, hadas y demonios que se utilizó en coronaciones. Los otros dos edificios destacados son el del sol o Shams ol Emareh y el de los captadores de viento o Emarat e Badgir. El primero tiene dos torres mirador y una base inferior muy decorada. El segundo responde a una tradición persa de instalar sistemas de ventilación con torres.
Teherán es una megalópolis de más de diez millones de habitantes con cada vez más problemas de tráfico y polución. Es una ciudad moderna con iconos como la torre Azadi, símbolo de la ciudad, o la torre Miland de 427 metros. Teherán es visitada normalmente al entrar o salir del país. Golestán alberga hoy varios museos en sus distintas estancias que principalmente cuentan la historia Qajar. Además de estos museos, en Teherán están los principales del país. Junto a los complejos palaciegos de Sa’dabad y Niavaran y la torre Tuğrul, único resto de Rey, completaremos la visita. Hay grandes bazares para ir de compras y, si venimos en invierno, las pistas de esquí están muy cerca. Es mejor, no obstante, acercarse en primavera u otoño: estando a 1.200 metros de altitud el clima de Teherán es de extremos.
Fotos: Diego Delso / David Holt
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