Transición del nuevo arte
Adolphe Stoclet nació en 1871 en el seno de una acomodada familia de banqueros. Estudió ingeniería civil y empezó a trabajar en el diseño de líneas de ferrocarril. Estaba en Viena supervisando unas obras en 1904 cuando conoció a Josef Hoffmann, un renombrado arquitecto que había saltado a la fama gracias a su participación en la Secesión de Viena, un grupo de artistas contrarios a las líneas clásicas austriacas. Hoffman estaba entonces trabajando en el sanatorio Purkersdorf, una de sus principales obras. La providencia quiso que Stoclet tuviera que volver a Bruselas porque su padre había muerto. Con ello, el joven Stoclet heredaba la dirección de la Société Générale de Belgique, un conglomerado de cuarenta empresas, desde la banca a las minas en el Congo. Stoclet necesitaba ahora un nuevo hogar a la altura de su figura pública y pensó inmediatamente en Hoffman, con quien compartía gustos. Así nació el proyecto del Palacio Stoclet. Hoffman consiguió el encargo con el que todo arquitecto sueña: libertad total tanto en lo artístico como en lo presupuestario. No es por tanto extraño que el palacio sea la obra de su vida, gracias también a la colaboración de artistas como Gustav Klimt o Fernand Khnopff. Stoclet es un símbolo de los aires de cambio que sucedieron en la arquitectura en el cambio del siglo XIX al XX.
La Secesión de Viena había nacido poco antes, en 1897, con Hoffman y Klimt entre los miembros fundadores. La corriente tenía como fundamento la oposición al conservadurismo e historicismo de la Vienna Künstlerhaus. Se unía así a corrientes similares en media Europa, como en Berlín y Munich. Desde el comienzo montaron exposiciones rompedoras con su arte y el de los impresionistas franceses. Las disensiones internas no tardaron en aparecer y el radical modernismo de Otto Wagner no terminó de convencer a Hoffman. En 1903, él y su amigo Koloman Moser montaron con dinero del industrial Fritz Wärndorfe la agrupación Wiener Werkstätte. El propósito era doble: llevar a cabo encargos y formar a alumnos en artes aplicadas como el diseño o la arquitectura. En poco tiempo montaron talleres de metalurgia, peletería, carpintería, encuadernación, pintura, etc. y llegaron a contar con cien empleados. El encargo principal de la escuela fue el palacio Stoclet. En él, Hoffman pudo poner en la práctica su Gesamtkunstwerk, su concepción de arte total en el que hasta el mínimo detalle forma parte de una obra de arte integral.
Fue la primera obra residencial de la escuela y lo primero debía ser conocer las necesidades de Stoclet, interesado en tener tanto un palacio urbano como una casa de campo en el extrarradio de Bruselas. Este se limitó a pasar una serie de necesidades puramente funcionales del palacio como vivienda y como recepción de invitados. El resto quedó de la mano de Hoffman, que no obstante se reunía periódicamente con Stoclet para retocar detalles. Con el diseño listo en 1905, la casa se construyó hasta 1911. Stoclet vivió aquí el resto de su vida, hasta 1949, cuando su nuera Annie heredó el palacio y vivió a su vez hasta el 2002. Desde entonces hay solo dos cuidadores encargados de mantener el palacio. En este siglo de vida ha habido pocos cambios y restauraciones, siempre de acuerdo a los planes originales de Hoffman. La única excepción es el porche que da a la calle, que tuvo que variar en 1954 tras ampliarse el jardín al comprar unos terrenos.
El palacio cuenta con líneas y colores simples y puros, alejándose del clasicismo. Cuenta sin embargo con una ornamentación Art Nouveau un poco excesiva para lo que luego sería el modernismo. Es decir, es un paso intermedio entre el Art Nouveau y el Art Decó. Es un edificio de dos alturas con fachada de 60 metros de ancho y hasta 20 de lado. Es asimétrico y su unidad fundamental son bloques rectangulares remarcados con líneas y esquinas exageradas. La simpleza del exterior se suaviza con las ventanas, el porche techado y las cuatro esculturas de bronce de Franz Metzner coronando la torre principal. El interior es igualmente simple y funcional para transmitir orden y armonía, con bloques de mármol recubriendo casi todas las paredes. Sin embargo, la decoración es más profusa. Destacan los frisos en mosaico de Klimt y los murales de Ludwig Heinrich Jungnickel.
El Palacio se encuentra en el número 279-81 de la avenida Tervuren, en el acomodado barrio de Woluwé-Saint-Pierre. Para llegar, lo más sencillo es tomar el metro y bajarse en la estación de Montgomery. La mansión destaca de forma imponente desde la propia calle, como pretendía Hoffman. Lamentablemente, no se puede visitar por dentro, al menos de momento. Pertenece a cuatro nietas de Stoclet que no tienen intención de abrirla al público. Los diseños de Klimt para el comedor se pueden encontrar en el Museum für angewandte Kunst de Viena.
Fotos: frank wouters / KotomiCreations
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