Arte absoluto
El absolutismo monárquico triunfó entre los siglos XVII y XVIII. No hay un punto de inflexión que lo inicie, sino que fue un lento proceso en el que la realeza fue acaparando poder mientras se desconectaba más aún del tercer estado. Uno de los más famosos fue el de Luis XIV, el rey Sol que gobernó Francia 72 años. Coincidiendo en el tiempo con el estilo barroco, los monarcas absolutistas optaron muchas veces por salir de la ciudad y vivir en enormes palacios rodeados de vastos jardines. El palacio de referencia fue el de Luis XIV, Versalles. A pocos kilómetros de París, Luis XIV reformó una zona de caza elevada a sitio real por su predecesor. En 1789, las tornas cambiaron durante los tiempos revolucionarios. Alejados de las muchedumbres, Luis XVI y su esposa María Antonieta se recluyeron en un Versalles que no casaba con las nuevas ideas. El 5 de octubre, una turba liderada por mujeres marchó a Versalles. Los reyes, guillotinados tiempo después, dejaron el palacio para no volver.
Una familia de banqueros era propietaria del terreno cuando llamó la atención real en el siglo XVI. La primera versión de palacio y parque data de 1631, poco antes del nacimiento de un Luis XIV enamorado del lugar. Contrató al arquitecto Louis Le Vau e inició la reforma en 1661 convirtiendo un sencillo château en un gran palacio. No podía dejar el parque atrás y contrató al paisajista André Le Nôtre. También había que llenar el palacio y fichó al interiorista Charles Le Brun. En poco tiempo, Luis XIV creó una comunidad de nobles en Versalles, que daba cobijo a unas 5.000 personas. Entre esta concurrencia y su nombramiento como principal residencia, Luis decidió contratar a Jules Hardouin-Mansart para ampliarlo. Sus sucesores añadieron elementos como la ópera. En tan solo tres generaciones, Versalles se convirtió en modelo de la vida de la corte europea con su ceremonial etiqueta, mientras que arquitectónicamente palacio y jardín ejercieron una influencia sin igual en todo el continente.
Exteriormente, el palacio tiene 402 metros de ancho e imita a las villas renacentistas italianas, pero con su giro al barroco francés. Por dentro suma más de 67.000 metros cuadrados. El plano tiene tres partes en torno al patio real: dos largas alas y una parte central, en torno al pequeño patio de mármol, en la que están los apartamentos reales, divididos en los del rey y la reina. Entre ambos, mirando al parque, destaca la Galería de Espejos, seguramente la sala más famosa por sus 17 espejos en arcadas, pinturas de Luis XIV, esculturas y lámparas de araña. En el ala sur destaca la Galería de Batallas, una alargada sala de 120 metros forrada de pinturas glorificando al ejército francés. En el ala norte están las otras dos partes más importantes: capilla y ópera. La primera es la quinta en su lugar. Rompe el exterior por su altura de dos pisos, uno reservado a la realeza. En cuanto a la ópera, es un tardío añadido de Luis XVI. La economía obligó a usar madera en vez de mármol, lo que favorece su acústica.
El parque de Versalles es el epítome del jardín francés, esto es, abiertamente artificial con un minucioso diseño en un conjunto armonioso en el que lo natural es solo otro elemento. Un ejemplo son los numerosos parterres que se adornan con fuentes y esculturas clasicistas o los bosquets, plantaciones de árboles alineados que servían también como escenario para funciones teatrales. Entre los jardines están el Gran y Pequeño Trianón, palacios para alejarse del bullicio del propio Versalles. El Pequeño está relacionado con la célebre María Antonieta. Regalo de su esposo, ella mandó construir un pequeño teatro y rodear el Trianón de un jardín inglés en el que se insertan construcciones como el Templo del Amor. María Antonieta también encargó la Aldea de la Reina, una zona rústica normanda donde la corte simulaba vivir en un entorno rural con granjas, molinos, lechería, etc.
Versalles es uno de los lugares más visitados al viajar a París, tanto que se forman continuas aglomeraciones. Está dentro de la localidad homónima, a la que se llega fácilmente en tren hasta la estación Versailles Rive Gauche. El transporte está incluido y evitaremos parte de las largas colas si compramos las entradas en la web. Es más caro, pero también incluye audioguías. Un plan así nos ocupará todo un día, así que si queremos ir a algo más concreto habrá que comprar cada entrada. Es bueno dejar el palacio para el final del día, cuando hay menos gente, o fijar una hora de visita. Si vamos al parque en verano hay muchas actividades como tren, barcas o bicicletas. También son famosos los espectáculos musicales en las fuentes, los fuegos artificiales y representaciones de época en la Galería de Espejos.
Fotos: ToucanWings / Gilbert Sopakuwa
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