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Paraty e Ilha Grande – Cultura y biodiversidad

Paraty e Ilha Grande – Cultura y biodiversidad

Río de Janeiro y Sao Paulo (Brasil)

Puerto paraíso


En la era colonial, el Caminho do Ouro era una antigua vía que comunicaba la costa brasileña con el interior, donde a finales del siglo XVII se descubrieron productivas vetas de este metal. También se denominó Caminho Velho, pues Portugal abrió un segundo camino para evitar el tramo marítimo hasta Río de Janeiro, imán para piratas. El antiguo seguía antiguas rutas de los nativos guaraníes, que penetraban por la Serra do Mar desde la bahía de Paraty e Ilha Grande. Este idílico rincón de la costa brasileña era un lugar idóneo para la agricultura. Cuando el Caminho Novo da Piedade sustituyó en gran parte al Caminho do Ouro, el súbito desarrollo del puerto de Paraty se detuvo. El limitado desarrollo urbano posterior tuvo un doble efecto positivo. Por un lado, la costa de Paraty e Ilha Grande ha conservado buena parte del maltrecho ecosistema de bosque atlántico entre Sao Paulo y Río de Janeiro. Por otro, la propia Paraty es un ejemplo de villa colonial anterior al siglo XIX.

Vista de Paraty desde la bahía

La Serra da Bocaina, segmento de la Serra do Mar, separa la meseta interior de la costa brasileña de Paraty alcanzando los 2.000 metros. Estamos en una de las escasas zonas de bosque atlántico en la frontera entre ambos estados, protegida por una amalgama de figuras legales unificadas bajo el mosaico de Bocaina. La propia Paraty es uno de los municipios brasileños que mayor porcentaje de bosque atlántico primitivo conserva a su alrededor. La ciudad está en el oeste de una bahía dividida por Ilha Grande, cuyo desarrollo ha estado limitado históricamente por alojar una colonia de leprosos primero y una prisión de alta seguridad después. Costa e isla comparten un valioso bioma encabezado por 500 especies de flora endémicas del bosque atlántico, cifra alcanzada gracias al gradiente de altitud. La reducción de hábitat ha puesto especialmente en peligro a la fauna, incluyendo jaguares, pecaríes barbiblancos y primates como monos capuchinos, monos guariba y especialmente el muriquí del sur.

Esta paradisíaca zona costera atrajo comunidades de cazadores-recolectores hace más de 5.000 años. Tiempo después fueron sustituidos por grupos llegados del Amazonas de la familia tupí-guaraní. Tras la era colonial se formaron dos grupos nuevos: los caiçaras, pescadores mestizos, y los quilombolas, descendientes de esclavos. Los tres grupos siguen ocupando zonas de Paraty, especialmente en Cairuçu, siendo sostenibles para el bosque atlántico. Para los guaraníes, que han sufrido la reducción del ecosistema tanto como la fauna, esta es una de sus principales zonas de ocupación. Los colonos se instalaron en el siglo XVII, primero en Morro da Vila Velha y luego en la actual Paraty. Esta despuntó entre 1697, cuando se fletó el primer barco con oro hacia Portugal, y 1710, cuando se finalizó el Caminho Novo. Pese a ello, Paraty siguió siendo relevante como entrada de mercancías hacia las minas, pero su relativo aislamiento forzó un declive que limitó la ciudad a la economía agrícola. Afortunadamente, en el siglo XX se puso en valor su legado arquitectónico urbano.

Vista del bosque atlántico de Paraty en la zona de Cairuçu

Paraty se encuentra en una llanura fluvial costera bajo un plano urbano reticulado adaptado funcionalmente a su puerto. Está ocupado por viviendas de una planta del siglo XVIII y comienzos del XIX. Destacan cuatro plazas a orillas de río o mar, siendo la principal Matriz, donde se concentran los edificios civiles gubernamentales y religiosos. En sus calles empedradas, que se inundan ligeramente formando canales una vez al mes, se distribuyen varias iglesias, entre las que destacan Nuestra Señora de los Remedios y la capilla de Santa Rita, que forma una típica postal a orillas de la bahía. Sobre el Morro da Vila Velha se encuentra el principal fuerte colonial, Defensor Perpétuo, levantado a comienzos del XVIII para proteger el oro. Fuera de Paraty se conservan secciones originales del Caminho do Ouro, incluyendo la Casa do Registro donde se pesaba el oro y se pagaban sus impuestos, y restos arqueológicos de la ocupación nativa de la zona tanto de Ilha Grande como Cairuçu.

Paraty se ha convertido en un imán para el turismo, tanto extranjero como de los habitantes de Sao Paulo y Río de Janeiro, a unas cinco horas ambas. Ilha Grande no le va a la zaga y su famosa playa Lopes Mendes atrae a mucha gente hasta su capital Vila Abraão. Para llegar hay ferris desde distintas ciudades costeras, incluida Paraty, lo que facilita visitar ambos lugares en un viaje corto. Las actividades en ambos sitios son similares: esnorkel, navegación, senderismo, etc. El Caminho do Ouro tiene su propio itinerario a pie. Para descansar, las playas en toda la zona son excepcionales. Podemos añadir una caipirinha con cachaça local, principal producto de Paraty junto a las bananas. Si queremos ver Paraty inundada habrá que hacer coincidir la visita con luna llena y marea alta.

Fotos: piqsels / Fabio Takashi

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