Salvar los muebles
En 1938, una región al noreste del Congo Belga se convirtió en una de las primeras zonas naturales de África protegidas. Se denominó al espacio como Parque Nacional de Garamba. Supuso un hito en la protección de la fauna, pues esta zona de sabana bulle de vida. Los años pasaron y la realidad respondió a las expectativas. Hasta que dejó de hacerlo. Ni una protección temprana es capaz de aguantar las turbulencias políticas que ha vivido el moderno estado de la República Democrática del Congo. La historia del rinoceronte blanco simboliza como ninguna otra la triste realidad de las últimas décadas. Este mamífero vivía en la unión entre Congo, República Centroafricana, Sudán del sur y Uganda. En los años 80, la situación era trágica y quedaban solo quince ejemplares. Gracias a las medidas tomadas se logró más que duplicar la población. Solo sirvió para enriquecer más a los cazadores furtivos. En 2006 se vieron por última vez cuatro ejemplares vivos. Fue en Garamba, desde donde se pretendía llevarlos a Kenia hasta que la situación política se normalizara en el Congo. No se les volvió a ver: ni a este grupo, ni a ningún otro.
Garamba es un ecosistema típico del centro de África, aunque no esté lejos de la jungla, más predominante en la República Democratica de Congo. A unos 700 metros de altitud, aquí las alturas son mínimas: en Garamba domina una llanura ondulante sobre la que, de vez en cuando, sobresalen cerros testigo o inselberg de tipo granítico. Son medio millón de hectáreas que empezaron a protegerse incluso antes de 1938. Entonces era conocido como Parque de Albert y se complementó con el tiempo con reservas de caza al sur, este y oeste y la Reserva de Lantoro al norte, al otro lado de la frontera. El sur del Parque está perfilado por el río Dungu, su principal cuenca. Haber hay muchas más, pues toda la superficie es atravesada por ríos como el Aka y el Garamba. Todos forman pronunciados meandros por lo llano del terreno. De marzo a noviembre llueve intensamente, en ocasiones hasta inundar las orillas de los ríos. Tras la estación llega una prolongada sequía.
Dependiendo de la cantidad de árboles que haya en una zona estaremos en ecosistema de sabana, sabana arbolada, praderas que pueden alcanzar los cinco metros de altura y bosques de galería, que abundan en los ríos y en las depresiones pantanosas. Los árboles principales son la kigelia africana y el ciruelo negro de África, presentes en las abundantes zonas de praderas. En fauna, Garamba sigue siendo uno de los lugares más valiosos de África, pese a todo. Las cosas no son lo que eran, eso sí. No solo los rinocerontes blancos han sido objeto de caza furtiva: los elefantes también han sido intensamente cazados y su población se ha reducido en un 90%. Quedan unos 2.000 ejemplares. La situación de las jirafas del Congo también es sensible. Otras mamíferos de gran tamaño presentes en Garamba son los hipopótamos, búfalos, alcéfalos, ungulados como el cobo y el antílope acuático, primates como chimpancés, papiones oliva, cercopitecos y colobos, felinos como leopardos y leones, etc.
Los primeros años del Parque Nacional fueron esperanzadores. En los 60 se desarrolló aquí un pionero programa de domesticación de elefantes para safaris turísticos en la zona de Gangala-na-Bodio. Los años 70 fueron de intensa investigación, pero con el cambio de década las cosas se torcieron. El aumento del mercado negro de la caza furtiva, que multiplicó el tráfico de colmillos de elefante y cuernos de rinoceronte, sumado a una complicada gestión de un Parque alejado de la capital, fueron fatales. 1991 complicó aún más el asunto: un grupo armado de liberación sudanesa tomó una ciudad cercana y la población se refugió en el Parque. La fauna de Garamba empezó a ser utilizada como recurso alimenticio. Los forestales del Parque han sido incapaces de contener a grupos de furtivos más preparados, mejor armados y más numerosos. Se han contabilizado más de cien tiroteos entre forestales y furtivos.
Con todo lo dicho, está claro que el turismo, aunque tuvo su gran momento y de forma controlada podría ayudar a la conservación, no es ahora mismo una prioridad. Por no haber, no queda ni uno solo de los elefantes que se entrenaron aquí. La inestabilidad en la zona continúa y los furtivos siguen a lo suyo. Venir aquí es una arriesgada aventura, pero es posible. La entrada se hace desde Kisangani en el suroeste o la frontera ugandesa en el este, siempre a través de carreteras no asfaltadas. En la localidad de Nagero están las nuevas oficinas del Parque y muy cerca está el único lodge disponible. Desde él se organizan las excursiones por el Parque, siempre bajo la escolta del ejército.
Fotos: Nuria Ortega / Enough Project
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