Todos los árboles que imagines
El oeste de EEUU, con las Rocosas, da cobijo a los grandes Parques Nacionales del continente norteamericano. Sin embargo, el este tiene en su haber el Parque Nacional más visitado de todo el país. Entre las nieblas que dan nombre a este Parque se extiende la cordillera Azul, en cuyo interior se encuentra el Parque Nacional de las Grandes Montañas Humeantes. Cuenta con casi diez millones de visitantes anuales, el doble que el Gran Cañón, y multitud de senderos míticos. Por encima de todos se encuentra una porción del mítico trail de los Apalaches, que se extiende por 3.500 kilómetros hasta el estado de Maine. El mayor valor del Parque, no obstante, se apoya fundamentalmente en su flora y fauna. Un solo dato puede bastar: las Grandes Montañas Humeantes posee más diversidad de especies de árboles que toda Europa junta. El Parque representa un repertorio perfecto de la biodiversidad norteamericana.
Esto se debe a la combinación de dos factores: por un lado, la zona apenas ha tenido una época de actividad humana intensa de cien años y, por otro, estamos en una zona de clima y altitud muy variables. Sí que hay un factor climático común en todo el Parque, que es la humedad de las Montañas Humeantes. Las nieblas son constantes y estamos en el punto de EEUU más lluvioso de los 48 estados contiguos, a excepción del estado de Washington, donde en este sentido el Parque Nacional Olímpico se sale de las gráficas. No es de extrañar, por tanto, que el 95% del Parque sea bosque y un 35% del mismo sea bosque primitivo, del que poco queda en Europa por su intensa histórica explotación. Las distintas altitudes, hasta llegar a los 2.025 en Clingmans Dome, permiten una fauna y flora que emula la que podemos observar desde el sur hasta la frontera canadiense. Hablamos de unas 130 especies solo de árboles. No obstante, muchas de las 10.000 especies catalogadas del Parque están emigrando paulatinamente al norte por el calentamiento global.
Además de la mayor muestra de flora intacta del pleistoceno tardío, hay 66 especies de mamíferos en el territorio. Destaca la población de oso negro, con más de 1.500 ejemplares; el uapití o ciervo canadiense, que está siendo reintroducido; y la mayor variedad de salamandras conocida en el mundo, con varias especies endémicas. Esta enorme biodiversidad ha sido protegida desde 1940, cuando las Grandes Montañas Humeantes fueron declaradas Parque Nacional por Delano Roosevelt. No fue una tarea fácil: desde que los primeros europeos llegaron aquí a finales del XVIII y el Indian Removal Act firmado en 1830 por Jackson expulsó a los indios cherokee aborígenes de la zona, el territorio sufrió por la industria de la madera, que vio en sus bosques una oportunidad de negocio difícil de comparar.
Cades Cove es el lugar que mejor permite revivir este pasado y es hoy en día uno de los puntos más visitados del Parque gracias a sus edificios históricos protegidos. Fue un asentamiento que progresó desde comienzos del XVIII. Un siglo después se convirtió en uno de los mayores opositores a la designación de las Montañas Humeantes como Parque Nacional. El otro factor limitante fue el dinero, pues se necesitaba una gran suma para comprar las tierras. En este sentido, la intervención de Rockefeller, que donó $5 millones, fue fundamental. Además, el Parque fue el primero en recibir fondos federales y no solo estatales y privados. Cades Cove fue por fin vaciado, aunque se conservan una docena de edificios históricos. De hecho, todo el Parque da cobijo a la mayor colección de edificios históricos de madera de EEUU. Es sin duda otro de sus atractivos.
Por situarnos, la gran urbe más cercana a las montañas humeantes es Atlanta, a unas tres horas. El Parque tiene dos entradas principales en coche, que es el medio de transporte fundamental para atravesar la U.S. Highway 441. Esta carretera divide al parque en dos. Por el norte encontramos Gatlinburg y su centro de visitantes de Sugarlands. Por el sur accederemos por Cherokee y su centro de visitantes de Oconaluftee. Los 1.370 kilómetros de caminos para trekking son su principal actividad. Además del tramo del trail de los Apalaches, que tiene en su recorrido la mayor parte de refugios para acampar, es muy frecuentado el Alum Cave Trail. Se trata de una ruta de ocho kilómetros ida que permite ver unas vistas preciosas del Parque y llega al monte Le Conte. Se tardan al menos cuatro horas en recorrer, por lo que si se quiere ir y volver en el día es mejor madrugar. Más sencilla es el Clingman’s Dome Trail, que incluye un mirador construido unos metros por encima de los árboles. Cada estación tiene su encanto, pero si queremos evitar en lo posible la lluvia habrá que ir al comienzo del otoño.
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