Verde lluvia
Es más o menos conocido que Seattle es una de las zonas más lluviosas de EEUU. Lo que ya sabe menos gente es que la capital del estado de Washington está protegida en su bahía por las montañas Olímpicas, situadas en la península del mismo nombre. Al otro lado, el tema de las lluvias es todavía más intenso: por la frecuencia y cantidad parece que estemos en una zona tropical, pero no es así. Esta zona es el noroeste más extremo de los 48 estados contiguos de EEUU: el cabo Alava es el punto más al oeste y el cabo Flattery el punto más al norte. El Parque Nacional Olímpico es un conjunto de montañas, costa y bosques donde el verde es el color predominante. Su lejanía hizo que no fuera cartografiado profundamente hasta finales del siglo XIX. Esta es también la razón por la cual muchas especies han seguido sus propios caminos evolutivos al margen del resto del continente.
El Parque Nacional Olímpico se puede dividir en cuatro zonas: la costa, la zona montañosa, el bosque húmedo entre ambas y el bosque “seco” camino de Seattle. La zona montañosa actúa como pantalla con sus casi cien kilómetros de ancho. Su punto más alto es el monte Olímpico, a 2.430 metros, que no es poco estando tan cerca de la costa. Esta región acumula un total de sesenta glaciares. Casi todos son de pocos kilómetros, pero bastante es que existan dada su latitud y baja altitud. La culpa de su existencia son las constantes nieves que reciben las montañas en invierno. Once son las cuencas fluviales principales en la península. Ofrecen un hábitat idóneo para peces que migran de agua salada a dulce, como el salmón. También son hogar de especies protegidas como la trucha toro. Según bajamos de altitud penetramos en los espesos y antiquísimos bosques. Los árboles más representativos son sus enormes coníferas, normalmente de más de cincuenta metros de altura. Hablamos de especies como la pícea de Sitka, la tsuga del Pacífico, el abeto de Douglas y la tuya gigante. Muchos están cubiertos de musgo, lo que aumenta el encanto y misterio de los bosques. Si pasamos a los bosques del este, la altura media desciende varios metros.
De vuelta al oeste, otras de las atracciones del Parque es su virginal costa, que incluye un tramo de cien kilómetros de playas salvajes. Es una zona muy accidentada, con largas playas mezcladas con continuos promontorios. Las fuertes mareas forman piscinas ricas en vida a pequeña escala. Las corrientes arrastran toda la madera que los ríos recogen en los bosques, formando playas de leña. En la costa es donde se instalaron en su momento los nativos americanos de la península: los hoh y los quileute. Compartieron espacio con toda una variedad de fauna salvaje y en ocasiones endémica, como con la marmota olímpica. Mucha fauna del noroeste de EEUU tiene en el Parque su propio santuario. Ejemplos son el wapití olímpico, los osos negros, los pumas y el ciervo de cola negra. Hay también dos especies de pájaro amenazadas: el búho manchado y el mérgulo jaspeado. La mayor amenaza del Parque es uno de sus habitantes más vistosos: la cabra blanca. Con una población descontrolada, varias especies de flora están amenazadas por su voracidad.
La península fue una zona de cazadores y pescadores antes de la llegada de los occidentales. Cuando llegaron los antropólogos, las poblaciones de indígenas ya estaban diezmadas por las enfermedades del primer mundo. A finales del siglo XIX, la zona era todavía una desconocida, motivo de las expediciones de Joseph O’Neil y James Wickersham. Desde esa época se empezó también a explotar la preciada madera de la península. La industria maderera atrajo a los conservacionistas, que empezaron a solicitar el nombramiento como Parque. La protección arrancó con Theodore Roosevelt en 1909 y el Parque llegó en 1938. Redujo el problema de la tala indiscriminada, pero no lo eliminó del todo por la tala furtiva, que aún hoy es una amenaza.
El Parque Nacional Olímpico está relativamente cerca de Seattle, pero todo es relativo en EEUU. Es decir, hablamos de un mínimo de tres horas hasta llegar a un punto como Hurricane Ridge, que tiene uno de los mejores miradores. Hay muy pocas carreteras en el interior del Parque, por lo que la visita completa nos puede exigir al menos cuatro días rodeando el Parque y parando en distintos puntos. De junio a septiembre, la lluvia se reduce y permite el trekking. Hay una extensísima red de caminos, pero varios de ellos exigen acampar en medio de la nada. Algunos puntos muy visitados son el bosque de Hoh o el lago Crescent. En la zona de la playa hay un itinerario que sobresale sobre los demás: el Ozette Loop. Es necesario planificarlo teniendo en cuenta las mareas. Además de caminar, el rafting es habitual en los ríos Elwha y Hoh. Si vamos en invierno podremos disfrutar del esquí en Hurricane Ridge, con varios remontes.
Fotos: Joey Angerone / faungg’s photos
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