Alpes búlgaros
La milenaria mitología eslava tiene al frente de su panteón de dioses a Perún. Entre otros atributos, suyos son el rayo, el trueno, la guerra y también la montaña. No resulta raro, por tanto, que una de las formaciones montañosas más importantes de Bulgaria haya recibido su nombre: el Parque Nacional de Pirin. Situado en el suroeste del país, Pirin presenta un paisaje de montaña prototípico en Europa, con macizos de caliza, bosques de coníferas y lagos, muchos lagos. Los 176 con los que cuenta el Parque se denominan los ojos de Bulgaria. En su biodiversidad, Pirin ha conservado todos los representantes de la flora balcánica, pero además a esta suma flora centroeuropea, alpina y submeditarránea. A nivel botánico estamos ante un paraíso cuya conservación es vital.
Pirin no está aislado, sino que está rodeado de otros macizos, como el Slavyanka al sur. El más relevante es el de Rila. Está al norte, separado por el valle del río Mesta o valle de Razlog. Este valle fluvial logró la independencia frente a los otomanos a comienzos del siglo XX y fue disputado por los griegos. Hoy, pasada ya esa época, es un lugar idóneo para disfrutar del folklore búlgaro, gracias a la revitalización de tradiciones como el kukeri o las canciones de Pirin. A finales del siglo XIX, los botánicos empezaron a tomar en cuenta la zona de Pirin por su relevancia en cuanto a la flora. Este interés cristalizó en un primer Parque Nacional en torno al pico Vihren en 1962 y finalmente la ampliación a todo el territorio actual en 1975.
Pirin está entre los ríos Mesta y Struma, extendiéndose aproximadamente 40 kilómetros de largo y 25 de ancho. Se divide en tres partes, siendo la del norte la más grande, alpina y también la más visitada. Allí es donde se erige el Vihren, uno de los picos más altos de Bulgaria con sus 2.914 metros. En sus faldas está el glaciar Snezhnika. No es muy grande, apenas unos 70-100 metros dependiendo de la estación, pero tiene el honor de ser el glaciar más al sur de Europa. Hay más glaciares en Pirin, pero hubo mucho más en el pasado, en la época de las glaciaciones. Todos esos circos glaciares fueron los que formaron la inmensidad de lagos que podemos encontrar hoy en Pirin. De entre todos destaca el de Popovo o el sacerdote: es el más grande y profundo. El agua entre tanto lago se mueve por multitud de arroyos y pequeños saltos de agua, haciendo de Pirin un paraíso fluvial.
Si por algo destaca Pirin es por su flora. No en vano se han identificado unas 1.300 especies diferentes. En flora se distinguen tres zonas diferentes dependiendo de la altitud. Por debajo de los 2.500 metros hay dos zonas diferenciadas de bosques de coníferas. Estos bosques tienen representantes balcánicos relevantes como el pino bosnio, pino macedonio o abeto búlgaro. Entre los pinos bosnios destaca uno, el llamado Baikushev, que cuenta con más de 1.300 años de edad. Por encima de los 2.500 metros desaparecen los bosques, pero siguen abundando las flores alpinas. Hay 18 especies de flores endémicas y otras, que no lo son, son tan carismáticas como el edelweiss. También son importantes los distintos musgos y líquenes que hay en Pirin. En fauna podemos decir que Pirin es lo que en el pasado fueron otros bosques de su misma latitud. Es decir, mamíferos como el lobo o el oso pardo y aves como el urogallo. En aves, el Parque también destaca, pues cuenta con más de 150 especies diferentes.
El valle del Mesta, con las localidades de Bansko y Razlog, es la entrada más habitual a Pirin. Para llegar allí necesitaremos unas 2-3 horas desde Sofía o Plovdiv. Aunque también se puede llegar en tren, el viaje es más largo y el coche nos permitirá acercarnos al Parque. Hay muchos itinerarios por dentro del Parque y muchos implican varios días, por lo cual hay una buena red de refugios en su interior. Dos puntos muy frecuentados son el lago Popovo y el macizo Vihren, que es accesible por el sur y no es muy complicado. Siempre y cuando vayamos en verano, claro. En invierno, los planes cambian y el esquí es el rey, aunque Pirin no cuenta con pistas muy desafiantes para los expertos. Si vamos en los primeros meses del año podremos disfrutar del festival kukeri, muy pintoresco por los trajes utilizados. Como lo más normal es que no nos crucemos con ningún oso, una última recomendación: el parque de osos de Belitsa. Allí viven una serie de plantígrados que fueron rescatados cuando se prohibió la mendicidad haciéndoles bailar, como sucedía en el pasado.
Fotos: Filip Stoyanov / Filip Stoyanov
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