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Petroglifos del Lago Onega y del mar Blanco

Petroglifos del Lago Onega y del mar Blanco

Carelia (Rusia)

Migrando al norte


Fenoscandia es un término geográfico que se refiere a los territorios de Escandinavia, Finlandia y parte del noroeste ruso. Tienen en común una composición geológica similar como parte del Escudo Báltico que desde el fin de la Era Glacial ha tenido un discurrir parecido. Con la retirada de las enormes masas de hielo que cubrían la región, el terreno liberado está ascendiendo progresivamente. Esta retirada  también tuvo un efecto directo en la ocupación humana de las regiones. Hace unos 10.000 años que la región étnica de Carelia, compartida por Rusia y Finlandia, empezó a ver señales de vida. Con el tiempo, grupos de cazadores-recolectores se iban asentando dando paso al Neolítico. En Carelia, el patrón geográfico delata esta mejora de las condiciones. Primero, regiones más meridionales alrededor del lago Onega. Luego, con el tiempo, llegó la ocupación de zonas muy al norte, a orillas del mar Blanco. Estos grupos humanos reflejaron su presencia tanto con su particular cerámica como con los miles de petroglifos que dejaron en las suaves rocas.

Lienzo rocoso con petroglifos en el lago Onega

Se considera que los petroglifos fueron creados por la denominada cultura de la cerámica del peine, denominada así por los motivos decorativos a rayas que imprimían en su cerámica, aunque también se alterna con otra cultura equiparable que prefería los motivos romboidales. Temporalmente surge alrededor de hace 6.200 años y se mantiene en la zona de Fenoscandia uno o dos milenios según las dataciones. Lo más particular de esta cultura fue su abundante uso de la cerámica pese a ser un grupo eminentemente de cazadores-recolectores. Sus grandes vasijas de más de cuarenta litros y otros restos indican también una sociedad que se asentaba de forma permanente o estacional en las orillas de los numerosos lagos que pueblan Carelia. La cerámica del peine no solo decoró sus vasijas, sino que practicó otras formas de arte como las figurinas de arcilla o piedra, las joyas y por supuesto los petroglifos. Separadas unos 300 kilómetros, las zonas de Onega y el mar Blanco concentran la mayor cantidad de ellos con 4.200 petroglifos en más de treinta localizaciones diferentes. 

Los petroglifos de Onega preceden en el tiempo y son más sencillos. Son en su mayoría representaciones de la fauna local, figuras mitad animal, mitad hombre y también motivos geométricos. Esta fase alberga más sitios diferentes desperdigados por el Onega, segundo lago en extensión de Europa, pero menos petroglifos en total. Estos se localizan en cabos o islas del lago y suelen ir acompañados de algún sitio arqueológico, ya sea asentamiento o necrópolis. Los petroglifos más antiguos responden a diseños muy básicos de aves acuáticas, incluidos algunos de los cisnes más antiguos de Europa, diseños geométricos y embarcaciones humildes. Con el tiempo, el nivel de detalle y la técnica en los petroglifos de Onega mejoró considerablemente. Se utilizaban los relieves de las propias rocas, se introdujeron símbolos que recuerdan al sol y la luna y tenemos zonas de grandes petroglifos como en Kochkovnavolok, con ejemplos de cuatro metros de longitud. 

Motivo de un petroglifo cerca de Belomorsk, en el mar Blanco

Desde las primeras investigaciones de los años 70 está consensuado que los petroglifos de Onega están relacionados con los posteriores del mar Blanco. Tanto técnicas, como motivos y el tipo de lienzos rocosos elegidos apuntan a ello. Las excavaciones arqueológicas también indican que es muy probable que grupos del Onega migraran progresivamente al norte a través de lagos y ríos. Los petroglifos del mar Blanco se concentran en el delta del río Vyg, sobre varias islas. Las escenas de esta etapa son mucho más ricas y conforman un testimonio inigualable de la vida del Neolítico en esta región. Son escenas principalmente de caza, tanto de animales terrestres, como ballenas y focas. También hay una clara evolución temporal en la complejidad de los petroglifos del mar Blanco, siendo el culmen la etapa final representada por el sitio de Zalavruga. Solo este sitio contiene unos 2.000 petroglifos, algunos de gran tamaño y siempre con escenas de caza de gran complejidad. 

Tanto el lago Onega como el mar Blanco están lejos de ser las zonas más visitadas de Rusia, pero más aún las zonas donde se encuentran los petroglifos. En el lago Onega se encuentran en la zona de Reserva Natural de Muromsky, al otro lado de la capital de Carelia Petrozavodsk, pero poca gente se aventura cada año y la infraestructura es mínima. Los mas visitados son los del cabo Besov Nos, donde es mejor llegar en barco. Algo más de atención reciben los del mar Blanco gracias a Zalavruga. Para llegar al centro de interpretación hay que viajar hasta Belomorsk. Seguramente la mejor opción es viajar hasta las islas Solovetsky, la zona más turística del mar Blanco, y saltar de ahí al delta del Vyg. Una vez en Belomorsk solo tendremos un agradable paseo hasta los petroglifos. No es complicado encontrar guías en la ciudad.

Fotos: N.V.Lobanova / Semenov.m7

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