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Petroglifos del paisaje arqueológico de Tamgaly

Petroglifos del paisaje arqueológico de Tamgaly

Almaty (Kazajistán)

Rastros nómadas en la estepa kazaja


Las áridas estepas que van de Asia central hacia Siberia son un lugar duro para vivir. Históricamente, los asentamientos humanos se distanciaban entre sí y el territorio entre medias se ocupaba con distintos grupos nómadas, normalmente dedicados al pastoreo. Estos grupos encontraron en la frondosa ribera de la garganta del río Tamgaly, una hendidura de los montes de Chu-Ili, un lugar idóneo para permanecer temporadas más largas. En torno a este lugar construyeron todo un entorno a medio camino entre lo funcional y lo sagrado que se conoce como el sitio arqueológico de Tamgaly. Además de otras construcciones, siempre de corte sencillo, en el lugar deslumbran los más de 5.000 petroglifos en 900 hectáreas acumulados en más de 3.500 años de historia prolongados desde la Edad de Bronce hasta el siglo XX.

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Petroglifo de la Edad de Bronce de Tamgaly

La estepa del sureste de Kazajistán ha estado habitada desde esa antigua época por comunidades de pastoreo, que han vivido distintas etapas en tanto tiempo. En cada momento relevante dejaron su impronta. De los primeros pobladores, que se estima llegaron aquí a mitad del segundo milenio a.C., poco se sabe. Entre el primer milenio a.C. y el primero de nuestra era habitaron los pueblos sakae y wusun. Los petroglifos de esta época muestran imágenes de caza y también de camellos. Desde el siglo VI hasta el XII la zona fue dominada por los turcos, lo que se refleja en imágenes con más figuras militares y con otras de pastoreo, la base económica por entonces. Con la llegada de la dominación mongola, sobre los siglos XIII y XIV, los petroglifos dejan de esculpirse hasta el siglo XIX.

Los pueblos zungarons y kazajos recuperaron la ancestral tradición de los petroglifos y dejan en Tamgaly las últimas muestras encontradas. En los años 30 y 40 del pasado siglo, la llegada de los soviéticos cesa el pastoreo por la zona al sedentarizarse a la fuerza a los pueblos nativos. Paulatinamente, la inmigración de otras zonas de la Unión Soviética y de China absorbe la cultura local. Actualmente, solo la población musulmana guarda algún tipo de reverencia a las imágenes más sagradas y sus altares, pero el nexo con el pasado se rompió definitivamente. Descubiertos los petroglifos en los años 50, la zona ha quedado de la mano de los arqueólogos, que con Alexey E. Rogozhinsky al frente han documentado y catalogado cada uno de ellos en un excepcional trabajo. Son ellos los que han localizado los 48 lugares distintos con restos del pasado en los que la figura principal son petroglifos excavados con piedras y metal en rocas negras.

Una tumba de la Edad de Bronce de Tamgaly

Una tumba de la Edad de Bronce de Tamgaly

La zona central de Tamgaly es la más sagrada. Aquí se sitúan los cinco grupos de petroglifos principales, que conjuntamente suman 3.000 imágenes. Además veremos altares y cercados con huesos de animales que se cree formaban parte de rituales. Las figuras, de gran tamaño y excavadas con mucha profundidad, muestran deidades solares, seres zoomórficos vestidos con pieles, gentes distinguidas y elementos sincréticos con alguna imagen de Buda. Los más valiosos son los primeros petroglifos, datados en torno al siglo XIV y XIII a.C. Alrededor de la zona sagrada se distribuyen, tras un espacio vacío, distintos grupos que combinan petroglifos de menor tamaño y con más profusión de animales de corte realista y asentamientos. Hay también sencillas viviendas con cabañas formadas por piedras y cercados para el ganado. Por todo el territorio se distribuyen tumbas en dos estilos: cistas, que son cuadrados de piedras cerradas con una piedra mayor; y kurgans, tumbas tapadas con túmulos de piedras y tierra que son las que dominan desde la Edad de Hierro.

La ciudad de Almaty es la entrada para llegar a Tamgaly. Almaty es la ciudad más poblada de Kazajistán y la que fue su capital hasta el ascenso de Astaná, por lo que es fácil llegar a ella en avión. Desde allí parte una carretera de más de 120 kilómetros, que sobre todo en su tramo final se complica cuando el asfalto da paso a la pista. En total se tarda unas tres horas y, ante la falta de facilidades que hay en el sitio, es mejor prevenir y llevar comida. Es buena idea contratar un guía local que nos llevará durante unas dos horas por todo el sitio, pero para ello hay que llevar un traductor. La región de Almaty tiene unos inviernos muy duros y veranos también muy calurosos, por lo que es mejor ir en primavera y otoño.

Foto: Ken & Nyetta / Ken & Nyetta

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