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Puente sobre el río Forth

Puente sobre el río Forth

Escocia (Reino Unido)

  • Author: info@viajealpatrimonio.com
  • Date Posted: 15 01, 2020
  • Category:

Soluciones en voladizo


El río Forth nace cerca de Stirling y tras solo 47 kilómetros desemboca. Pese a su corta longitud, su importancia en Escocia es sobresaliente gracias a su ancho fiordo. Este separa las regiones de Fife al norte y Lothian, con Edimburgo a la cabeza, al sur. Pasar de una a otra implicó durante siglos elegir una opción: dar un rodeo por Stirling o tomar algún ferri, actividad que se popularizó desde el siglo XII. En plena Revolución Industrial y siendo esta zona muy activa en ambas orillas, proliferaron las propuestas para cruzar el Forth. La idea inicial fue tunelar, pero cuestiones económicas cancelaron el proyecto. Dos innovaciones permitieron cambiar de perspectiva y pensar en un puente: la evolución en materiales, que tras el Ironbridge inglés se dirigió hacia los metales, y la invención del puente en ménsula, siendo el primero el de Hassfurt en Alemania. Ambas creaciones se unieron en el proyecto de Sir John Fowler y Sir Benjamin Baker. Abierto en 1890, el puente del Forth fue durante 28 años el de mayor envergadura en voladizo y hoy sigue siendo el segundo. Esta proeza de la ingeniería integró toda la región al norte de Edimburgo.

Vista desde la orilla del Forth del puente homónimo

El diseño en ménsula no fue el primero para el puente del Forth. Las primeras propuestas planteaban puentes colgantes o puentes con vigas en zonas menos profundas. El proyecto más avanzado era de Thomas Bouch. Como quiera que a este ingeniero se le hundió el puente de Tay en 1879 al paso de un tren de pasajeros durante una tormenta, su reputación se hundió y su diseño se descartó. Entran en escena Fowler y Baker, eminentes ingenieros que habían trabajado juntos, aunque eran más conocidos por sus túneles. Su proyecto se aprobó en 1881 y al año siguiente empezaron las obras. La solución elegida fue innovadora: ligeras vigas de acero en ménsula o voladizo se sostendrían desde travesaños instalados en torres. El principio subyacente de tensión y comprensión se demostró públicamente en 1887, en una histórica representación en la que Fowler, Baker y un colaborador representaron con sus cuerpos y varios objetos el funcionamiento de la ménsula. En cuanto al material, la invención del proceso Bessemer puso a su disposición ingentes cantidades de acero.

Tras reunir los fondos con varias compañías de ferrocarril encabezadas por la North British Railway, la obra se adjudicó a Sir William Arrol & Co., constructores del Tower Bridge londinense. Se prepararon primero las dos aproximaciones en la zona exacta en la que se decidió tender el puente, que hacia la mitad tocaría la isla de Inchgarvie para mayor facilidad. Los materiales empezaron a llegar: 54.000 toneladas de acero traídas en tren y desplazadas en barcazas hasta su posición definitiva. Antes hubo que trabajar el granito, material de los cimientos en las tres torres y los viaductos de aproximación. Especialmente en el lado sur hubo que trabajar bajo el agua con pozos de cimentación. Tras siete años de trabajo, 4.600 trabajadores en el pico y 73 fallecimientos, el puente del Forth estuvo listo para pruebas a comienzos de 1890. Tras superar con nota el examen, el príncipe de Gales, Eduardo VII, lo inauguró.

Detalle del puente Forth al paso de un tren

Hoy pasan diariamente unos 200 trenes de mercancías y pasajeros. Este icónico puente es el prototipo de los puentes en ménsula: no solo alcanza la segunda mayor envergadura en ménsula con 510 metros, sino que al añadir otra torre esta envergadura es duplicada, algo nunca imitado en estas dimensiones. Cada uno está compuesto por dos brazos en ménsula que llegan de cada torre y un tramo en armadura central totalmente suspendido de 107 metros. Si le añadimos los viaductos de aproximación y los tramos en las torres, en total sumamos unos dos kilómetros y medio de puente. Las tres torres con su amasijo de acero alcanzan los 110 metros de altura. La fortaleza del puente del Forth se demuestra en que las mayores labores de mantenimiento han sido las de repintarlo para que su característico color rojo no deje de brillar. Junto a su inconfundible estilo industrial aportan la estética pese a su pretendido funcionalismo.

Las dos maneras de ver el puente del Forth son usándolo al desplazarnos de una orilla a otra en tren o aproximándonos de alguna manera. Dos localidades están cerca: North y South Queensferry. La mayoría de mejores perspectivas se tienen desde la segunda, pues la vista es más amplia al no estar justo en el extremo. Además, la orilla sur está a solo quince kilómetros de Edimburgo. Si queremos algo más sofisticado podemos hacer algún pequeño crucero en hora y media navegará por el fiordo dejando vistas del puente y sus dos hermanos más jóvenes, destinados a vehículos. Desde el Forth Road Bridge podemos también tener otra perspectiva, pues se puede cruzar andando.

Fotos: Guillén Pérez / Grant McIntosh Photography

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