Primates y elefantes a salvo
El río Ngoko o Dja suma 720 kilómetros pese a ser tan solo un afluente de un afluente del río Congo. Atraviesa de oeste a este el bosque tropical de Camerún, un país que contiene los distintos climas africanos, pero en el que domina la selva. Tras pasar por su centro, el Dja forma frontera con Congo hasta desembocar en el río Sangha, ya en este país. En su camino, vertebra dos Reservas naturales fundamentales: el Nki y la que lleva su nombre. Esta última forma parte además del conocido como programa Tridom, puesto en marcha con ayuda de WWF. Este programa transnacional implica la colaboración con Gabón y Congo en la protección de áreas clave para el ecosistema de bosque tropical, cuyo corazón está en esta zona. En ellos se resguardan nutridas poblaciones de mamíferos como elefantes de selva, gorilas, chimpancés o búfalos. Tanta población de los primeros, los elefantes, tiene su cruz: Dja atrae a cantidades incontrolables de cazadores furtivos. Esta zona del planeta es la principal productora ilegal de carne y marfil de elefante.
Dja cubre una superficie de más de medio millón de hectáreas de las que más de un 90% no tienen ni han tenido apenas actividad humana relevante. Actualmente, solo unos 3.000 pigmeos viven legalmente en poblados dispersos por su territorio. Se les permitió residir en la Reserva porque llevan haciéndolo tanto tiempo que sus actividades extractivas son totalmente sostenibles para Dja y la selva es una parte inherente de su cultura. El río conforma la frontera oeste y sur de la Reserva, rodeándola en tres cuartas partes. Cuando entra en la zona más al sur empieza a dibujar un trazado de sesenta kilómetros de rápidos y cascadas. Suponen el contrapunto a la geografía llana que tiene la Reserva y a las amplias eses que marca el propio Dja. En general, sin que la reserva sea totalmente plana, pues está punteada de pequeñas y redondas colinas, no hay grandes alturas.
Sí que alcanzan cotas considerables los árboles. La vegetación de Dja no deja lugar a la duda: estamos en bosque tropical, el más tupido que nos podamos imaginar. La altura de las copas llega hasta los treinta o sesenta metros, dependiendo de cuál de las más de cuarenta especies de árboles domine la sección de la Reserva concreta. Al abrigo de estos árboles, o colgados de ellos, viven los más de cien mamíferos que suponen el mayor tesoro de Dja. Los más relevantes los podemos dividir en dos: primates y elefantes. Los primeros tienen muchas especies representadas como los inteligentes chimpancés, los inmensos gorilas de planicie occidental, los expresivos cercopitecos como el mandril, los pequeños talapoines o los nocturnos lorísidos y galagos. Se puede afirmar que en Dja encuentran representación la mayor parte de familias de primates. El otro gran protagonista es el elefante de selva, que encuentra en estas tierras un lugar ideal frente a la reducción de su hábitat. En Dja no hay mucho endemismo, pero la zona supone un alivio para especies amenazadas como chimpancés, gorilas, dos especies de cocodrilo, loros grises, bongos y leopardos.
Desde 1950, este alivio es posible gracias al nombramiento de Dja como Reserva de Fauna. Junto a la de Reserva de la Biosfera en los años 80 supone una protección tal que ni siquiera ha hecho falta el nombramiento como Parque Nacional. Los resultados de la protección en Dja no son para brindar muy fuerte, pero sí son más esperanzadores que en otros sitios como Nki, donde la caza furtiva es constante. Aquí, la dotación de forestales es algo más generosa. También se han detenido los planes para distintas concesiones mineras y, hasta cierto punto, las talas ilegales. Lo que no ha podido evitarse es la construcción de una presa aguas abajo, en la unión del Dja y el Mekin, que está empezando a tener consecuencias ecológicas. Una de las formas de apuntalar estos esfuerzos será el crecimiento del turismo, que multiplica la vigilancia de los furtivos y ofrece nuevas vías económicas a la población.
De momento no hay mucho, desafortunadamente, y visitar Dja es tarea compleja. Somalomo, en la parte norte, es la entrada oficial a un mundo sin carreteras asfaltadas, infraestructuras ni apenas senderos. La manera de visitar la Reserva es dedicar al menos una semana a caminar por la jungla acampando y visitando poblados pigmeos. Ni que decir tiene que tendremos que hacer el recorrido con ayuda de guías locales. El viaje no es barato, pero se pueden reducir los importes si nos proponemos como voluntarios para ayudar a los forestales. En todo caso, hay que tener bien claras dos cosas: esto es una jungla y no una sabana, por lo que avistar animales no está garantizado; visitar la reserva en temporada lluviosa es peligroso, así que hay que procurar venir en julio, agosto o de diciembre a febrero.
Fotos: antoine penda / Cedric Hance
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