Paraíso de palmeras
Toda imagen de una playa o isla paradisíaca incluye invariablemente arena blanca, agua turquesa y palmeras. Este árbol simboliza la sensación de descanso tropical alejado del bullicio de las grandes ciudades. El primer nombre que recibió la isla de Praslin, en el Índico, fue isla de palmeras. Se lo dio Lazare Picault, que aunque no descubrió las Seychelles sí fue el primero en documentarlas e investigarlas en 1744. Los nombres de Picault eran así de inspiradores: susurro, abundancia, fregata o roja. Una década después, cuando fueron reclamadas por Francia, cambiaron sus nombres para homenajear a distintos nobles. Al duque de Praslin, César Gabriel de Choiseul, le tocó este pequeño paraíso. Otro homenajeado fue el rey, Luis XV, aunque en este caso no dio nombre a una isla, sino a todo un género botánico: Lodoicea. Es el nombre oficial del coco de mar, carismática y endémica especie de Praslin, donde se encuentra el Valle de Mai. Suyos son los mayores frutos y semillas del reino vegetal: hasta 42 y 18 kilos respectivamente.
Praslin está a unos 45 kilómetros de Mahé, principal isla de Seychelles en la que se concentra el 90% de la población. Así, pese a ser la segunda en extensión, apenas viven en ella unas 7.500 personas. Esto no ha evitado que buena parte de su costa haya sido ocupada por el turismo, un sector tan relevante para el país que hasta preocupa por su dependencia. El accidentado interior de Praslin se conserva mejor, especialmente el Valle de Mai, al sureste. En sus veinte hectáreas, Praslin alcanza su mayor altura en el monte Fond Azore, de 373 metros. Geológicamente, la isla está en el norte de la meseta submarina de las Mascareñas y tiene origen granítico, no volcánico o coralino. En la era de Gondwana, esta meseta estaba unida a la India. De esta era geológica conserva su biodiversidad, que en esta pequeña isla evolucionó al margen del mundo. Esto hace del Valle de Mai un lugar de extraordinaria relevancia, como si fuera un microcontinente.
El Valle es un viaje al pasado, a lo que muchas plantas pudieron ser antes de especializarse y evolucionar. Aislada, la flora del Valle de Mai no necesitó nuevas adaptaciones. Además de algunas especies de menor tamaño como la orquídea de la vainilla, en Mai lo relevante son sus aproximadamente 5.000 palmeras. Entre ellas hay seis especies endémicas de las Seychelles. Algunas gozan de buena salud, como la palmera del ladrón, y otras como la deckenia son vulnerables por la pérdida de hábitat. Lo mismo le ocurre al coco de mar, con el añadido de un endemismo más agudizado: solo se encuentra en Praslin y la vecina Curieuse. Este increíble árbol de unos treinta metros de altura no se diferencia apenas de sus parientes, salvo a la hora de reproducirse: hay árboles macho y hembra y al fruto le lleva seis años madurar y dos más germinar. A pesar del nombre, no ha podido expandirse marítimamente, pues solo las frutas descompuestas flotan. En fauna, el patrón de endemismo se repite y varias especies de aves y reptiles lo son. Destacan el loro negro de Seychelles y el camaleón tigre.
Este lugar es tan paradisíaco como parece. De hecho, el británico Charles George Gordon, cosmólogo cristiano, impulsó la idea de que el Jardín del Edén del Antiguo Testamento tenía que ser esta isla. Es un ejemplo de la fascinación que produjo Praslin en los europeos. Hasta el dominio francés, la isla fue base pirata o de mercaderes árabes. Entonces, los cocos de mar eran objetos exóticos entre nobles y piratas y los que llegaban a Maldivas eran tratados como objetos de adoración, pero la creencia es que procedían de algún árbol mitológico submarino. En 1768, el explorador Marion du Fresne identificó las palmeras, pero el interior no fue apenas explorado hasta 1930. Unas décadas después se protegió el Valle de Mai, más aún como Parque Nacional en 1979. Las principales amenazas son los incendios y la sobreexplotación del coco de mar.
Las Seychelles son muy visitadas, pero buena parte de la gente se queda en Mahé, donde está el aeropuerto internacional. Praslin tiene el suyo para los vuelos internos, aunque también llega mucha gente en ferri, pues solo lleva una hora. En todo caso, navegar alrededor de la isla para ver otras pequeñas es obligatorio. Casi tanto como ir a la playa Lazio, considerada una de las mejores del mundo. En cuanto al Valle de Mai, es una excursión habitual, por lo que conviene madrugar. Hay varios recorridos a pie y todos los hoteles ofrecen paseos guiados. Vienen bien para avistar fauna, pero no son imprescindibles. En el recorrido se pasa por algún mirador para contemplar todo el bosque. De marzo a septiembre llueve menos.
Fotos: Leila Maziz / Valerie Hukalo
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