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Sansa, monasterios budistas de las montañas de Corea

Sansa, monasterios budistas de las montañas de Corea

Gyeongsang del Norte y Sur, Chungcheong del Norte y Sur y Jeolla del Sur (Corea del Sur)

Budismo retirado


En el siglo IV, el budismo se introdujo en la península coreana desde China, como muchos otros rasgos culturales. También hermanado con el chino, en Corea se practicaba el chamanismo desde tiempos prehistóricos. De carácter estatal, este chamanismo aceptó el budismo al no plantear conflictos teológicos. Los budistas, reclutados entre sus antiguos adherentes, prolongaron costumbres chamanes como su adoración a las montañas, hogar de los espíritus. Los budistas localizaron luego sus principales monasterios en las montañas coreanas. Bajo el genérico nombre de Sansa se multiplicaron los siguientes siglos gracias al patronazgo real, que cambió de religión oficial al budismo. Con la llegada de la neoconfucionista dinastía Joseon en el siglo XV, el budismo sufrió un fuerte retroceso. A duras penas sobrevivieron un puñado de Sansa frecuentados por pocos fieles. Custodio de la presencia de esta religión en Corea, estos monasterios muestran características propias y conservan infinidad de documentos y arte en su interior. 

Vista aérea del Sansa de Seonamsa

El avance del budismo coreano no fue especialmente rápido. Llegado al reino de Silla en el siglo VI, cuando estos unificaron la península un siglo después, empezaron a multiplicarse los templos Sansa en distintas montañas coreanas para complementar los templos urbanos. Inicialmente, distintas escuelas budistas se repartieron los Sansa, pero en el siglo IX la rama seon, similar a la escuela zen china, ganó presencia. Los siete Sansa principales se construyeron desde la unificación Silla hasta que la dinastía Goryeo se hizo con el poder a comienzos del siglo X. No quiere decir que los Goryeo despreciaran el budismo, todo lo contrario. La religión se hizo plenamente estatal y patrocinaron multitud de obras en los Sansa, especialmente entre los adscritos a la escuela seon. El ascenso de los Joseon en 1392 significó otra historia muy diferente. Profundos neoconfucionistas, el budismo fue relegado, oprimido y limitado. Aunque algunos dirigentes levantaron ocasionalmente la mano y el apoyo budista durante la invasión japonesa del siglo XVI les ayudó, en esta era los Sansa descendieron en número.

Los siete Sansa han sido diseñados y rediseñados durante estos siglos, además de reconstruir muchos de sus edificios, que generalmente no tienen más de 250 años. Más hacia atrás nos tenemos que conformar con piezas de arte como esculturas. Todos permanecen en su localización original, caracterizada por la adaptación al contexto montañoso que comparten. No existen barreras con este, pues los monasterios son simultáneamente espacios de culto para el público general. En su diseño, el protagonismo es del madang, al que se llega tras pasar la puerta de entrada denominada Iljumun. El madang es el patio central cuadrangular de cada Sansa sobre el que gira la vida del monasterio. En uno de los cuatro lados está el hall principal de Buda, frente a este un pabellón, quedando los otros dos lados para dormitorios. Esta disposición es independiente de las diferentes escuelas de la rama mahayana a las que están adscritos los Sansa. Todos continúan hoy activos acumulando en el camino más de un milenio de profesión del budismo.

Hall de la Vida Infinita en el Sansa de Buseoksa

Los dos monasterios más relevantes, Tongdosa y Buseoksa, fueron fundados en el siglo VII. Tongdosa, cabecera de la escuela vinaya, cuenta con tres madang tras su último rediseño del siglo XVII. Una particularidad suya es que no se venera ninguna imagen de Buda, sino una supuesta sarira, reliquia budista. Buseoksa, por su parte, está adscrito a la escuela avatamsaka y conserva su diseño desde hace más de un milenio. En sus halls podemos ver un antiguo mural del siglo XIV. Más anterior aún es su edificio estrella, el Hall de la Vida Infinita del siglo XIII. Exponente de la arquitectura de madera de Asia Oriental, está considerado uno de los edificios coreanos más antiguos construidos con este perecedero material junto al otro hall del Sansa de Bongjeongsa. Este monasterio es uno de los más populares y lleva siglos atrayendo visitantes, incluidos viajeros occidentales. Otro de los lugares de referencia es la pagoda de madera Palsangjeon en el Sansa de Beopjusa, superviviente del siglo XVII.

Muchos viajeros que visitan Corea cubren la cultura budista con los templos de Bulguksa y Haeinsa, más famosos, pero es una gran idea introducir en el viaje alguno de los Sansa. Nos encontraremos con lugares más tranquilos en los que es posible hacer noche junto a los monjes para redondear la experiencia. Aunque no lo hagamos, al ser monasterios activos compartiremos seguramente la visita con fieles budistas y quizá veremos algún tipo de ceremonia. Los Sansa suelen tener algún tipo de conexión en transporte público, aunque un coche alquilado nos facilitará la tarea, y suelen ser una base excelente para hacer algún recorrido de montaña. Por lo demás, están distribuidos por toda la mitad sur del país y visitar uno u otro dependerá de nuestro itinerario. Todos ofrecen una experiencia similar pese a los monumentos particulares de cada uno.

Fotos: CIBM / CIBM

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