Escaleras al calvario
En 1491 se creó en la ciudad piamontina de Varallo Sesia el primer Sacro Monte. Estos paisajes culturales surgieron como réplicas destinadas al peregrinaje tras la pérdida de Jerusalén. Los fieles reproducían el Vía Crucis, recorrido de Jesucristo hasta su Crucifixión en el monte del Calvario. De ahí que todos se construyeran sobre montes adornados con capillas. El aspecto natural en los Sacri Monti italianos era elevado, pero en otros lugares se buscó una mayor intervención. Ejemplo son los 581 escalones del Buen Jesús de Braga que cubren 130 metros de desnivel, tan famosos o más como la iglesia que aguarda en la cima. Aunque de origen anterior, este santuario siguió un programa constructivo durante el siglo XVIII enlazando desde el barroco de las escaleras al neoclasicismo de la iglesia. Como el Buen Jesús tuvo especial predicación en las colonias portuguesas, su estilo influyó decisivamente en decenas de santuarios, especialmente el brasileño de Congonhas.
Braga nació hace más de 2.000 años como Bracara Augusta una vez los romanos controlaron esta región del noroeste de la península ibérica. Tras su caída, Braga fue no solo la capital de Gallaecia, sino foco de cristianización para la península a partir de su arzobispado, entre los más antiguos de Europa occidental. Sin embargo, el ascenso de otras ciudades cercanas como Santiago de Compostela y el robo de reliquias la relegaron. La fe se mantuvo intacta en la ciudad y en algún momento del siglo XIV está datada la existencia de ermitas en Espinho, uno de los numerosos montes que rodean el centro histórico de Braga. Dada esta presencia temprana y su cercanía a la ciudad, en 1629 fue elegido por la hermandad del Buen Jesús, que en plena Contrarreforma planteó la fundación del Sacro Monte sobre Espinho. Esta primera renovación arquitectónica modeló el monte estableciendo varias capillas para realizar el Vía Crucis y alojamientos para los peregrinos.
Poco queda de entonces, porque en 1722 el programa constructivo fue mucho más allá gracias a la involucración del arzobispo de Braga, Rodrigo de Moura Telles. Fue el inicio de los primeros giros en zigzag de la escalera que lleva al santuario, completada a finales de siglo con nuevos tramos. En la cima se levantó una iglesia barroca de corta vida, pues en 1784 se encomendó al arquitecto Carlos Amarante la actual en estilo neoclásico. Entre los elementos introducidos en esta época, el original Terreiro dos Evangelistas es de los más especiales. Extendido detrás de la iglesia y compuesto por tres capillas octogonales, tiene la particularidad de contar los sucesos acontecidos tras la Crucifixión, completando así el programa religioso. Con la fama del Buen Jesús en su punto más álgido, el siglo XIX sirvió para renovar estructuras, intervenir todo el parque del monte Espinho y abrir el funicular en 1882, primero de la península ibérica, con el fin de añadir un camino alternativo.
Pese a las diferentes etapas, todo el conjunto del Buen Jesús tiene un aspecto homogéneo gracias al constante uso de la piedra granítica vista y enlucido de pintura blanca. Los escalones están divididos en tres tramos: pórtico, cinco sentidos y tres virtudes. Los dos últimos marcan los ocho giros en zigzag que visualmente dominan la composición. Están adornados por fuentes barrocas alegóricas complementando las capillas del Vía Crucis. Las de los sentidos están claras, mientras que las virtudes teologales son fe, esperanza y caridad. Además del aspecto artístico, es relevante la hidráulica asociada, necesaria para llenar las fuentes, además de aportar energía al funicular y adornar el parque con un lago artificial. Al acabar las escaleras se llega al Terreiro de Moisés, donde el programa iconográfico continúa con fuentes y estatuas ecuestres antes de acceder a la iglesia. En planta de cruz latina, estamos ante uno de los primeros templos neoclásicos del país. Inevitablemente, su programa iconográfico está enteramente dedicado al capítulo de la Crucifixión, incluido el retablo mayor.
Pese a ser el tercer núcleo urbano portugués, Braga es una pequeña ciudad que ni siquiera cuenta con aeropuerto, siendo el más cercano el de Oporto. Desde aquí tenemos solo una hora por carretera o tren. Aunque el centro merece un buen paseo y su catedral es apreciable, el turismo tiene su foco en dos monumentos sobre colinas: Nuestra Señora de Sameiro y el Buen Jesús. Para este tenemos disponibles autobuses hasta la base. Desde aquí está la opción de subir siguiendo los preceptos peregrinos, incluso de rodillas, o el práctico funicular. Si tomamos la segunda opción, siempre podemos bajar por las escaleras para ver cada detalle. En todo el santuario solo tendremos que pagar por el funicular y si queremos alquilar un bote en el lago de la parte trasera. Las antiguas hospederías del Buen Jesús se han reconvertido hoy en hoteles donde pasar la noche cerca del santuario.
Fotos: Loredana / António Amen
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