Urbanismo bizantino
Cuenta la leyenda que los recios espartanos de la antigua Grecia, cuando nacía un niño débil, subían a una colina de los montes Taigeto y lo arrojaban al vacío. Seguramente, por proximidad, la colina que elegían está muy cerca de la colina sobre la que se asienta una ciudad fundada varios siglos después: Mistras. La historia de esta ciudad se inicia cuando un príncipe de Acaya decide situar en este paraje de pinos y cipreses la capital de su territorio, que abarcó la península del Peloponeso. La gloria de Mistras se alargó unos siglos cuando Acaya se convirtió en el despotado de Morea bajo mandato bizantino, hasta que los otomanos la conquistaron. Tal era el poder de Mistras entonces que los otomanos creyeron que la ciudad era la misma Esparta. Pero no, Mistras había sido fundada poco tiempo antes, en 1249, y su herencia bizantina es su mayor valor histórico.
El principado de Acaya se había formado unos años antes, en el 1205, cuando tras la cuarta Cruzada los francos conquistaron el territorio a Bizancio y se lo repartieron. La primera capital se situó en Andrávida, pero el príncipe Guillermo II de Villehardouin decidió construir una fortaleza completamente nueva, dando así inicio a Mistras. Con este príncipe, Acaya vivió buenos y malos momentos. Tras acompañar a Luis IX en otra Cruzada, Guillermo se ganó su respeto y expandió el territorio hasta cubrir el Peloponeso entero bajo la aprobación de los ducados vecinos. Años después fue traicionado y secuestrado. Solo fue liberado a cambio de entregar la ciudad al imperio bizantino. Durante décadas, la ciudad de Mistras cambió constantemente de manos en medio de alianzas y guerras, hasta que se estabilizó como capital del despotado de Morea. Con este nombre es como se conoció a la península del Peloponeso en tiempos medievales.
El siglo XIV fue el cénit de Mistras. Tras conseguir la paz, bajo el mandato de Teodoro I Paleólogo se convirtió en la segunda ciudad en importancia de todo el imperio bizantino, solo por detrás de Constantinopla. Su castillo era la segunda vivienda del emperador. A nivel de conocimiento, Mistras fue también relevante al ser hogar de los neoplatónicos, un grupo de filósofos con Pletón a la cabeza. Fueron llevados a Italia y se convirtieron en uno de los primeros catalizadores del Renacimiento en aquel país. Cuando los otomanos conquistaron Mistras en 1460, poco después de la caída de Constantinopla, su derrota se equiparó a la de esta gran ciudad. Su relevancia decayó, aunque siguió siendo objeto de deseo y fue parte de Venecia durante un par de etapas. Tras ser atacada por los albanos en 1770, quedó en un estado ruinoso. Fue abandonada definitivamente en 1832 por orden del rey Otto tras la conquista cristiana del Peloponeso. La población se trasladó a la moderna Esparta, situada sobre las ruinas de la antigua, unos ocho kilómetros al este.
La fortificación de tiempos de Guillermo II de Villehardouin es lo que más llama la atención de Mistras, por su posición dominante en lo alto de la colina de 620 metros. A sus pies arrancó la construcción de la metrópolis, dedicada a San Demetrio, en 1264. El traslado del obispado de Esparta a Mistras fue clave para la profusión de templos que podemos disfrutar hoy. El primer monasterio fue el de Brontochion. Fue construido en 1310 y cuenta con apreciables frescos. Más importantes aún son los del monasterio de Peribleptos, un ejemplo único de arte bizantino tardío de 1348 a 1380. El último es el de Pantanassa, de 1428, que tiene la particularidad de seguir vigente gracias a una pequeña comunidad de monjas. Más allá de los ejemplos concretos, en Mistras se disfruta paseando por toda la ciudad medieval en ruinas y experimentar así lo que era vivir en una ciudad bizantina.
Cerca de Mistras hay una pequeña aldea desde la que se puede llegar caminando. A esta aldea, Neo Mistras, se puede llegar en bus desde la moderna Esparta, que se encuentra a su vez a unas tres horas de Atenas y en la región central del Peloponeso, en el lado interior de los montes Taigeto. Ya que estamos en Esparta, se puede visitar su museo, con artefactos de la antigua y mítica ciudad griega. Ya en Mistras, recorrerla puede llevar una mañana e implica un buen paseo sin mucha sombra, por lo que es mejor evitar las horas centrales y si puede ser el verano. Subir hasta el fuerte supone otra media hora extra que tiene como recompensa unas preciosas vistas del valle. El sitio tiene dos entradas y dos aparcamientos, por lo que si llevamos coche es buena idea subirlo al segundo aparcamiento una vez hayamos visto la parte baja y ahorrarnos así parte de la subida.
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