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Takht-e Sulaiman

Takht-e Sulaiman

Azerbaiyán Occidental (Irán)

  • Author: info@viajealpatrimonio.com
  • Date Posted: 6 03, 2018
  • Category:

La religión del fuego


El zoroastrismo es una de las religiones monoteístas más antiguas del mundo, pues fue iniciada por el legendario Zaratrusta en algún momento de la primera mitad del primer milenio a.C. Como tal, fue la primera en enfrentarse a las contradicciones de plantear un único creador omnipotente, en este caso Ahura Mazda, con la dualidad del bien y del mal, el cielo y el infierno, que finalmente generó antagonistas como Angra Mainyu en versiones como el zurvanismo. No ha desaparecido del todo, pero hoy apenas cuenta con 2-3 millones de fieles. Sin embargo, durante más de mil años fue la religión estatal de uno de los imperios de la antigüedad más poderosos: los persas. Una de sus dinastías más fuertes, los sasánidas, construyeron el templo de fuego más importante que ha llegado hasta nosotros, el situado en Takht-e Sulaiman o Azargoshasb. Estos templos de fuego no son más que la versión zoroastriana de las iglesias o las mezquitas. En ellos se adoraba al fuego, elemento de conexión con el mundo divino para los zoroastrianos.

Vista de la ciudad de Takht-e Sulaiman

En el siglo VII, el zoroastrismo fue desplazado por la llegada de los árabes y su Islam. Pusieron así fin al zoroastrismo a gran escala y a la dinastía sasánida, que desde 224 se había ido convirtiendo en uno de los imperios más importantes del mundo, capaz de mirar de frente a los bizantinos. En muchos sentidos, este periodo fue el más influyente de los persas, tanto entre los romanos como en el posterior arte medieval europeo y musulmán. Los sasánidas fijaron tres templos de fuego principales, entre los que se encontraba el de ādur Wishnāsp en la antigua ciudad amurallada de Takht-e Sulaiman. El fuego de este templo estaba destinado en concreto a una de las cuatro clases sociales persas, la de los arteshtaran o guerreros. A solo ocho kilómetros de aquí pudo guardarse otro de los fuegos en la ciudad de Belqei, aunque falta aún por investigar arqueológicamente.

Aunque los sasánidas fueron los que construyeron la ciudad tal y como la conocemos, el área fue habitada antes por los aqueménidas, en el siglo V a.C. Esto no encajaría con las numerosas leyendas que giran en torno a este sitio, cuyo entorno es especial: una zona volcánica con un pequeño cráter de 120 metros de profundidad inundado de agua dulce procedente de un pozo artesiano. Según los árabes, estos fueron los dominios del rey Salomón, que dieron el nombre moderno a la ciudad. La leyenda cuenta que Salomón utilizaba otro cercano cráter de 100 metros sobre un volcán como prisión. Este sería Zendan-e Suleiman, donde actualmente hay varios santuarios el primer milenio a.C. Con todo, parece claro que fueron los sasánidas los responsables de la ciudad fortificada actual: en concreto, el rey Peroz a mediados del siglo V. Creció como santuario en el VI y fue atacado violentamente por los bizantinos en el 627. Con la posterior llegada de los árabes, el sitio perdió la oportunidad de ser restaurado. Inesperadamente, Takht-e Sulaiman vivió un momento de gloria posterior con el dominio mongol. Estos lo reconstruyeron en el siglo XIII bajo la misma tradición zoroastriana. Tras el paso de estos, la ciudad volvió al olvido hasta que el británico Robert Ker Porter la descubrió en 1819.

Cráter y restos sasánidas de Takht-e Sulaiman

La ciudad se encuentra sobre una meseta de sesenta metros de altura con forma ovalada y 550×350 metros. Además de estas razones prácticas, la unión simbólica en un mismo lugar del fuego volcánico y el agua del pozo fueron definitivas para que los sasánidas encontraran en Takht-e Sulaiman el sitio idóneo para su santuario. Lo rodearon de una muralla de trece metros de alto, 38 torres y una entrada sin puerta, lo que indica el posible simbolismo de la misma muralla. Al norte del cráter inundado está la zona sagrada con el templo de fuego, cuadrado y construido con ladrillos de barro cocido. A su lado están los templos del fuego eterno, el templo anahita y las residencias reales. Hay también una cúpula o iwan, la galería de Khosrow, que tiene mocárabes, las típicas estalactitas esculpidas que luego los musulmanes explotaron. Los mongoles añadieron dos torres octogonales y una nueva puerta.

Takht-e Sulaiman está cerca de la pequeña ciudad de Takab, en el noroeste de Irán, una zona de clara influencia azerbayana. La ciudad está unos cuantos kilómetros desviada de la principal ruta en esta parte del país, la carretera de Teherán a Tabriz. Esto implica un largo recorrido en transporte privado. Entre esto, la falta de servicios y lo que queda por reconstruir, Takht-e Sulaiman tiene más potencial que turismo. En el sitio hay al menos un pequeño museo con artefactos encontrados aquí. Tras visitar la ciudad es muy recomendable acercarse al monte de Zendan-e Suleiman, donde además de las estructuras tendremos unas buenas vistas. En invierno esta zona está normalmente nevada, así que es mejor venir en verano.

Fotos: Ebrahim AlipoorMahmoudReza Nourani

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