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Taputapuātea

Taputapuātea

Polinesia Francesa (Francia)

Rituales del Pacífico


La Polinesia Francesa es una colectividad de ultramar formada por 118 islas y atolones en una amplísima extensión del Pacífico. Entre las más famosas abundan varios paraísos vacacionales como Bora Bora. Esta forma parte del archipiélago de la Sociedad, el más poblado e histórico. Una historia corta, pues estamos en una de las últimas zonas del mundo en ser colonizada. Fueron pueblos austronesios los que llegaron sobre el siglo X, probablemente de las occidentales Tonga y Samoa. Aunque la primera isla fue avistada por Fernando de Magallanes al circunnavegar el planeta, los europeos no las exploraron hasta el siglo XVIII. Francia se las adjudicó luego para proteger a misioneros cristianos, lo que inevitablemente diluyó sus culturas maohíes. Estos pueblos prehistóricos emparentados con los neozelandeses y hawaianos tenían su propia cosmovisión. Su patrimonio fundamental eran los marae, espacios comunales despejados y delimitados con postes de madera o piedras. Eran utilizados para fines rituales y funerarios como puerta simbólica entre lo vivo, Te Ao, y lo divino, Te Pō. El principal se encuentra en Taputapuātea.

Vista aérea de las estructuras de Taputapuātea

Este marae está en Raiatea, unos 200 kilómetros al noroeste de Tahití, la isla más extensa. Probablemente hace tiempo estuviera unida a Tahaa, justo al norte, con la que comparte barrera coralina. Mediante precarias embarcaciones similares a los catamaranes, capaces de transportar hasta sesenta personas, los maohíes llegaron a esta zona del mundo. Tiempo después partirían nuevas expediciones que colonizarían Nueva Zelanda, Hawái o Rapa Nui. Según los arqueólogos, Taputapuātea nace como mínimo sobre el siglo XIV, aunque fue sitio vivo reformado continuamente, especialmente en el siglo XVIII. Entonces llegó su cénit gracias a la alianza de distintos jefes polinesios de las islas de la Sociedad. Aquí se reunían periódicamente junto a guerreros y sacerdotes para tratar problemas comunes. Antes de la llegada en 1769 de James Cook, primer europeo en visitarla, la alianza se había roto y Taputapuātea sufrió un ataque de Bora Bora. El declive definitivo empezó en el siglo XIX de la mano de los misioneros cristianos y los cambios culturales que introdujeron.

El marae de Taputapuātea pasó al olvido hasta el punto que la vegetación lo cubrió y una plantación de cocoteros lo invadió. El antropólogo estadounidense Kenneth Emory investigó el marae, presente en la historia oral de los mahoíes, desde 1929. Fue protegido en los 50 y restaurado a finales de los 60, coincidiendo con el renacer de la cultura mahoí. Taputapuātea se encuentra al final de una península en el sureste de Raiatea, frente a la laguna coralina que tiene aquí un canal navegable, Te Ava Mo’a. Los maohíes llegados de otras islas lo atravesaban y aguardaban en el islote Atāra motu antes de acceder a Taputapuātea. La estructura del marae se compone de un cuadrilatero de 44×60 metros cubierto de losas basálticas. En el extremo este del marae se localiza el ahu, una plataforma estrecha y alargada que hacía las veces de altar. Compuesto de varios tipos de rocas, en su interior se han descubierto versiones anteriores. Del ahu nace un árbol baniano que añade estética al marae, que por lo demás está desnudo de vegetación.

Marae de Taputapuātea

El marae de Taputapuātea está dedicado a los principales dioses maohíes Ta’aroa u ‘Oro, según época, y es el más importante para los maohíes. No es el único en esta zona, congregación ritual principal en las islas de la Sociedad donde los distintos jefes compartían sus conocimientos, especialmente de navegación. El siguiente en relevancia es Hauviri, rodeado por un murete reconstruido y con su ahu mirando a la laguna. En el centro del marae está Te Papa Tea, una gran losa destinada a rituales del marae como los de investidura de los jefes locales o los sacrificios. Otros tres maraes menores pertenecían a familias de menor rango que querían tener en Taputapuātea su propio espacio ceremonial. Todo el entorno natural tiene su simbolismo y nombre propio: arroyos, colinas, playas y valles arbolados. En las últimas décadas se han construido estructuras destinadas a celebrar ceremonias modernas que mantienen con vida las tradiciones maohíes.

Cualquier viaje a la Polinesia Francesa suele implicar muchas horas de vuelo y dinero, pero es un destino turístico plenamente desarrollado. Raiatea en particular está entre las más famosas Moorea y Bora Bora. La forma más convencional de llegar es en uno de los aviones que hacen recorridos continuos enlazando las islas. Luego podemos contratar un taxi o alquilar una moto para recorrer la isla, cuya capital Uturoa es una pequeña aldea. Aquí podemos contratar excursiones como la isla de Tahaa o movernos por libre. Taputapuātea se encuentra a pocos kilómetros al sureste y su visita es por libre salvo que hayamos contratado un guía, algo aconsejable. También veremos carteles en inglés y francés. Tras la visita podemos bajar a la playa a descansar y hacer snorkel en la laguna coralina.

Fotos: Matarai / Sur la route

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