Idiosincrasia china
Es imposible entender la cultura china sin la influencia de su más conocido filósofo y pensador: Confucio. Kong Fuzi, el maestro Kong, vivió hace 2.500 años, pero sus enseñanzas son intemporales. Están marcadas por una ética que, sin llegar a formar una religión tal y como la entendemos, nos habla de la moralidad personal, la corrección, el estudio, la justicia, la sinceridad y otros valores similares. Juntos construyen la base de una ideología política que parte del culto a la familia y los ancestros, la lealtad y el buen gobierno por encima de la pura coerción. No se puede decir que Confucio fuera progresista, pero para su época fue un avance. Sus enseñanzas se compilaron en las Analectas y desde el siglo II, con la dinastía Han, su pensamiento prevaleció en China con algunas variantes hasta el siglo XIX. No fue hasta mucho tiempo después, en 1687, cuando Mateo Ricci lo dio a conocer en Occidente gracias a sus traducciones. Si queremos respirar confucionismo hoy en día lo mejor es ir al templo, cementerio y residencia familiar en Qufu.
Treinta kilómetros al sur de esta ciudad, en el antiguo estado de Lu, fue donde la tradición dice que Confucio nació en el 551 a.C. Sus padres fueron al monte Ni, donde rezaron, y su madre dio a luz. De clase media, tuvo empleos de todo tipo hasta hacerse profesor y luego saltar a la política como gobernador local y ministro. Intentó concentrar un gobierno por entonces dividido en tres familias, pero tras su fracaso se retiró de la primera línea política. Se dedicó a viajar por otros estados de la antigua China impartiendo sus enseñanzas a los gobernantes, aunque sin implicarse activamente. En sus últimos años volvió a casa y allí se dedicó a transmitir su conocimiento a sus discípulos. También lo pasó a escrito en lo que se conoce como los cinco clásicos, aunque muchos expertos han puesto en duda la autoría de Confucio.
Nada más morir en el 479 a.C., el rey de Lu llamado Gun convirtió su pequeña casa en un templo para conmemorar su figura y realizar sacrificios. Allí acudieron durante siglos muchos emperadores. Lo hacían al ser coronados y vencer batallas. Reconstruido innumerables veces por incendios o saqueos, en el 611 se perdió la casa original de Confucio y en el 1499 adquirió la forma que vemos hoy. Actualmente vemos 104 edificios de las épocas Jin y Qing rodeados por pinos negros. El recinto tiene una superficie total solo superada en China por la Ciudad Prohibida. Además de muchos artefactos antiguos, hay más de mil estelas sobre la vida y enseñanzas de Confucio y varias rocas esculpidas. Es un modelo para otros templos similares desperdigados por el este y sudeste asiático. Especialmente el hall Dacheng, pieza principal del complejo con sus 28 pilares esculpidos de una sola pieza.
Al lado está la mansión de la familia Kong, que fue donde vivieron los descendientes directos masculinos de Confucio. Lo que empezó como una casa familiar contiene ahora 152 edificios. Ha sufrido varios incendios, el más importante en el siglo XIV y el más reciente en el XIX. Además de otros artefactos, aquí se guardan 60.000 escritos que nos cuentan el día a día de las dinastías Ming y Qing. A poca distancia se encuentra el cementerio de Confucio. Para él se abrió una tumba a la orilla del río Si en forma de hacha, sobre la que se colocó una plataforma de ladrillos. Ha sido un sitio de peregrinaje desde el siglo III a.C. y desde un siglo después hay tumbas de descendientes de Confucio: hasta 100.000. En el siglo XIV se rodeó todo el cementerio con una muralla de 7,4 kilómetros, añadiéndose una puerta de entrada directa desde Qufu. A todo el recinto se le llama también el bosque de Confucio por lo agreste del sitio y la cantidad de vegetación, consistente fundamentalmente en pinos negros y cipreses.
La actual ciudad de Qufu, de 60.000 habitantes, se encuentra en la provincia de Shandong, a dos horas en coche de la capital Jinang. También está a tan solo dos horas de Beijing si tomamos la nueva línea rápida de tren que conecta a la capital de china con su capital económica, Shangai. Es ideal ir en primavera u otoño para tener temperaturas suaves y no mucha lluvia. Se necesita medio día para ver las tres partes y tendremos que lidiar con las masas en el templo. El bosque de Confucio es mucho más tranquilo. Existen tours guiados que en dos horas recorren los principales puntos, además de introducirte en la filosofía de Confucio.
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