Descansando de Seúl
La dinastía coreana de los Goryeo abrazó el confucionismo chino y analizó sus textos fundamentales, como el Libro de los Ritos o los Ritos de Zhou, para enterrar de forma correcta a sus dirigentes. Las directrices no eran sencillas de seguir porque había que tener muchas cosas en cuenta: distancia a la capital, distancia a otras tumbas, localización, la geomancia del pungsu, el fengshui coreano, y la accesibilidad. Cuando los Goryeo desaparecieron del mapa, los Joseon heredaron sus costumbres y las llevaron más allá con el neoconfucionismo. Esta ideología ha marcado el pasado y presente de la cultura coreana, en la que el budismo tuvo cada vez menos cabida. Los Joseon trasladaron la capital del país a la actual Seúl y alrededor de esta moderna urbe, en un radio de unos cuarenta kilómetros, se distribuyen 18 localizaciones en las que se encuentran cuarenta tumbas reales.
La historia de los Joseon nace en 1392 de la mano de Taejo. El país necesitaba un cambio de aires tras varias generaciones de Goryeo al servicio del imperio mongol y su dinastía Yuan, dirigentes de facto del país. Con el ascenso de los Ming en China, los Joseon vieron una oportunidad de virar el destino del país y se enfrentaron a los defensores de los Yuan. Con la nueva alianza, el neoconfucionismo se impuso, tal y como sucedía en China. En 1418, de hecho, Sejong el Grande fijó esta ideología como la oficial del país. El budismo no se prohibió del todo, pero se relegó a la nada. Las prácticas de enterramiento fusionaron así elementos de los Goryeo y la nueva filosofía. Además de las tumbas reales o neung, destinadas a los reyes, sus esposas y reyes póstumos, las directrices se aplicaron a las tumbas won, destinadas a príncipes herederos y otros familiares reales. De estas hay trece alrededor de Seúl. La localización es lo más relevante de todas las tumbas. Suelen estar en entornos naturales protegidos por una colina o, como innovación de los Joseon, sobre una. También es preceptivo que miren al sur, a poder ser hacia una fuente de agua.
Estilísticamente, las tumbas han ido evolucionando desde el comienzo de los Joseon hasta el fin de la dinastía, en 1910. Se distinguen cinco etapas distintas, pero todas tienen en común su división en tres partes. La primera es una puerta denominada hongsalmun, cuya función es similar al torii japonés, esto es: separar lo vivo de lo muerto, lo sagrado de lo profano. A continuación hay un área en la que los espíritus se supone se pueden reunir con aquellos que los van a visitar. Suele haber algún edificio como santuarios en forma de T, además de estatuas guardianas protectoras. Finalmente se llega a la tumba en sí, incluidas las paredes que la protegen y el túmulo con hierba que la cubre. Fuera de esta composición hay edificios de carácter más funcional, orientados a dar servicio a los rituales, pero el entorno de la tumba se trata de mantener lo más natural posible.
A pesar de que la invasión japonesa del siglo XVI dañó algunas tumbas, en general el celo con el que los coreanos respetan su pasado las ha mantenido en muy buen estado. Hay muchas para elegir y la elección depende si buscamos la excelencia artística o la relevancia de la figura enterrada. Si buscamos lo segundo, es preceptivo ir a las tumbas de Taejo y Sejong el Grande. El primero se encuentra en el conjunto de Donggureung, las nueve tumbas del este. La hierba que crece sobre su túmulo es distinta al resto porque procede de la región de Taejo, donde él quiso ser enterrado. A Sejong le encontraremos en Jeongneung. Está enterrado con su esposa, costumbre que inició él. Hay una doble escalera para acercarnos a la tumba más de lo habitual, lo que nos permite ver de cerca las estatuas protectoras. Si queremos ver algo distinto al resto podemos ir al conjunto Hongneung. Allí está la tumba del emperador Gojong. Las tumbas del periodo imperial son más grandilocuentes, imitando a los Ming chinos. Las estatuas incluyen animales, algo que no se ve en los periodos tempranos.
Seúl es el punto de partida idóneo para ver las tumbas. Estas se acumulan en el extrarradio, pero la mayoría son accesibles en transporte público. Si queremos optimizar tiempo, no obstante, podemos alquilar un coche y dedicar el día a ver algunas. Eso sí, teniendo en cuenta que algunos grupos de tumbas ya nos pueden llevar una mañana entera. Es necesario revisar también los horarios, porque, aunque casi todas tienen el mismo, algunos complejos son accesibles solo bajo petición previa. Es recomendable visitar al menos una a primera hora de la mañana, incluso con neblina, para multiplicar el aura espiritual que respira cada conjunto.
Fotos: Steve46814 / David Baron
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