Rin histórico y natural
Aunque el río Rin trae a la mente la imagen de la germanidad total, esta importante arteria fluvial de Europa ha sido testigo a lo largo de los siglos de las disputas más agrias entre Francia y Alemania. Además de servir de frontera y de campo de batalla, ha sido fundamental también como canalización del comercio y de influencias culturales. Desde Bingen/Rüdesheim hasta Coblenza, el Rin recorre sus 65 kilómetros más escénicos e históricos en lo que se conoce como la garganta del Rin. Arranca en el sur con el valle de Bacharach para luego estrecharse en su punto más famoso, el risco de Lorelei, que observa el Rin desde 200 metros de altura. De este complicado meandro se han escrito canciones e historias. En sus profundas aguas se dice que se esconde el tesoro de los Nibelungos. Al llegar a la localidad de Lahnstein, el río se vuelve a ensanchar en el valle de Neuwied y entrar finalmente en Coblenza, la ciudad más histórica del recorrido.
Este tramo del Rin fue ya frontera en tiempos romanos, que instalaron una calzada y asentamientos militares en su margen izquierda. Pasó a manos de los francos y fue unificado por primera vez en tiempos carolingios. Sin embargo, tras la muerte de Carlomagno comenzó su historia de disputas territoriales entre nobles y reyes. Sus territorios cambiaron de manos frecuentemente y las fortalezas empezaron a abundar en sus orillas: funcionaban tanto como defensa como aduanas. También las órdenes monásticas empezaron a reclamar tierras e instalarse en sus bellos parajes. A la vez, ciudades como Boppard y Oberwesel intentaban mantenerse independientes. Con el Sacro Imperio Germánico se puso de relieve su importancia: cuatro de los siete electores tenían tierras aquí y el rey era coronado en Rhens. Desde el siglo XVII, las guerras con Francia fueron ya una constante: la de los 30 años, la de los 9 años, la destrucción de Coblenza, etc. En 1814, el final de Napoleón marca el final del intercambio: el área se mantendría prusiana y alemana por siempre.
Ahora sí, el movimiento romántico y el nacionalismo impulsaron una oleada de germanidad sin igual. Muchos de los 40 castillos construidos a lo largo de un milenio fueron rescatados del estado ruinoso en el que se encontraban para ser restaurados. Entre los más originales se encuentra el pintoresco castillo de Pfalzgrafenstein. Está instalado en la isla de Falkenau, algo que seguramente le valió para no ser nunca conquistado. El de Schönburg en Oberwesel sí que fue destruido por los franceses, pero profusamente restaurado por ser uno de los más grandes e impresionantes. Hoy funciona como hotel. El de Burg Reichenberg tiene inspiración de las Cruzadas y destaca por su posición, muy cerca del risco de Lorelei. El fuerte de Marksburg es uno de los que tienen una historia más larga y ha sido reconstruido varias veces.
Además de los castillos, que ya de por sí conforman una ruta turística muy apreciable, en este tramo del Rin se levantan sesenta pueblos y ciudades. La puerta de entrada a la garganta está en Bingen, no muy turístico, pero con bonitas vistas del río. Rüdesheim, en la otra orilla, recibe más visitantes y tiene algunos de los mejores viñedos. El vino es también seña de identidad del valle desde que hace siglos se empezara a cultivar en terrazas en los alrededores de Bacharach. En el siglo XVI, los viñedos se extendían en una superficie cinco veces superior a la actual. Oberspay y Niederspay son las ciudades más medievales y con las casas entramadas más apreciables. En cuanto al extenso arte eclesiástico, con mucha profusión de gótico, se puede destacar la iglesia de San Martín en Lorch, con un altar de altísimo valor artístico. El recorrido se cierra en Coblenza. Con algo más de 100.000 habitantes, es la ciudad más grande y tiene una larguísima historia bimilenaria. Destacan la basílica románica de San Castor y la fortaleza.
A esta zona se llega desde los aeropuertos de Frankfurt o Colonia. Para alojarse, la opción más acertada puede ser Coblenza por su tamaño. También permite ver el valle de la manera más eficiente: se hace la ida tranquilamente en barco, con varias paradas, y la vuelta en tren. En el siglo XIX, en plena expansión económica de la zona, se instalaron vías del tren a lo largo de la orilla del Rin entre Bingen y Coblenza. Este recorrido se puede complementar con diversas excursiones a pie por los castillos y el río. El momento más animado coincide con el festival Rhein in Flammen, Rin en llamas, con fuegos artificiales en septiembre en Sankt Goar y en agosto en Coblenza.
Foto: Robert Brands / cnadia
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