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Villa d’Este (Tívoli)

Villa d’Este (Tívoli)

Lacio (Italia)

  • Author: info@viajealpatrimonio.com
  • Date Posted: 26 11, 2021
  • Category:

Agua divertida


Durante la Edad Media, el concepto de jardín quedó relegado a los huertos y los claustros para el recogimiento de muchos monasterios. El Renacimiento recuperó el espíritu contemplativo y abierto de los jardines romanos, que a su vez habían sido influidos por el diseño de jardines orientales, especialmente persas. A partir de la descripción de autores como Ovidio, Plinio el Viejo o Varrón, autores renacentistas como Leon Battista Alberti propusieron nuevos paradigmas. El poder económico de familias como los Medici hizo el resto y durante el siglo XV proliferaron jardines con elementos comunes como simetrías, fuentes ornamentales, estatuas alegóricas y especies exóticas, algo acentuado en los también nacientes jardines botánicos. Durante el siglo XVI, el paisajismo se depuró con amplios jardines en terrazas a los pies de mansiones renacentistas. Los juegos hidráulicos alcanzaron su apogeo. Uno de los ejemplos más sobresalientes de esta segunda etapa es la Villa d’Este en Tívoli, ciudad que el emperador romano Adriano había elegido para similares propósitos.

Jardines de Villa d’Este con la fuente del órgano al fondo

La figura clave que da nombre a esta villa es Hipólito II de Este, hermano del duque de Ferrara. Pariente de Papas y cardenales, con tan solo diez años heredó un arzobispado, el primero de muchos legados que le enriquecieron y elevaron a cardenal en 1540, aunque nunca consiguió  ascender a Papa. Culpa tuvo su desmesurado tren de vida, poco acorde en tiempos de Reforma. Endeudado permanentemente, Hipólito fue un ávido patrón de las artes. Ordenó la construcción de su villa en Tívoli, con un pasado del agrado del Renacimiento. Esta etapa había recuperado a los clásicos, pero la sensibilidad con el patrimonio era otra, de forma que Hipólito expolió abundantemente la villa Adriana para su Villa d’Este, que sustituyó un antiguo convento. El proyecto, iniciado en 1560, implicó el terraceo de la ladera a los pies del convento y la diversión del agua del río Aniene. Tras una larga planificación, el arquitecto e ingeniero Alberto Galvani acometió las obras del palacio, mientras que Pirro Ligorio diseñó fuentes y jardines.

Hasta la muerte de Hipólito, Villa d’Este añadió tanto fuentes como pinturas, esculturas y estucos en el palacio. El aspecto actual de Villa d’Este, no obstante, es producto de épocas tanto de bonanza como declive, siendo la última gran restauración la acometida tras la II Guerra Mundial, cuando varias estancias del palacio tuvieron que ser restauradas. Este consta de dos alas en torno al antiguo patio del claustro y varias plantas. La parte superior corresponde a los apartamentos del cardenal, incluidos su salón de recepciones, habitaciones, capilla, biblioteca y una doble logia con vistas y acceso directo a los jardines. Decorativamente destacan las pinturas al fresco y dorados techos artesonados. Por una escalera monumental se llega al piso inferior, compuesto por una sucesión de salas con frescos de distintos autores dedicados a la naturaleza y temas bíblicos o mitológicos. Eran utilizadas por el cardenal para distintas distracciones como música, poesía, conversaciones, etc.

Vista de los jardines de Villa d’Este desde el palacio

La fama de Villa d’Este procede no obstante de sus influyentes jardines, una obra hidráulica con casi un kilómetro de canales, cincuenta fuentes principales y centenares de chorros secundarios. Todo ello sin una sola bomba de agua, solo utilizando la gravedad. Para ello es fundamental la pronunciada pendiente que nos va llevando de parterre en parterre, empezando por la terraza superior Vialone, de 200 metros de ancho. Bajando por el paseo del cardenal dejaremos atrás la fuente de Bicchierone, diseñada por Bernini, hasta llegar al piso donde se encuentra la fuente oval, una de las primeras y más famosas, donde además de las cascadas y estatuas veremos otra de las constantes de Villa d’Este: las grutas artificiales, creaciones rocosas con aspecto natural típicas del Renacimiento italiano. Atravesando las Cento Fontane llegamos a la fuente Rometta, de compleja simbología. En el centro del jardín están los estanques de peces liberando la vista de la fuente del órgano, original y delicada creación en la que el agua hace la música. En la posterior parte baja del jardín destaca la estatua de la Madre Naturaleza.

Llegar a Villa d’Este es más sencillo que a Villa Adriana, pues se encuentra en la misma localidad de Tívoli, accesible por tren. No obstante, ambos lugares se pueden combinar en una excursión desde Roma, a menos de una hora. La tercera villa en la zona, la Gregoriana del siglo XIX, ajusta demasiado los planes y es conveniente hacer noche. A la villa renacentista hoy se entra por una antigua puerta secundaria, pero más fácil de encontrar desde el pueblo. Nos llevará unas dos horas si no nos detenemos mucho en las habitaciones del palacio. Lo único a tener en cuenta son las horas en las que suena la restaurada fuente del órgano. Es mejor venir en primavera, cuando hay menos gente, y al atardecer la luz sobre los jardines es ideal.

Fotos: Dnalor / Dorli Photography

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