Baluarte ante bereberes
Las relaciones de los bereberes con las potencias mediterráneas de la Antigüedad fueron casi siempre tensas. Empeñados en mantener su forma de vida e independencia, distintas tribus se retiraron de la costa al interior, desde donde lanzaban ataques de saqueo. A falta de frontera física real, los romanos decidieron ir avanzando al interior para crear una barrera de seguridad que protegiera los puertos. Para ello fundaron distintas ciudades cuyo origen era eminentemente defensivo, como es el caso de Yemila o Djémila, en la actual Argelia, entonces provincia de Mauritania. Situada en un saliente rocoso entre dos valles, a unos 900 metros de altitud, Yemila no renunció al clásico diseño urbano romano, de modo que hoy su principal legado es precisamente la adaptación del diseño rectilíneo con dos arterias perpendiculares al entorno montañoso del Atlas telliano. La localización de Yemila también jugó a favor de su conservación. Abandonada en el siglo VI, la ciudad está entre las mejor preservadas del mundo romano.
Tras la última guerra púnica, los romanos controlaron sin oposición buena parte del norte de África. No hubo oposición a escala imperial, pero tampoco vivieron completamente en paz. Durante décadas, el ajuste con los belicosos bereberes fue constante, algo que ya habían sufrido los cartagineses. Poco a poco, Roma estabilizó la situación gracias a ciudades como Yemila, que actuó como colchón. La ciudad nació como Cuicul sobre un asentamiento bereber a finales del siglo I, probablemente por legiones romanas veteranas en tiempos del emperador Nerva. Durante su primer siglo, Yemila tuvo en mente su rol defensivo y se parapetó tras sus murallas, pero la riqueza de la agricultura de cereales y aceite de oliva cambió el carácter de la ciudad. A finales del siglo II, las murallas no podían contener más gente y el modesto foro no respondía a la realidad de Yemila, así que Caracalla aprobó una ampliación hacia el sur. Aunque la vía cardo máximo tuvo su continuación, decumanus quedó desde entonces desposicionada en el antiguo centro.
Pese a alguna crisis, Cuicul progresó durante la etapa final del imperio gracias al impulso del cristianismo. Se creó un nuevo barrio alrededor de una basílica y baptisterio que prolongó la historia local, pero no mucho más. La llegada de los vándalos pudo tener que ver en el declive de Yemila, que pese a ser recuperada por los bizantinos y algunas reformas de Justiniano termina siendo abandonada en torno al siglo VI. Los musulmanes no recuperaron Yemila y esta pasó al olvido hasta que a comienzos del siglo XX los franceses construyeron una carretera hasta aquí a dos arqueólogas, Cresolles y Allais, que en los años 40 investigaron la ciudad. 1.500 años antes, Yemila había estado también conectada con las principales calzadas romanas, que enlazaban con el cardo máximo entrando en la ciudad. En su parte antigua, esta tiene una inusual forma triangular adaptada al promontorio. Dentro de sus murallas está el foro original, del que queda una columnata y un gran altar. A su alrededor están la curia, capitolio, basílica y mercado.
La modesta ciudad antigua fue completada por la nueva, en la que aparecen elementos clásicos de la ciudad romana. Todo parte de la enorme plaza de los Severos, que hizo las veces de nuevo foro separando ambos barrios. Aquí confluyen cinco calles que nos llevan a todos los monumentos. Al oeste queda el imponente arco de Caracalla, al este el templo Septimiano y el pequeño teatro, capaz de albergar a unas 3.000 personas, y finalmente al sur, saliendo de la ciudad, se encuentran las grandes termas. Cerca de estas, a mucha menor escala, destaca la denominada fuente cónica, de original forma. En ambas ciudades hay varias domus que pertenecían a los principales comerciantes de Yemila. Europa, Castorius, Asno Vencedor y Baco son las más relevantes. En esta expansión al sur se localiza también el barrio cristiano, desarrollado desde el siglo IV. Destacan dos iglesias basilicales con restos de mosaicos e inscripciones y el baptisterio circular.
Yemila se encuentra a una hora por carretera de Sétif, la ciudad más cercana a las ruinas, aunque tampoco esté lejos Constantina. Si no vamos en circuito, en Sétif será fácil encontrar un transporte que nos lleve y espere por nosotros. A la entrada del lugar es posible contratar un guía y es imprescindible visitar el espectacular museo, uno de los mejores de Argelia gracias a los mosaicos de la ciudad. Esta no es excesivamente grande, pero nos llevará al menos un par de horas. Situada al este de Argel, no está lejos de la otra ciudad romana por excelencia en el interior de Argelia, Timgad. Es más recomendable visitar esta zona en primavera, cuando hay más vegetación sin tanto calor.
Fotos: Rayhane Bela / Dan Sloan
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