El otro Brasil
Norman Borlaug, padre de la agricultura moderna y la Revolución Verde, además de Nobel de la paz, declaró en una ocasión que, si la Tierra necesitaba aumentar considerablemente su superficie arable, el lugar a mirar el Cerrado de Brasil. Esta ecorregión, mucho menos famosa que la tropical del Amazonas, ocupa un quinto del país y casi la totalidad de estados tan grandes como Goiás y Minas Gerais. Se trata de una sabana tropical en la que abundan mesetas a cierta altitud. La profecía de Borlaug se está cumpliendo y el Cerrado está cada vez más explotado y amenazado, aunque la principal causa están siendo los grandes cultivos de soja para biocombustibles. Estos enormes monocultivos ahogan además a las comunidades indígenas autosuficientes que viven en el Cerrado, muy numerosas ya cuando llegaron los colonos en el siglo XVI. Sería una desgracia que el Cerrado perdiera la batalla frente al progreso, porque, además de sus cualidades, falta mucho por investigar. Más aún por proteger, pues solo el 1,5% de su superficie lo está, siendo los Parques de Chapada dos Veadeiros y Emas los principales representantes.
El botánico danés Eugenius Warming fue el primero en investigar la región, publicando sus resultados en 1892. Su trabajo lo continuó el ecologista brasileño Mário Guimarães Ferri ya en la segunda mitad del siglo XX. El Cerrado se define en primer lugar por su clima, tropical, pero mucho menos húmedo que en el Amazonas debido a que tiene una estación seca más fuerte. Sin embargo, la biodiversidad del Cerrado hace que sea la sabana más relevante ecológicamente del mundo. Se cuentan más de 10.000 plantas y más de mil vertebrados diferentes. Visto desde el cielo es un mosaico en el que se suceden tres zonas: los bosques de galería a la orilla de los ríos, unas zonas intermedias sin apenas follaje y el Cerrado más puro, que cuenta con cuatro niveles de vegetación dependiendo del sustrato, hidrología y adaptación de la flora a los usuales incendios. En fauna destacan las más de 800 aves. Muchas anidan en los bosques de galería, donde también se protegen los mamíferos.
Chapada dos Veadeiros, en el noreste de Goiás, es la sección de Cerrado más famosa. Está formado por una meseta o chapada extremadamente antigua, pues cuenta con 1.800 millones de años. Es además la más alta del Cerrado, yendo desde los 600 metros del valle del río Claro a los 1.650 de la sierra de Santana. El suelo está lleno de piedras de cuarzo, lo que ha hecho de este lugar un paraíso para los amantes de las gemas naturales. El río Preto es la columna vertebral de la parte central y norte del Parque. Está caracterizado por profundos cañones que se han ido horadando con el paso de los milenios. Además, los ríos dan saltos de agua muy profundos de manera constante. Las cascadas del Parque Nacional, en particular del río Preto, son su seña de identidad. Alcanzan hasta los 120 metros de altura, pero es que hay unas cuantas por encima de ochenta. Todo un disfrute para la vista en uno de los entornos naturales más antiguos del mundo.
Al otro extremo de Goiás está el Parque de Emas. Sus 1.320 kilómetros cuadrados están rodeados por enormes plantaciones de soja. El Parque, que ocupa la meseta de Caiapós y está entre las cuencas del río de La Plata y el Amazonas, se ha convertido en un oasis de biodiversidad. Es una zona más abierta con los ríos Jacuba y Formosa como ejes. En la región hay multitud de enormes termiteros de hasta siete metros y mamíferos como osos hormigueros gigantes, lobos de crin, armadillos gigantes, pumas, tapires y los escasos jaguares que sobreviven. Entre las aves destacan las de pradera como el ñandú, que de hecho da nombre al Parque, y otras más amenazadas.
Los dos Parques están muy separados, pero comparten clima: de abril a septiembre no tendremos lluvias. Chapada dos Veadeiros es con diferencia más visitado que Emas. Sao Jorge y Alto Paraíso son las ciudades de entrada, accesibles a unos 200 kilómetros por carretera desde Brasilia. Además de distintas rutas para ver las cataratas del río Preto, es muy popular la zona del Vale da Lua por sus piscinas naturales. Emas tiene mucha menos infraestructura, aunque podremos organizar algún tour desde Mineiros o Jataí, que tiene aeropuerto. Lo más habitual aquí son los safaris para ver fauna, aunque en el río Formosa también hay actividades acuáticas. Al comienzo de la estación lluviosa, en Emas se da un fenómeno curioso: surgen larvas de escarabajos bioluminiscentes en las laderas de los termiteros. Atraen así a su comida, las termitas, generando un curioso espectáculo nocturno.
Fotos: Marcelo85photo / Ronald Woan
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