Los primeros australianos
El consenso científico indica que el Homo Sapiens evolucionó en primer lugar en África y se distribuyó paulatinamente desde este continente al resto. Uno de los sitios de acceso más complicado fue sin duda Australia. Parece que los registros genéticos también han generado consenso en que hubo dos olas de migración al continente oceánico. La primera de ellas se ha fijado en hace 45-65.000 años. En medio del outback australiano está el yacimiento que más ha aportado a los arqueólogos de este país. Se encuentra allí una región de antiquísimos lagos de dos millones de años de edad. Pero ya no lo son: hace tiempo que fueron víctima de los cambios climáticos, el secado de los arroyos y la simple evaporación. Se trata de los lagos de Willandra. Es un sistema de 17 lagos entre los que destaca el de Mungo. Este conforma por sí solo un Parque Nacional clave para entender la llegada del hombre a Australia gracias a los descubrimientos que se realizaron allí hace unas décadas.
Willandra Billabong era el nombre del arroyo que llenaba anualmente los lagos. Al cortarse este suministro, los lagos se fueron secando tras pasar por una fase de alta salinidad. El secado empezó por los del sur y acabó con el Mulurulu al norte. En la cara este de los lagos persistieron unas grandes dunas de barro de hasta 30 metros de altura denominadas lunettes. Son toda una fuente de conocimiento: contienen registros históricos climáticos de los últimos 100.000 años. Han permitido saber, por ejemplo, cómo influye una glaciación global a un área que no la sufre directamente, como ocurrió en el caso de Willandra. La fauna y la flora del territorio son interesantes desde un punto de vista arqueológico, pues aquí se han encontrado restos de la época de los grandes marsupiales, la conocida como megafauna australiana. Fuera coincidencia o seguramente no tanto, la presencia de estos se debilitó con la llegada de los humanos. Todo apunta a que fueron la causa última de su extinción.
No solo se han encontrado restos de marsupiales. La sequedad de la zona y la alta alcalinidad de los lagos han permitido que Willandra funcione como un libro abierto. Se ha podido así estudiar la evolución del Homo Sapiens en el Pleistoceno y su adaptación a una realidad cambiante en esta parte del mundo. Los restos abarcan un tiempo de cerca de 60.000 años, desde la entrada del Homo Sapiens hasta un hacha de hace 500 años. En esta época, la presencia humana ya había descendido por el secado de los lagos. Se han encontrado restos humanos, hogares primitivos y unos grandes conchales denominados midden. En ellos, miles de conchas se mezclan con herramientas humanas. Son de particular interés restos de piedras de afilar de unos 18.000 años de antigüedad. Son piedras que provenían del río Murray, a unos cien kilómetros. Se afilaban con ellas herramientas que se usaban para cosechar semillas de césped salvaje y hacer así harina. Por entonces, esto solo se hacía en Oriente Medio.
Sin duda, los 26 kilómetros de longitud de la lunette del lago Mungo encerraban el mayor tesoro de Willandra. En la denominada “muralla de China” se encontraron los restos del hombre y la mujer de Mungo. Su descubrimiento fue, paradójicamente, producto del deterioro causado por la llegada de los occidentales en el siglo XIX. Los conejos, ovejas y otras especies exóticas destruyeron la vegetación de las lunettes. Estas empezaron a desmoronarse, a crear dunas móviles y a desvelar sus secretos. Jim Bowler, de la Universidad Nacional Australiana, descubrió a la mujer de Mungo en 1969. No solo es relevante en el contexto australiano: con 40.000 años presenta el resto de cremación más antiguo del mundo. El sentido ritual parece que era impedir que los muertos volvieran a la vida. El mismo arqueólogo encontró cinco años después al hombre de Mungo, el más antiguo del yacimiento. Estaba cubierto de ocre en lo que se cree que es la primera muestra de un enterramiento siguiendo este tratamiento. Con todo, parece lógico que para las tribus aborígenes Barkindji, Nyiampaa y Mutthi Mutthi el lugar sea sagrado. Ellos comparten con los arqueólogos la gestión del Parque, abierto en 1979. Las llaves de la cámara donde se encuentran ambos cuerpos son compartidas también por arqueólogos y aborígenes.
Willandra es una zona remota de Australia no muy visitada. La ciudad de entrada es Mildura. Desde allí hay que coger un coche y recorrer más de cien kilómetros por pistas de grava. El centro de visitantes está cerca del lago Mungo y allí, en antiguos cobertizos de esquiladores, está el único y sencillísimo alojamiento. La Mungo track es sin duda la experiencia más interesante: es una ruta circular de 70 kilómetros que rodea la lunette del lago Mungo y se puede realizar en coche o bicicleta. Esta pista se vuelve bastante impracticable en época de lluvias, de junio a septiembre. Por otro lado es la época más fresca, así que lo mejor es ir en primavera u otoño.
Foto: Jonathon Colman / dave
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MUY INTERESANTE. DAN GANAS DE VISITAR ESA ZONA