Blanco y negro medieval
Solo son unos noventa segundos, pero vaya noventa segundos. Los caballos cabalgan alocados entre las multitudes, descienden gracias a la ligera inclinación de la pista y se agolpan en las curvas. No es raro que algún jinete caiga en el empeño y ver llegar a un caballo desmontado. Todo acompaña en la fiesta del Palio: los colores, la tradición y por supuesto la piazza del Campo. Aunque la fiesta parezca medieval, solo la plaza lo es. Es el centro de una de las ciudades medievales por excelencia de Italia: Siena. Fue fundada según la tradición por Asquio y Senio, hijos de Remo, cuando estos huyeron de su tío Rómulo. Se llevaron consigo una estatua de la loba y cabalgaron en un caballo negro y otro blanco. Negro y blanco, los colores de Siena. Los colores también de su excepcional catedral gótica, el estilo que respira una ciudad que ante todo transmite carisma. Rival histórica de Florencia, esta le ganó la partida en el Renacimiento. Pero gracias a ello hoy podemos disfrutar de la Siena medieval.
La ciudad se asienta sobre tres colinas que fueron habitadas por los etruscos en el primer milenio a.C., en concreto por la tribu saina. De aquí le viene su nombre romano, Saena Julia. Alejada de vías romanas, apenas se desarrolló. Tuvo que esperar a estar bajo dominio lombardo. Estos no querían acercarse a las vías romanas, controladas por los bizantinos, y construyeron sus propias carreteras. El comercio y los peregrinos comenzaron a llegar a Siena. La muerte de la condesa Matilda Canossa en 1115 fue clave para la ciudad. Sus territorios se repartieron y se creó la República de Siena. Los siguientes cuatro siglos son la etapa dorada de la ciudad. Disputaron el poder regional a Florencia y crecieron gracias al comercio y a la banca. En 1555, sus enemigos históricos se aliaron con los españoles y Siena cayó tras un asedio. Felipe II de España vendió el territorio al Gran Ducado de Toscana, en el que Siena permaneció hasta la unificación italiana.
Estos últimos 500 años no han visto mucho desarrollo en Siena, que ha conservado su centro muy bien cuidado. Está rodeado de un perímetro de siete kilómetros de murallas interrumpidas por puertas como la de Camollia. De ella parte una de las tres vías paralelas principales, las únicas largas en un laberinto que confluye en la piazza del Campo. Esta plaza abierta pasa por ser una de las más espectaculares del país. Su forma semicircular se aprecia mejor si subimos a la torre del Mangia del siglo XIV, que preside la plaza con sus 88 metros de altura. De estilo gótico, está realizada en tres materiales: ladrillos rojos, mármol blanco y piedra. Forma parte del Palazzo Público, sede del gobierno republicano. Este esconde un precioso patio interior y unos fantásticos frescos de Simone Martini y Ambrogio Lorenzetti. Fuera de la plaza hay que detenerse en la piazza Salimbeni. Aquí está la sede original del Monte dei Paschi di Siena, uno de los primeros bancos de Europa.
En arquitectura religiosa, todo se centra en la catedral de Nuestra Señora de la Asunción, que se eleva exactamente los mismos metros que la torre del Mangia, simbolizando así el equilibrio de los poderes laico y religioso. La catedral se comenzó a finales del siglo XII y fue acabada en su mayor parte durante el siguiente siglo. La fantástica fachada en blanco y negro fue trabajada en el siglo XIV. Al final, la prolongación de las obras provocó una mezcla de románico y gótico. De hecho, las obras tenían que haber seguido, porque el proyecto original era que la nave central que vemos ahora fuera la lateral de una catedral inmensa. La falta de fondos agotó el proyecto, aunque se puede ver una sección del mismo. En el interior destacan el púlpito octogonal de Nicola Pisano y el impresionante suelo de mármol. No hay que perderse la composición de la loba. En la biblioteca Piccolomini hay frescos destacables, como en el baptisterio de San Giovanni. Para llegar a este hay que ir a otra plaza. El estilo aquí es ya renacentista y hay trabajos de Donatello, Ghiberti y della Quercia.
Siena no tiene más de 50.000 habitantes, porque apenas se ha expandido extramuros. Es una ciudad que da para un día y casi todos los numerosos turistas vienen de Florencia o Pisa. En Siena se come muy bien y las especialidades locales incluyen el panforte, un dulce con frutas y frutos secos. El famoso Palio sucede dos veces al año desde 1656. El 2 de julio es el Palio de Provenzano y el 16 de agosto el Palio dell’Assunta. Diez caballos y sus jinetes representan a los 17 barrios, llamados aquí contrade. Más que una carrera es un ritual en el que los colores, las banderas, el desfile previo y el marco lo son todo. Se puede optar por verlo gratis o pagando un sitio sentado. Lo primero tiene la pega de la menor visibilidad, el calor y que hay que llegar horas antes porque la plaza se llena.
Fotos: Ryan Taylor / Sean X Liu
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