Orden y desorden en Escocia
La muerte de la última Tudor en 1603, Isabel I, hizo ascender al trono de Inglaterra al rey escocés Jaime VI. Se unieron así dos coronas históricamente rivales. Inicialmente, el resto de instituciones mantuvieron bastante independencia, hasta que los ingleses quisieron introducir su iglesia anglicana en Escocia. Esto generó unas tensiones entre ambos territorios que aún hoy, 400 años después, no se han terminado de resolver. Uno de los peores episodios sucedió cuando Cromwell ocupó Edimburgo, la histórica capital de Escocia. Situada en la orilla sur del estuario del río Forth, esta ciudad es un símbolo para los escoceses. Fue hogar del parlamento escocés hasta su disolución en el siglo XVIII en el Acta de la Unión. Su recuperación, a finales del siglo XX, ha supuesto un nuevo impulso para la identidad nacional escocesa. Edimburgo, con sus ciudades vieja y nueva, es un catálogo de la historia de esta nación.
En este territorio hay trazas de actividad humana desde el 8.500 a.C. Cuando llegaron los romanos en el siglo I habitaba la zona la tribu votadini. Tras ser puntualmente parte de la provincia romana de Britania, esta región conocida como Lothian empezó a desarrollarse por su cuenta. Antes del siglo VII se levantó un primer fuerte llamado Din Eidyn, centro de una región que fue parte de los anglos hasta el siglo X, cuando Indulf la ganó para el Reino de Escocia. La ciudad vieja ya estaba desarrollada en el siglo XII y Edimburgo se convirtió en capital de Escocia en 1437. Atacada con fuerza por los ingleses en el siglo XVI, esto no evitó el desarrollo de una Reforma religiosa que tomó forma propia en Escocia y se convirtió en Iglesia nacional. Esta nueva visión del mundo se completó en el XVIII, momento en el cual Edimburgo se ganó el sobrenombre de Atenas del norte. Aquí coincidieron filósofos como David Hume, economistas como Adam Smith y escritores como Walter Scott.
Se la denominó Ilustración escocesa y entre otras cosas promovió la apertura de una nueva ciudad. A mediados de ese siglo XVIII, Edimburgo era una ciudad con una extraordinaria densidad. Sus murallas medievales seguían en pie y la ciudad crecía en vertical. Los distintos estratos de población se mezclaban y la salubridad no era su fuerte. Esta nueva ciudad recibió muchas de las familias mejor avenidas, recuperando una marcada estratificación. El diseño de la nueva ciudad se otorgó en 1766 a James Craig. Fue acorde a las ideas de racionalización urbanística, con una rejilla bien definida. Construida aproximadamente hasta 1820, sus estilos arquitectónicos dominantes son el georgiano y el neoclásico. Los podemos apreciar en su arteria principal, George Street. Esta nueva ciudad está al norte de la vieja y entre ambas quedó el Nor Loch, una depresión inundada de agua parte de la defensa natural de la ciudad. Fue una letrina comunal hasta que se abrieron los jardines de Princes Street, desde cuya calle tenemos una preciosa vista del skyline de la ciudad vieja.
Subiendo por la colina artificial The Mound llegaremos a la ciudad vieja. Cuando se fueron los ricos y llegó la Revolución Industrial, el estado de esta parte de la ciudad empeoró considerablemente, por lo que se hicieron ciertas reformas desde 1860. No obstante, el diseño principal del barrio se mantiene desde época medieval. Lo atraviesa la conocida como milla real, que nos lleva por varios de los principales monumentos de Edimburgo. Arranca en el más conocido de todos, el castillo construido sobre Castle Rock. Con 1.100 años presume de tener el título de castillo más asediado del mundo: 26 ha soportado. Lo más antiguo es la capilla de Santa Margarita, pero casi todo lo demás es del XVI. Bajando por la ciudad pasaremos por la Catedral de Saint Giles. En realidad no es catedral, pero sí la cabeza de la iglesia escocesa. Presenta un gótico muy propio de su siglo XIV y destaca su aguja en forma de corona. Al final de la milla está el palacio Holyrood, residencia oficial de la Corona Británica. Es un antiguo monasterio reconvertido en residencia real en el siglo XV.
Hoy viven en Edimburgo medio millón de personas y un millón más lo visitan cada año, lo que la convierte en la segunda ciudad más visitada de Reino Unido tras Londres. Hay multitud de cosas que hacer aquí: visitar el interesante Museo Nacional de Escocia, acercarse a la renovada y moderna zona del puerto de Leith, ver un apasionante derby de fútbol Hearts-Hibs, ir de compras por Princes Street, acercarse a comer algo frito a un chippy o tomarse un whisky en la ciudad capital de esta bebida. Por si fuera poco, en agosto rivalizan dos festivales con todo tipo de manifestaciones artísticas y culturales. Por un lado está el histórico Edinburgh International Festival y, por otro, su alternativa versión Fringe, que presume de ser el festival de arte más grande del mundo. Si queremos más tranquilidad no hay que salirse del verano, cuando Edimburgo tiene temperaturas más agradables.
Fotos: Dani De La Cuesta / Alvin Leong
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