Amanecer griego
Se cree que sobre el año 1500 a.C. hubo un terremoto en Creta que hizo virar el centro de poder en el Egeo. Aproximadamente coincide con el periodo que los historiadores consideran última fase de la Edad de Bronce, que abarca del 1600 a.C. al 1100 a.C. Fue la primera vez que la Grecia continental disfrutó del liderazgo regional, a cuya cabeza se encontraba la figura del anax, en la práctica el rey del Egeo. En esta época, representada por la ciudad de Micenas, a Grecia llegaron el comercio, las relaciones internacionales, grandes palacios, divisiones regionales, una religión que preconfiguró el Olimpo griego, arte, escritura, etc. Las luchas territoriales de Micenas con los hititas de Anatolia, de hecho, son la parte de realidad que puede existir en las epopeyas homéricas de la Ilíada y la Odisea. Quizás fueran estas luchas, o invasiones dorias, pero el caso es que la era micénica acabó súbitamente sin dejar muchas pistas del porqué. Sí que nos dejó muestras de su esplendor en forma de dos grandes ciudades: su capital y Tirinto, cuyas murallas impresionaron a Homero.
Micenas se asienta sobre una colina desde la que se avista hasta el golfo sarónico. Fue habitada desde el Neolítico temprano, pero encumbrada por los aqueos. Estos construyeron aquí una ciudad distinta al resto: alejada de la costa, muy bien defendida y menos densamente poblada. Todos ellos ingredientes que la identifican como su capital. La época temprana de Micenas está caracterizada por las zonas funerarias A y B. La primera quedó dentro del recinto amurallado tras las expansiones posteriores. Aquí se encontró una máscara dorada, la que inicialmente se creyó de Agamenón, héroe de la Ilíada. Las tumbas, en todo caso, pertenecieron seguramente a los dirigentes por el cuidado que se tuvo cuando el estilo evolucionó hacia los tholos abovedados. Sobre el 1350-1250 a.C., Mecenas conoció su auge y se reconstruyeron las murallas. Entonces se instala la puerta de los leones, cuyo dintel es la imagen más famosa de Micenas. Es la única escultura superviviente de esta era y no es pequeña: mide tres metros de altura. En el interior de la acrópolis se construyeron palacios consecutivos para el anax de Micenas.
Funerariamente, los tholos siguen dominando y de esta época es el tesoro de Atreo, el más impresionante de todos por el tamaño de su falsa bóveda. Atreo se supone que fue el padre de los protagonistas de la Ilíada. Sobre el 1200 a.C., la ciudad fue abandonada tan misteriosamente como el resto. Fue reocupada puntualmente, pero en tiempos romanos ya era una atracción turística. La ciudad vio cómo el tiempo la cubría paulatinamente, hasta que en el siglo XIX Kyriakos Pittakis inició las tareas arqueológicas descubriendo la puerta de los leones. En 1874, el controvertido arqueólogo alemán Heinrich Schliemann llegó al sitio. Estaba convencido de que Homero no escribía leyendas sino historia y no descansó hasta descubrir lo que para él era la ciudad de Agamenón. Por el camino descubrió muchas tumbas. La acrópolis tuvo que esperar unos años más, así como el resto del sitio, que en realidad nunca ha dejado de ser investigado.
Tras estar en Micenas, Heinrich Schliemann se trasladó a Tirinto, un lugar cuyo auge y declive sigue una línea temporal similar. El alemán estuvo a punto de destruir el palacio de Tirinto, convencido de que era una construcción medieval. Afortunadamente no lo hizo, porque el megaron de Tirinto es de los más importantes. Entre otras cosas destacan los frescos que se encontraron en la sala del trono del palacio y cuatro columnas de estilo minoico cretense. Está protegido por unas imponentes murallas de hasta nueve metros de altura en cuyo interior se construyeron túneles. Se las conoce como murallas ciclópeas porque sus bloques de piedra, de hasta veinte toneladas, se decía que solo los pudieron mover los Cíclopes. Aunque Tirinto también declinó, sí fue habitada posteriormente y en su interior hay de hecho un templo posterior dedicado a Hera.
Esta zona del Peloponeso está a hora y media de Atenas, por lo que se puede visitar en un viaje de ida y vuelta desde la capital. No obstante, si queremos conocer a fondo la región e ir a sitios como Epidauro, lo lógico es alojarse en algún lugar como Nauplia. Sí es posible visitar Micenas y Tirinto el mismo día, pues apenas distan veinte kilómetros una de la otra. Completaremos así un día dedicado al periodo micénico, fundamental en todo viaje a la Grecia clásica. En Micenas hay un museo arqueológico y es aconsejable una visita guiada para las partes que requieren más imaginación. Esto es más necesario aún en la menos concurrida Tirinto, donde una vez deslumbrados por las murallas tenderemos a ver solo montones de piedras sin sentido. Tanto para ver la máscara de Agamenón como los frescos de Tirinto tendremos que ir al Museo Arqueológico Nacional de Atenas.
Fotos: Konstantin Malanchev / Vassilis L.
2 Comments
Buen artículo!
Gracias!