El vigilante de Ifriqiya
Cuando los árabes conquistaron buena parte del norte de África se dieron cuenta de que los bizantinos no iban a dejar las cosas tal cual. Necesitaban un sistema defensivo y lo más rápido fue dotar a las ciudades de una figura arquitectónica conocida como ribat. Un ribat no deja de ser una pequeña fortaleza en la que se suele instalar una torre que hace las veces de vigilancia y minarete. De todos los ribats que hay en el Magreb, el de Susa pasa por ser uno de los más antiguos y mejor conservados. Alrededor de este ribat se fue creando una medina amurallada que, tras decaer la ciudad en el Medievo, se ha quedado tal cual. Atrás quedaron los mejores tiempos de Susa, cuando fue una ciudad referencia en la provincia del califato omeya de Ifriqiya. Lo fue bajo la dinastía aglabí, dirigentes locales. Hicieron de Susa el puerto comercial de su capital, Kairuán, con la que además está unida fluvialmente. Esta relación de la medina de Susa con el mar nunca se detuvo y hoy está considerada una de las mejores fortificaciones marinas musulmanas.
El origen de Susa nos lleva al siglo XI a.C., cuando la fundan los fenicios bajo el nombre de Hadrumete, primero de los muchos nombres de la ciudad. Hadrumete se posicionó a favor de los romanos, a los que sirvió como puerto de entrada de tropas en las guerras púnicas contra Cartago. Esto permitió que Susa no fuera destruida y viviera siete siglos en relativa paz, hasta que fue retomada por la fuerza por Justiniano tras un periodo bajo dominio vándalo. Todo cambió cuando el califato omeya expandió sus tentáculos por este lado del mundo. Conquistada por Uqba ibn Nafi, en el siglo VII la ciudad cambió por última vez de nombre. Los aglabíes recuperaron el prestigio del pasado y, como puerto relevante, de aquí salieron en sus campañas para conquistar Sicilia. Con la llegada de la dinastía fatimí, Susa perdió paulatinamente relevancia. Con el paso de los siglos fue controlada por normandos, españoles y, finalmente, los franceses en el siglo XIX. En todo caso, la ciudad apenas cambió en todo un milenio.
Susa cuenta con más de 3.000 años de historia, pero a efectos prácticos hablamos de una ciudad con 1.300, pues nada sobrevive a la época previa a la conquista árabe. Afortunadamente, la ciudad no vivió después grandes guerras y por tanto se ha preservado muy bien. Tampoco llegó la modernización a la medina, pues las calles anchas se expandieron solo fuera de sus murallas. Mientras, el interior está lleno de callejuelas estrechas, bazares cubiertos y descubiertos y edificios históricos. En la parte norte de la medina, cerca de la orilla del mar, se encuentra el ribat. Su aspecto es el de una pequeña kasbah y su arquitectura es bastante recia, al estilo de las prisas que requería el momento. Lo más visible, su torre, es posterior a la construcción inicial. No muchos años, pues fue levantada en el año 821. Como torre de vigilancia se podía comunicar con la de la cercana Monastir. Como minarete servía a la pequeña mezquita del ribat.
Un tanto posterior, pero aún bajo liderazgo aglabí, la kasbah está en el lado suroeste de la medina, sobre un alto. La estructura original ha tenido unas cuantas modificaciones en la historia, especialmente en el siglo XI. De su conjunto destaca la torre de Khalef. Las murallas de la medina fueron completadas en el siglo IX, momento en el cual el ribat queda relegado a su función religiosa. Más aún desde la construcción a su lado de la gran mezquita, que sin minarete utiliza el ribat para llamar a la oración. Fue construida sobre una kasbah anterior, de ahí su aspecto de fortaleza, y posteriormente modificada en el XVII. Otra mezquita relevante es la de Bu Ftata, también muy austera. La disposición de su fachada es muy original y la inscripción cúfica que tiene sobre el porche con tres arcos fue la primera inscripción similar en Ifriqiya.
Susa tiene hoy más de 250.000 habitantes y es la tercera ciudad del país. En buena parte es gracias al turismo de playa, que tiene aquí su centro principal tunecino. Los veinte kilómetros que hay al norte de la ciudad, incluyendo el puerto deportivo de Port El Kantaoui, están llenos de resorts para turistas. Para servirlos, Susa tiene un aeropuerto compartido con Monastir. Dependiendo de donde nos alojemos podremos ir a la medina andando o necesitaremos un taxi. En la medina nos podemos dejar perder un rato entre las callejuelas y visitar alguna residencia privada, como la casa de Dar Esid. Es también recomendable subir al ribat para ver la ciudad desde arriba y visitar el museo de mosaicos romanos que hay en la kasbah. Hay otro museo interesante ya fuera de la medina, el arqueológico, que repasa la historia de Susa y alrededores. El producto estrella de la zona es el aceite de oliva, cultivado aquí desde antes de la llegada de los musulmanes.
Fotos: Tony Hisgett / damian entwistle
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