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Tsodilo

Tsodilo

Noroeste (Botsuana)

Monolito pintado


Botsuana es un país geográficamente muy simple. Casi tres cuartas partes del país están ocupadas por el desierto del Kalahari, a las que suma el delta interior del Okavango y el salar de Makgadikgadi. Es decir: paisajes excepcionalmente planos y generalmente despoblados y desérticos. Una excepción en todos los sentidos lo suponen las colinas de Tsodilo. Estas cuatro colinas, que son casi el punto más alto del país, alcanzan los 1.400 metros en medio de una infinita llanura. No es casual que a mucha gente le recuerde la visión de Uluru en Australia. Con este monolito comparte también la fascinación que ha provocado en los habitantes de la zona. Habitadas durante miles de años, los últimos en caer rendidos a su embrujo han sido los san o bosquimanos. Para este grupo étnico, que aunque tiene su mayor representación en Botsuana no pasa de ser una minoría, las colinas son sagradas. Seguramente tenga que ver que, cuando los bosquimanos llegaron a Tsodilo, se las encontraron llenas de pinturas. Hay 4.500 en la llamada Louvre del desierto o el mundo perdido del Kalahari, expresión que popularizó Laurens van der Post en un libro de Tsodilo que puso al lugar en el mapa de Occidente.

Colina Hombre en Tsodilo

Los bosquimanos forman una etnia que hasta hace muy poco eran exclusivamente cazadores-recolectores. Progresivamente han sido sedentarizados por los bantúes, que gobiernan el país. Se dedican ahora a la ganadería, actividad más factible en un terreno tan seco. Hasta qué punto los bosquimanos son una etnia aislada ha sido objeto del recurrente debate del Kalahari. Uno de los sitios que suele entrar en las argumentaciones de unos y otros es Tsodilo y sus cuatro colinas, llamadas mujer, hombre, hijo y nieto. Son el punto central de la cultura bosquimana: en sus alrededores está prohibido cazar para no afectar a los espíritus protectores que viven aquí. Las tradiciones orales cuentan que los miembros de la etnia llevan generaciones acudiendo a las colinas como muestra de agradecimiento o para pedir ayuda. Aún hoy, los bosquimanos se acercan para realizar sus propios rituales.

No obstante, Tsodilo tiene una historia mucho más amplia. Se conjetura que las pinturas más antiguas tienen 24.000 años, lo que las situaría a la altura de muchas pinturas rupestres europeas. Lo que sí demuestran varios artefactos encontrados es que la ocupación de Tsodilo tiene aún más antigüedad. Los primeros Homo Sapiens circularon por aquí hace 100.000 años. Las primeras visitas eran estacionales, para recolectar la fruta del árbol mongongo. Hace unos 40.000 años, clima y entorno eran muy distintos: el agua abundaba y se han encontrado muchas puntas de arpones. Sobre el siglo VII, los pueblos Divuyu y Nqoma empiezan a traer aquí artefactos de hierro y cobre que trabajan en las colinas. Con ellos llegan también las primeras muestras de pastoreo y agricultura. Esta etapa se prolonga hasta el siglo XIII, tras la cual hay un vacío solo resuelto cuando los colonos europeos llegan a la zona. Los bosquimanos son los últimos en conocer Tsodilo, más o menos en la segunda mitad del XIX. En 1907, el geólogo alemán Siegfried Passarge llega aquí y empieza a investigar pinturas y artefactos.

Pintura rupestre en Tsodilo

Hay unos 500 murales de pinturas sobre lienzos de cuarcita, pintados por los distintos pueblos que han visitado el lugar. Muchos son grandes e imponentes y se pueden ver desde lejos. El color más habitual es el ocre de roca local y el estilo muy particular, distinto a lo que se ve en el sur de África. Siendo pinturas naturalistas, los trazos son muy esquemáticos y geométricos, intentando captar la esencia de lo retratado. Abundan los animales salvajes y domesticados, destacando un camino de huellas animales muy extenso. Una excepción al rojo son las pinturas blancas, asociadas con los bantúes. Son las más fáciles de datar, pues muestran caballos, animal que no se conoció aquí hasta el siglo XIX. Las pinturas blancas a veces se superponen a las rojas, como ocurre con el rinoceronte que da nombre a una cueva.

Shakawe, ubicada al comienzo del delta del Okavango, es la ciudad de entrada a Tsodilo. Para llegar aquí disponemos de un aeropuerto, aunque por tierra es habitual llegar desde Maun, la base para ver el delta. Está a unas cinco horas. Desde Shakawe solo quedan unos cuarenta kilómetros por pista sin asfaltar en buen estado. En Tsodilo hay un campamento sin muchas comodidades, pero aceptable, además de un museo. Las pinturas hay que visitarlas con guía. Si tenemos suerte nos acompañará un bosquimano que nos contará lo que significan para su pueblo las colinas, aunque es más habitual que lo haga un bantú. Hay distintas rutas más o menos largas, pero todas implican caminar en un territorio bastante caluroso.

Fotos: Sebastien LafontJoachim Huber

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