Vida monacal extrema
La historia de los monasterios está cargada de ejemplos de retiros voluntarios a sitios poco frecuentados, en ocasiones inaccesibles. En muchos lugares se puede decir que, hasta que llegaron los monjes, a nadie le había dado por vivir allí. Uno de los ejemplos más extremos lo supone la isla de Skellig Michael. Se encuentra unos doce kilómetros al oeste de la península Iveragh, en la ya apartada isla de Irlanda. La isla mayor, que no obstante cuenta con solo 22 hectáreas, es muy accidentada: dos picos en sus extremos, el mayor alcanzando los 218 metros, forman entre medias un valle en forma de U conocido como el valle de Cristo. Solo aves como frailecillos, alcatraces, gaviotas, petreles, etc. se habían aventurado a vivir en un lugar tan expuesto e irregular hasta que un grupo de monjes decidió que era el sitio idóneo. En varias terrazas cerca del pico del noreste se instalaron durante más de cuatro siglos de la Edad Media. Dejaron tras de sí restos que, sin ser impresionantes per se, sí lo son al contextualizar espacial y temporalmente lo que fue la vida monacal aquí.
Varias leyendas del folclore gaélico relacionan algunas figuras históricas con Skellig Michael, pero no hay constancia alguna de ocupación de la isla previa a la llegada de los monjes. La tradición asigna la fundación del monasterio a Finnian de Clonard en el siglo VI, aunque no hay registro escrito del monasterio hasta el siglo VIII. En ningún momento llegó a haber más de doce monjes acompañando al abad. La vida aquí era fundamentalmente una búsqueda del autoabastecimiento. La falta de territorio arable hacía que el cultivo de verduras ocupara buena parte del día. También era necesario complementar la dieta con pescado y con las aves de las islas, que proporcionaban huevos y carne fresca. El monasterio progresó incluso sobreponiéndose a un ataque vikingo en el 823. Entre el 950 y el 1050, el monasterio fue finalmente consagrado a San Miguel y se construyó una nueva iglesia.
Alrededor del siglo XII, el clima en Skellig Michael complicó una ya de por sí complicada existencia. El aumento de tormentas se unió a cambios en la estructura de la Iglesia en Irlanda que desembocaron en el traslado de los monjes a Ballinskelligs, en la costa irlandesa. Los monjes no se olvidaron de su preciada isla: la visitaban para cuidar los restos e incluso ampliaron la iglesia. Tanto era así, que a los monjes empezaron a acompañarles peregrinos. En 1578, las cosas cambiaron: Isabel I de Inglaterra disolvió la orden de canónigos y otorgó estas tierras a la familia Butler. El estado del monasterio lo notó, aunque el peregrinaje mantuvo vivo a Skellig Michael. A comienzos del XIX, los terrenos fueron expropiados para construir dos faros y viviendas en 1826. La Office of Public Works restauró los restos del monasterio a finales de ese siglo y consiguió la adquisición de la isla, salvo por los faros. La isla ha inspirado desde entonces a distintos artistas y ha atraído a historiadores, arquitectos, arqueólogos y antropólogos.
La isla tiene tres entradas distintas donde los barcos amarraban. En cada punto arrancan caminos de escalones de piedra originales que llevan al valle de Cristo. Desde aquí es fácil acceder a la zona del monasterio. En esta zona hay varios edificios que utilizan piedras formando esquemas regulares y, lo que es más relevante, con algunos ejemplos de falsas bóvedas. Este tipo de construcción antigua, típico de Irlanda y Escocia, ha sido muy estudiado gracias en buena parte a Skellig Michael. Las construcciones consisten en seis celdas de unos 4×4 metros, dos oratorios, cruces de piedra, losas y restos de cisternas preparadas para recoger agua de lluvia y purificarla. También sobrevive la iglesia principal, que contiene restos de la original, con alrededor de un milenio de edad. Hay una segunda zona cerca del pico sur conocida como la ermita. En tres terrazas conectadas se distribuyen algunas construcciones más en un lugar bastante inaccesible.
La península de Iveragh está encabezada por la turística ciudad de Killarney. Aquí comienza el conocido como anillo de Kerry, de 180 kilómetros, que recorre la costa de la península. Entre medias se puede introducir el viaje en barco a Skellig Michael. Este solo es posible de abril a octubre siempre que el tiempo lo permita: el ascenso por los escalones es peligroso y en todo caso hay que llevar calzado cómodo. Hay varias empresas autorizadas para realizar el viaje, que llevará unas cuatro horas: dos de navegación y otras dos en la isla. La mayoría salen desde Ballinskelligs o Portmagee. Dentro de la isla podemos llegar a la zona del monasterio, pero no así a la de la ermita, que exige escalada. Hay cada vez más restricciones para acceder a Skellig Michael, así que es mejor reservar con tiempo. Alrededor de la isla hay varios puntos relevantes de buceo.
2 Comments
Maravilloso
Lo es, sin duda. Gracias por tu comentario!