Valles de colores
Dos territorios estratégicos para China como son la poblada meseta de Sichuan y el corredor de Gansu están separados por una intrincada región montañosa. Tal es la extensión de cerrados valles aquí que la zona no fue profundamente explorada por China hasta los años 70. Que no fuera conocida por el estado no quiere decir que estuviera despoblada: entre las montañas Min se encuentra el valle de Jiuzhaigu, traducido directamente como valle de los nueve pueblos. Estos son una serie de pequeños asentamientos de origen tibetano y qiang que apenas han explotado la zona más allá de economías locales sostenibles. Esto ha beneficiado especialmente un trío de valles que forman bellísimos paisajes cargados de lagos y cascadas. Los lagos son conocidos como haizi por los locales y son la estrella de Jiuzhaigu por los colores imposibles que forman. Toda su gama de azules contrasta con la gama de verdes y ocres de los bosques y las montañas nevadas al fondo en una postal difícil de igualar.
Jiuzhaigu es una zona principalmente kárstica dolomita de unos 700 kilómetros cuadrados de no poca altitud: alcanza su techo en el pico Ganzigonggai a 4.764 metros. El secreto del Parque está en su combinación de geología e hidrología: glaciares, aguas cargadas de carbonato cálcico y movimientos tectónicos han modelado el paisaje. Los tres valles de Jiuzhaigu forman una Y. Desde el sur llegan los valles de Rize y Zechawa que se unen para formar Shuzheng. La mayoría de haizi de estos valles ha tenido un proceso de formación doble: rocas caídas, muchas en los habituales terremotos, represan los ríos y los huecos los tapa poco a poco el carbonato cálcico, culpable además de la gama de colores del agua. El lago más profundo es el Largo, que alcanza los 107 metros, pero el más especial es el de Cinco Colores. El carbonato acumulado sobre las rocas puede terminar formando cascadas muy anchas. La de Nuorilang es la más ancha de travertino del mundo gracias a sus 320 metros.
Los lagos están rodeados de bosques templados caducifolios en las zonas más bajas, aunque hablar aquí de baja altitud es relativo: el Parque empieza en los 2.000 metros. Casi la mitad de Jiuzhaigu está ocupado por bosques vírgenes que cuando llega el otoño conforman un espectáculo comparable al del agua. Podremos disfrutar de toda una gama de rojos, ocres y amarillos. Además de bosques hay zonas de bambú, el alimento casi exclusivo de la estrella del Parque: el oso panda. Desgraciadamente, en Jiuzhaigu sobreviven apenas unas decenas de ejemplares difíciles de ver y de complicada supervivencia. Tampoco lo tienen mucho mejor los primates rhinopithecus ni un roedor endémico. Junto a unas 140 especies diferentes de aves viven en un bosque que solo tuvo un periodo de tala indiscriminada en los años 70.
Fue muy breve, cuatro años entre que se exploró la zona y se nombró Parque Nacional. La inaccesibilidad natural de Jiuzhaigu protegió su biodiversidad y aisló sus escasas poblaciones. El valle ha sido habitado desde el siglo XVI a.C. y ha recibido influencias a cuentagotas. El budismo tibetano llegó en el siglo VI, aunque se tuvo que mezclar con la religión local Benbo-Sec en un sincretismo único. Hoy viven en Jiuzhaigu unos mil indígenas repartidos en los siete pueblos que siguen habitados, pues Guodu y Hejiao ya no tienen población. Para el gobierno chino lo deseable es que nadie viviera en territorio del Parque, pero no es tan sencillo. Bastante les ha cambiado la vida a los nativos de Jiuzhaigu, que tras vivir de forma sostenible durante siglos con su agricultura y ganadería de yaks han tenido que cambiar su forma de vida. Prohibidas estas actividades, se han entregado al turismo. Paradójicamente, esta es precisamente la mayor amenaza de Jiuzhaigu.
Además, esta amenaza crece. En temporada alta se cuentan en el valle más de 10.000 personas diarias, una presión excesiva. El aeropuerto de Jiuzhai-Huanglong, que da servicio a estas dos zonas de montaña, no ha hecho más que agudizar el problema. Antes, la única manera de llegar era en autobús en un viaje de diez horas desde Chengdu, la capital de Sichuan. Zhangzha es la localidad de referencia en cuanto a servicios hoteleros. En el interior del Parque no nos podremos alojar, pero en él están los pueblos clásicos y hay carreteras. La mejor manera de visitar cada valle es tomar un autobús hasta el final de cada valle y volver por las pasarelas de madera instaladas siempre en la orilla contraria. Cada valle tiene sus cosas: Rize es el más variado, Zechawa tiene los lagos más especiales y Shuzheng cuenta con la catarata Nuorilang. Los lagos son ecosistemas muy sensibles, así que está prohibido tocar el agua. El momento ideal para venir a Jiuzhaigu es sin duda el otoño.
Fotos: Jean-Marie Hullot / rheins
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