El cráter de África
Más de 15.000 personas intentan anualmente ascender el Kilimanjaro. Ser el pico más alto de África y no exigir demasiada técnica lo hacen muy apetitoso. En su día, la historia fue diferente. Desde que el misionero Johannes Rebmann fuera en 1848 el primer occidental en avistarlo hasta su ascenso pasaron 41 años. El primero en hacerlo no podía ser otro que Hans Meyer. Este geógrafo, historiador y explorador alemán caminó entre la tenacidad y testarudez. Tras una serie de calamidades, dos intentos infructuosos e incluso su secuestro por parte de un rebelde suajili, por fin lo consiguió. Tras una adecuada planificación conquistó la cima junto a Ludwig Purtscheller el 6 de octubre de 1889. Se selló así la coronación del cráter más alto del Kilimanjaro, el volcán más alto del mundo fuera de los Andes gracias a los 5.895 metros que alcanza el pico Uhuru, parte del Kibo. Es además el monte más alto del mundo entre los que no forman parte de una cordillera. Esto se refleja en su extraordinaria prominencia: el Kilimanjaro se alza casi 4.900 metros por encima de la llanura tanzana.
Kilimanjaro es un estratovolcán formado por tres conos. De oeste a este son el Shira, Kibo y Mawenzi, siendo el Kibo el más alto. Shira es el pico más antiguo y la erosión lo ha dejado justo por encima de los 4.000 metros. Kibo y Mawenzi iniciaron su actividad hace un millón de años. La última actividad formativa del primero ocurrió hace unos 150.000 años, pero sigue habiendo fumarolas en su cráter que emiten humo y alberga varios conos parásito. En el centro está el cráter de Reusch, donde un hoyo de cenizas desciende 350 metros. Distintas capas de lava solidificada, erosionada solo en parte, cubren las laderas. La cara norte recibe muchas menos lluvias, por lo que las principales cuencas fluviales están en la sur. Arriba, la precipitación es en forma de nieve o granizo, aunque el aumento de las temperaturas está cambiando este patrón, lo que va en detrimento de sus glaciares. A finales del siglo XIX, el hielo cubría veinte kilómetros cuadrados con nieves perpetuas por las laderas. Más del 80% se ha perdido ya, siendo la menor pluviosidad la causa. Parece que irremediablemente el Kilimanjaro perderá su gorra de nieve en las próximas décadas.
El glaciar es un símbolo y un aviso, pero su desaparición tendrá una relativa importancia para la región. Aunque la cima sea desértica, las faldas del Kilimanjaro están repletas de bosques protegidos por su Parque Nacional, establecido por encima de los 1.820 metros de altitud. Por debajo quedan zonas agrícolas que disfrutan de las fuentes de agua, el clima tropical y la fertilidad del sustrato. En esta zona las plantaciones de café comparten espacio con el bosque, ubicado en los sitios más inaccesibles. La flora depende de la cara en la misma forma que el clima, siendo más exuberante la sur. Los bosques llegan hasta los 2.700 metros y las zonas de matorral y pradera hasta los 4.500. En total, la altitud define cinco ecosistemas distintos de flora. La fauna se asienta en las zonas más bajas, especialmente mamíferos como elefantes, búfalos, antílopes, mangostas, etc. Pocos son endémicos salvo una musaraña, un camaleón y una mariposa.
Las montañas del Rift Oriental ha sido conocidas desde la Antigüedad y probablemente el Kilimanjaro estuviera entre ellas. Entre la etnia local, los chagga, abundan leyendas sobre su formación, sorprendente por la llanura que lo rodea. Para ellos, cada cráter tiene su propio personaje. En los primeros contactos entre europeos y suajilis también se habló del monte, pero hubo que esperar al XIX para su exploración y a 1912 a que Mawenzi, más bajo, pero más técnico que el Kibo, fuera coronado. Poco después arrancó la protección de los bosques circundantes, ratificada con el nombramiento de Parque Nacional en 1973. Desde los años 80, los ascensos empezaron a hacerse habituales. El turismo se ha convertido, junto a la agricultura y el calentamiento, en la principal amenaza.
Moshi es la ciudad de entrada al Kilimanjaro. Está a unos 45 minutos del aeropuerto de Kilimanjaro y cinco horas del turístico cráter de Ngorongoro. Si no se es un alpinista avezado es totalmente recomendable contratar un tour. Nos guiarán en una ascensión de al menos cinco días que seguramente será por la ruta Marangu, la más asequible. Hay un sexto día opcional para aclimatarse a mitad de ascensión. Es bastante recomendable, porque en el Kilimanjaro la gran prominencia tiene dos consecuencias: un descenso de temperaturas de tropical a bajo cero y el mal de altura. Por lluvias y temperaturas, los mejores meses para ascender son enero, febrero, agosto y septiembre. Además de la ascensión es buena idea hacer senderismo por los bosques, principalmente por las cataratas Materuni o Kinukamori.
Fotos: Global Landscapes Forum / Andrea Schieber
Comentarios recientes