Bosques de diablos
Quizá sea por la fama de su pequeño diablo, pero Tasmania es de largo la isla más conocida de Australia. Es también con mucho la más grande y afortunadamente una de las más protegidas: casi la mitad de sus más de 60.000 kilómetros cuadrados lo está. El estrecho de Bass, salpicado de varias islas menores, separa hoy la costa australiana de la tasmaniana. Hace 10.000 años, durante la última glaciación, estaban unidas. Así llegaron los aborígenes australianos. Eran unos 5.000 en el momento de la colonización europea, pero fueron azotados por una mezcla de enfermedades y guerras. El recuerdo de estos pobladores originales comparte ubicación con la región más protegida de Tasmania. En el oeste de la isla confluyen Parques y Reservas como el Suroeste, Franklin-Gordon Wild Rivers, Cradle Mountain-Lake Saint Clair y así hasta diez diferentes. Cobijan uno de los ecosistemas de bosque templado del hemisferio sur más extenso y mejor conservado. Esto no ha evitado la propagación de un fatal y contagioso cáncer facial que está dañando la población del diablo de Tasmania, su habitante más carismático.
La era glacial que unía Australia con Tasmania es la misma que dio forma a un paisaje dominado por la roca dolerita o granito negro. También hay zonas kársticas con cuevas interesantes como Mole Creek. Aunque hace mucho que no tiene actividad volcánica, los glaciares han ido perfilando un territorio más accidentado que Australia gracias a cordilleras como Harz, Field o las Paredes de Jerusalén. No obstante, el pico más alto no pasa de los 1.617 metros del monte Ossa. Aunque si hablamos de picos, la fama se la lleva el Cradle por su belleza. La rugosidad del terreno se acentúa con profundos cañones por los que transitan multitud de pequeños ríos alimentados por una pluviosidad más intensa que la continental. Las cuencas principales son el Franklin y el Gordon. Algunos se embalsaron en el pasado para formar lagos que complementan los numerosos circos glaciales que hay en el centro y oeste de la isla. Los hay tan grandes como el Gordon, Pedder, Saint Clair o Augusta, pero también pequeños y bellos como el Dove.
La flora de Tasmania está entre las más espectaculares del hemisferio sur. Comparte parcialmente especies con Australia, como los eucaliptos. En torno al río Styx se localizan ejemplares del segundo árbol más grande del mundo tras las secuoyas: el eucalipto regnans. La abundancia de bosques templados totalmente vírgenes es uno de sus principales valores. Especialmente relevante es el intacto Parque Nacional del Suroeste. Los bosques templados responden a la latitud y clima, pero Tasmania también es especial por su aislamiento. No ha habido suficiente tiempo para evolucionar con especies diferentes, pero el aislamiento ha permitido que algunas hayan sobrevivido aquí tras extinguirse en Australia y se hayan vuelto endémicas. Es el caso del mayor carnívoro marsupial que existe tras la reciente extinción del lobo marsupial: el diablo de Tasmania. Este icónico animal recibe su nombre por sus cualidades: terrible hedor, punzantes gritos y gran ferocidad.
Como la fauna, en Tasmania quedaron aisladas poblaciones humanas. A estas etnias se las conoce genéricamente como palawa, aunque en realidad conformaron nueve grupos diferentes que llamaban Trouwunna a la isla. La llegada de los aborígenes está en debate, pero el descubrimiento y datación de la cueva de Kutikina en los 80 cambió la idea inicial de que la colonización inicial había sido muy tardía. La cueva de Warreen llevó más atrás la fecha, 34.000 años, y podría no ser la primera. Los artefactos encontrados describen una sociedad de cazadores-recolectores de tecnología muy limitada. Todo cambió con los europeos. Albert Tasman fue el primero en avistar la isla en 1642 y le dio su nombre. No hubo contacto hasta 1772 con Marion Dufresne. Los aborígenes fueron tratados como mercancía o sujetos experimentales. Solo recientemente los pocos supervivientes han podido ganar reconocimiento.
El medio millón de tasmanianos viven hoy de la minería, agricultura y turismo. Hobart es el aeropuerto con más conexiones para llegar. Otra manera interesante es llegar en ferri desde Melbourne. Una vez en la isla, lo más útil es el coche. La zona más turística es la norte. Aquí son habituales las visitas a Mole Creek y el conocido como overland track que va de Cradle Mountain a Saint Clair en unos seis días. Mucho más salvaje, por la falta de carreteras, es la opción del sur. El aeródromo de Melaleuca es la referencia. Aquí se inicia el bushwalking más famoso que lleva hasta Cockle Creek en un recorrido de clima cambiante, barro y apenas gente. Desde Melaleuca hay también interesantes excursiones en kayak por la costa. Ver fauna es habitual, aunque los diablos son complicados por ser nocturnos. La mejor época va de noviembre a abril.
Fotos: Rick Sharloch / BennyG3255
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