Sin contexto
La datación de un sitio arqueológico de cualquier tipo es uno de los primeros pasos tras su descubrimiento: contextualizar lo encontrado ayuda a su comprensión. Hasta que la tecnología empezó a dominar esta disciplina, lo cierto es que muchas veces había que entender un sitio para contextualizarlo. Para ello se utiliza un método muy simple, pero generalmente efectivo: la comparación. Sin embargo, no siempre es sencillo comparar cuando lo descubierto no parece guardar relación con nada. Peor aún, suele ser pasto de teorías acientíficas y especulativas. De todo esto hubo y hay en la zona arqueológica de Tiya. Enigmático es el adjetivo más suave que se le ha dado a este grupo de estelas al sur de la capital etíope. En la zona denominada Gurage hay nueve lugares megalíticos que acumulan más de cien estelas. Entre ellos, Tiya es el más destacado. Megalítico es una palabra que suele retrotraernos a tiempos muy pretéritos, pero desde que la tecnología llegó a Tiya, parte del misterio se resolvió: lejos de lo que podía parecer, las estelas fueron erigidas entre los siglos X y XV.
Las estelas de Tiya ocupan un eje de 45 metros de longitud en el que están alineadas 33 de las 36 estelas del sitio. Las otras tres están desalineadas, pero muy cerca. Todas miden entre uno o dos metros y unas cuantas están tumbadas en el suelo tras haberse caído. Son todas monolíticas, pero la forma es variable. La mayor parte son cónicas o semiesféricas, algunos han querido ver una forma fálica, y otras son antropomórficas. Lo que hace más especial a las estelas de Tiya frente al resto de grupos es que las de aquí están su mayoría talladas: solo cuatro no lo están. Además, el trabajo es más fino y complejo. Sí comparte con otros sitios lo indescifrable del asunto: la mayor parte son símbolos de una lengua desconocida. Algunos quieren ver formas de árboles o plantas, pero son especulaciones. Otros son más reconocibles: principalmente espadas, pero también figuras humanas esquemáticas con los brazos arqueados. Ambos tipos de relieves no son exclusivos: donde aparecen espadas suele haber símbolos.
El sitio de Tiya fue descubierto por el francés François Bernardin Azaïs en 1924. Este misionero se aficionó a la arqueología y en su segundo viaje por el país se dedicó a localizar sitios como este. De hecho, se le conoce como el padre de la arqueología del sur de Etiopía. Unos años después llegó a la zona un equipo alemán de etnógrafos que intentaron recabar información de los locales. En 1958, con el sitio aún sin datar, la zona fue legalmente protegida y recibió a más expertos, pero nunca en gran número. A comienzos de los 90, el consenso situaba temporalmente a Tiya antes de nuestra era por sus similitudes a otros sitios arqueológicos más trabajados. Sin embargo, a mediados de esa década, un equipo liderado por el francés Roger Joussaume rompió radicalmente con las ideas preconcebidas. Convenció a todo el mundo por el método usado: radiocarbono con los restos biológicos de Tiya. Dataciones posteriores solo han ampliado los siglos de actividad en Tiya identificados por Joussaume.
Datar Tiya fue solo el primer paso. A partir de aquí surgen otras preguntas: ¿quién erigió las estelas? ¿Por qué? ¿Qué significan los símbolos? La tradición oral de los locales se refiere a las estelas como Yegragn Dingay. Hace referencia a Ahmad ibn Ibrahim al-Ghazi, dirigente del antiguo sultanato Adal. Sin embargo, este sultanato dominó la zona tan solo en el siglo XV y el propio al-Ghazi es posterior, así que algo falla. Volviendo a las comparaciones, las estelas se parecen a otros grupos encontrados en Yibuti, pequeño país a orillas del mar Rojo. La lástima es que la investigación en Yibuti ha sido limitada y aún está pendiente la datación. La mayor pista la dan las espadas: son similares a las usadas por grupos étnicos mayoritarios aquí, como los Oromo. En todo caso, la falta de símbolos cristianos o musulmanes complica la tarea. Con la autoría pendiente, el motivo parece más claro: toda la zona de Tiya está plagada de tumbas, así que la función funeraria parece obvia.
El sitio arqueológico de Tiya está al lado de una pequeña población homónima localizada unos ochenta kilómetros al sur de Adís Abeba. Puede ser un buen primer punto de contacto con el apasionante pasado etíope, pero tampoco podemos esperar un sitio visualmente impactante o de grandes infraestructuras: poca gente viene hasta aquí. Lo mejor, por tanto, es negociar un transporte privado. Podemos aprovechar el viaje para acercarnos al sitio paleolítico de Melka Kunture, al lago en el cráter de Ara Shetan o la iglesia troglodita de Adadi Maryam: es similar a las de Lalibela, pero más pequeña.
Fotos: Richard Mortel / Julien Demade
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