Naufragios y nidos
Las aves marinas se caracterizan principalmente por su hábitat, pues un alto porcentaje de su vida lo pasan en el mar. Si se denominan pelágicas quiere decir que no se conforman con establecerse en la costa, sino que gustan del mar abierto, donde pescan a sus anchas. Aunque hay multitud de especies pelágicas como albatros, pelícanos, cormoranes, petreles, pardelas, etc. todas presentan una evolución convergente. Tienen generalmente grandes alas para volar largas distancias, glándulas para procesar la sal, pies palmípedos y plumas impermeables. Algunas son completamente diferentes, como los pingüinos, pero el comportamiento sigue siendo el mismo incluso a la hora de criar. Por muchos días que pasen en mar abierto, necesitan tierra firme para sacar adelante a sus crías, a las que dedican más tiempo. Muchas vuelven anualmente a los mismos puntos formando multitudinarias colonias. Los lugares ideales para anidar son islas desiertas en medio de la nada. Es la característica común de los cinco grupos de islas subantárticas de Nueva Zelanda.
Tenemos cinco archipiélagos que suman multitud de islas e islotes, aunque todas juntas no suponen ni mil kilómetros cuadrados. Las islas principales de Auckland y Campbell son las más grandes con diferencia. Tres se encuentran al sur de Nueva Zelanda: Snares, relativamente cerca de la Isla Sur, Auckland y Cambpell a 650 kilómetros. Al sureste, algo más alejadas, están Bounty y Antípodas, que reciben su nombre por estar cerca de las antípodas de Londres. Todas pertenecen a la placa tectónica del Pacífico, pero sus orígenes geológicos, generalmente volcánicos, son diversos. Tienen edades y relieves muy diferentes, aunque comparten un aspecto similar con rugosidad acentuada, acantilados y un clima en el que predominan lluvias, fuerte viento y temperatura baja, aunque sin llegar a las inclemencias antárticas. Algunas islas son especialmente accidentadas. Auckland, por ejemplo, alberga varios picos superando los 600 metros y uno los 700, techo de los cinco grupos. En otras, la Edad de Hielo se deja notar especialmente como el fiordo de la Perserverancia, que casi disecciona en dos la isla Campbell.
Al margen de la parca Bounty, junto a la australiana Macquarie en flora tienen la mayor diversidad subantártica. En algunas, los árboles escasean, siendo la pícea de Campbell paradigmática, pues se considera el árbol más aislado del planeta. El más cercano está en Auckland, que tiene la flora más rica y primitiva de los cinco archipiélagos. Alberga los bosques subantárticos más meridionales. Como el resto tiene también megahierba, un tipo de pradera neozelandesa muy dañada en las islas habitadas. La fauna tiene dos formas de llegada: aire o mar. Entre los primeros hay 120 especies de aves diferentes. Muchas son marinas y algunas anidan solo aquí. Son relevantes las muchas especies de albatros y cormoranes. Forman colonias, aunque el récord se lo llevan las pardelas oscuras: se juntan seis millones en Snares. Las especies no marinas, con quince endémicas, son generalmente producto de la adaptación de antiguas especies que dejaron de ver necesaria la migración. En cuanto a los mamíferos marinos destacan el león marino de Nueva Zelanda y la ballena franca austral.
Fauna y flora de las islas disfrutan de la ausencia de asentamientos humanos, permanente salvo los breves periodos de ocupación del siglo XIX. A comienzos de ese siglo se habían descubierto todos los grupos. El primero fue Bounty, que tomó el nombre del barco que avistó las islas en 1788, poco antes de su famoso motín. No obstante, hay constancia de presencia polinesia en varias. Los intentos de colonización vieron una mezcla de comunidades con tintes utópicos y bases puramente funcionales para cazadores de ballenas y focas, pero a comienzos del siglo XX ya estaban desiertas. Además del aislamiento, el clima es terrible, lo que históricamente tiene relación con los numerosos naufragios y la llegada de náufragos a las islas. De hecho, los cuatro grupos más alejados tienen cabañas con lo justo para sobrevivir y pedir ayuda. La baja actividad ha permitido sostener las comunidades de aves casi intactas, con el único problema histórico de especies exóticas como las ratas.
Tampoco el turismo es un problema, pues su aislamiento, clima y coste hasta llegar a ellas reduce mucho su turismo. Aun así, de noviembre a marzo, cuando el clima acompaña y la fauna abunda, hay una serie de barcos con permiso para acceder. Suponen la única forma viable de visitar las islas, así que habrá que reservar sitio en una de estas expediciones de unos cincuenta turistas y fechas fijas. Los viajes van de una semana a tres si queremos todas, incluida la australiana Macquarie. Además del desplazamiento hasta la isla Sur neozelandesa habrá que sumar un alto coste. En las islas, especialmente en las grandes de Auckland y Campbell, se hacen pequeños itinerarios de senderismo. Siempre se incluyen guías que nos enseñarán la fauna e historia de los famosos naufragios.
Fotos: Edward Abraham / L. Mead & T. Nicklin
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