Modernismo sin Gaudí
El Art Nouveau se considera un estilo internacional que nació en Francia a finales del siglo XIX en oposición al imperante clasicismo. Inspirado en las formas y estructuras naturales, con recurso continuo de la curva, el Art Nouveau fue uno de los primeros movimientos modernistas, pero tuvo una corta, aunque nutrida influencia en las artes aplicadas. En España, el Art Nouveau recibió precisamente el nombre de modernismo. Si hay una región en la que impactó con más fuerza fue Cataluña. Se mezlaron dos motivos: un impulso por diferenciarse ideológicamente del resto del estado y la aparición de figuras de la talla de Antonio Gaudí, que forma un estilo en sí mismo, y otros arquitectos más encuadrables al Art Nouveau como Lluís Domènech i Montaner y Josep Puig i Cadafalch. El primero fue menos prolífico en cuanto a obras, pero tuvo un papel fundamental en el modernismo a través de sus textos teóricos, labor docente y actividad política. Dos de sus obras de la primera década del siglo XX son fundacionales para el movimiento: el Hospital de Sant Pau y el Palau de la Música Catalana.
Domènech i Montaner finalizó sus estudios en física y matemáticas, pero luego optó por la arquitectura, su verdadera vocación junto a la política. Juntó ambas muy pronto, en un primer artículo de 1878 titulado En busca de una arquitectura nacional. Poco después recibió su primer encargo y empezó a aplicar sus ideas, aún premodernistas: soluciones decorativas de inspiración mudéjar, estilo de la Corona de Aragón, y un lenguaje arquitectónico integrado. La exposición mundial de Barcelona en 1888 fue el impulso definitivo, ejemplificado en el Castell dels Tres Dragons. Mientras, en paralelo ahondaba en su posición política ligada a la burguesía catalana nacionalista. Introdujo materiales como el ladrillo expuesto y el hierro forjado que daban un aspecto industrial, pero suavizado con ornamentos cerámicos y vidrieras. Sentadas sus bases, Domènech i Montaner acometió sus principales obras. Ademas de solaparse, es cuando abandona la política en 1904 pese a ser elegido diputado. Se dedicó a terminar el hospital de Sant Pau, cuya segunda fase finalizó su hijo.
La construcción del hospital se había prolongado, pues el inicio de las obras precede al Palau. Se encuentra al otro extremo de la Avenida Gaudí, donde está la Sagrada Familia. Esta avenida que corta la cuadrícula del ensanche fue obra suya. El hospital tenía el objetivo de sustituir el de Santa Creu, del siglo XV, que desbordado en el centro de la ciudad necesitaba un nuevo edificio. El banquero Pau Gil puso los fondos y Domènech i Montaner inició la construcción con un diseño que aúna el funcionalismo, imprescindible en un hospital, y la decoración modernista. Un enorme hall abre al complejo de 48 edificios, casi todos de tres pisos y distribuidos simétricamente. Está diseñado como una ciudad por su enorme tamaño, siendo el hospital Art Nouveau más grande que existe. Detalles como la decoración floral, esculturas y un uso activo de la luz fueron escogidos por Domènech i Montaner con el fin de ayudar a la convalecencia de los pacientes.
Domènech i Montaner fue más allá con el Palau, su obra más completa, pues al modernismo y uso racionalista de los materiales le añadió una concepción del espacio que hasta cierto punto le aleja de otras figuras del movimiento. Su concepción parte del Orfeón Catalán, sociedad formada en 1888 que impulsó la construcción del Palau, iniciada en 1905 y finalizada en solo tres años. El innovador esqueleto del Palau es de hierro forjado, lo que permitió cerrar la estructura principalmente con cristal y dejar amplios espacios en la sala de conciertos, situada en el primer piso para dejar hueco debajo a otras salas. Se accede a través de una escalera en la que anticipamos la cuidadosa decoración que domina el Palau y lo convierte en una obra de arte total. Para ello, Domènech i Montaner contó con artistas como el escultor Pau Gargallo, el ceramista Lluis Bru, el pintor Miquel Massot o el especialista en vidrieras Jeroni Granell. Hasta el órgano, adquirido en 1908 y situado tras el escenario, forma parte integral de esta obra maestra.
Aunque se enfrentan a la alargada sombra de Gaudí, hospital y Palau recibe su nutrida cuota de visitantes en Barcelona pese a sus precios. El hospital sigue parcialmente en uso, aunque al norte se han abierto edificios modernos más funcionales. Es posible hacer la visita por libre, con audioguía o, mejor aún, en grupo guiado con hora y media de duración. Además de algunos pabellones se visitan el jardín y los túneles que conectaban los pabellones. En el Palau las visitas son solo guiadas. Salen cada media hora, destinan una hora y en ocasiones finalizan con un miniconcierto. También podemos ir a un concierto completo, sin visita previa, y disfrutar así de su excepcional acústica.
Fotos: Tudoi61 / Jean-Paul Navarro
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